Chile entre dos aguas

Domingo, 04/09/2022 01:51 AM

El pueblo chileno se movilizó socialmente en 2019 sin voceros ni voceras aparentes, sin liderazgo ni organización, ni listado de demandas claras, pero sí emitiendo un claro mensaje: no queremos más la política que se ha hecho en los últimos 30 años. Se mostró como un pueblo volcán, que irrumpió libre desde sus semillas. No es casual que Martí finalice "Nuestra América" con la imagen del Gran Semí, en su condición de energía sembradora, de donde nacieron los hombres nuevos.

Fue un ciclo de insurgencia frente al pantano de la globalización, después de 30 años de expoliación neoliberal, doctrina del shock continuo impuesta a sangre y fuego por el mercado y las armas. Se rebeló el pueblo contra los continuos paquetazos que vestidos de izquierda y de derecha siguen aplicándonos, desregulando, desterritorializando y despolitizando, usando coartadas y bloqueos para rendir a los Estados sean estos mínimos o de justicia y bienestar social, insurgiendo hastiados de la explotación de la fábrica social.

Neoliberalismo sinónimo de cada vez más cosas: individualismo desbocado, codicia, privatización, austeridad, desregulación, culto a la competencia, darwinismo social, hiperglobalización, enriquecimiento de la minoría, desmantelamiento del Estado del bienestar, fundamentalismo de mercado, bajadas masivas de impuestos a los ricos y a las grandes corporaciones, disciplina fiscal, superioridad de lo privado sobre lo público, capitalismo financiero.

Cómo diría Zuboff "consenso neoliberal en torno a la superioridad de las empresas y los mercados autorregulados" y su "capitalismo de la vigilancia" término que describe la nueva modalidad de explotación por parte de las grandes tecnológicas.

Comprendemos que la causa de la ignición del incendio chileno, no fueron los 30 pesos del aumento de la tarifa del metro de Santiago, fueron 30 años de exclusión sistemática, de tensiones y abandono al pueblo que ve como desde la vitrina se pavonean las élites hambreadoras.

El pueblo chileno a pedradas indignado rompió la vitrina de ilusión de la máquina neoliberal, confrontando la coalición del abuso eterno: empresarios, políticos, economistas y militares cómplices como parte de una élite indolente.

Luego de cientos de jóvenes sacrificados, asesinados mutilados y encarcelados, la violación masiva de derechos humanos, el despliegue de militares armados y de dispositivos de la policía uniformada no logró frenar la furia de los centenares de manifestantes que tuvo a varias ciudades de Chile, sumidas en un verdadero caos.

Según el propio gobierno, se confirmaron 32 fallecidos, además hubo más de 3.400 civiles hospitalizados producto de los eenfrentamientos y 2.000 carabineros lesionados en distintos grado.

Amnistía Internacional informó, al 30 de noviembre del 2020, los siguientes números causados por el uso indebido de la fuerza por parte de Carabineros: 12.547 heridos que pasaron por urgencia hospitalaria, 1.980 heridos por armas de fuego y 347 heridos con lesiones oculares.

El Instituto Nacional de Derechos Humanos identificó más de 3.400 civiles hospitalizados durante el movimiento, mientras que cifró en 8.812 los detenidos que lograron visitar; además, denunciaron casos de torturas y otras vejaciones por parte de las Fuerzas Armadas y del Orden.

El resultado de este caos fue entre otras medidas, la instalación de una Convención Constitucional cuya tarea sería redactar un nuevo texto constitucional, que debía poner el centro de su trabajo en las reinvindicaciones sociales, la desigualdad y la justicia social.

Después de revisarse la propuesta compuesta por 499 artículos, 7 Comisiones y la aprobación de 2/3 de la misma se propone un texto moderado que mañana se somete a votación del pueblo chileno, fruto de un acuerdo político tranversal que buscó y logró canalizar el estallido social de Octubre de 2019.

Al respecto, como estudiosos del tema constitucional nos preguntamos: ¿Dió respuesta esta Convención Constitucional a las aspiraciones del colectivo chileno que reclamaba después de tanto neoliberalismo y gobiernos socialdemócratas una agenda social y de justicia? ¿O por el contrario responde este texto a la satisfacción de los intereses de la agenda progresista? ¿Estará el pueblo chileno entre dos aguas: neoliberalismo de la Constitución de Pinochet o una propuesta de Estado de Bienestar? Se logrará el equilibrio que debe existir entre los derechos sociales básicos y los derechos de tercera generación con esta propuesta? ¿O se corre el peligro de perder el bosque lo molar universal por mirar las hojas y ramas para satisfacer los derechos de las múltiples minorías?

Se trata siempre del equilibrio de los intereses, gestionar la inclusión sin la destrucción. Aún así, tenemos mucha esperanza en la sabiduría del pueblo chileno, pues estamos destinados a emerger desde nuestro ser autóctono, aplastado y sujetado ahora, pero empujado por secretos latidos invisibles que queman y convierten lo imposible en posible: la justicia social.

Nuestra América hoy brota, irrumpiendo súbitamente, y es porque las entrañas de la tierra aguantan las ganas por mucho tiempo y de súbito, sin causa visible, inesperadamente pare todo de una vez. Tiene un ritmo propio, telúrico. En el subsuelo, están las causas históricas y sociales, regadas las semillas de nuestros pueblos: sus mártires con sus cuerpos destrozados, pero siempre rebeldes y alborotados. Bajo nuestros pies corre aún la sangre derramada por indígenas y héroes. La sangre, lava aborigen, no odia, ni es resentida, sino savia incendiaria. (Ortuñez)

Barthes recreando a Michelet decía, al oponer el calor a la luz, que todo acto de incubación es un fenómeno de profundidad, mientras que la luz fenómeno de altura tiene una naturaleza gélida, es estéril, no engendra. El calor de abajo es signo de masa, multitud, pueblo. Pueblo cuyo corazón late oculto con más fuerza abajo.

Fuerza Chile, nos toca luchar !!!

 

 

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