En este tiempo difícil, la humanidad recuerda hechos violentos que impactan la conciencia humana, como el golpe contra el presidente Salvador Allende en Chile 1973, hace 49 años, que bloqueó el intento de Unidad Popular hacia una transformación pacífica y democrática.
También recordamos el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York hace 21 Años, que pretendió justificar el gobierno de George W. Bush, la llamada Guerra Preventiva Antiterrorista.
El pueblo chileno, luego de haber recuperado su democracia formal mediante la concertación, pareciera hoy inmerso en una encrucijada trascendental. Es momento de un profundo discernimiento sobre el valor de la democracia en el cambio social. ¿Qué errores tan graves se pueden cometer en democracia para que gran parte de la población añore una versión dictatorial y elitesca del poder? Chile mantiene la misma Constitución implantada por el dictador Pinochet y con la pérdida del referéndum para aprobar la nueva Constitución, continua una amplia protesta cívica contra la implantación de medidas neoliberales que afectan la vida de la población.
Desde las comunidades de buena voluntad, se extiende globalmente la conciencia de desechar la violencia y la guerra como imposición de los poderes opresores y afirmar el diálogo honesto como vía de construcción de la paz, para corregir errores, superar sectarismos, fanatismos como proponía San Romero de América y avanzar hacia una justicia verdadera y duradera con la esperanza de volver a retomar el camino iniciado por la Unidad Popular desde una perspectiva pacífica, democrática hacia una construcción social más justa y responsable con la gente y con el ambiente.
La gigantesca crisis mundial financiera, energética, ecológica, con pandemia y fundamentalmente ética, plantea un imprescindible cambio de rumbo para rescatar la humanidad en peligro. Esto lo tienen cada vez más en cuenta todas las comunidades humanas de buena voluntad. Resulta imposible resolver esta crisis siguiendo el mismo rumbo depredador de la gente y de los recursos de la creación. De allí la necesidad de abrirse a un nuevo orden mundial, superando las deficiencias de sus expresiones anti éticas; Que valore profundamente la diversidad cultural, la policromía política, los valores espirituales y profundice la inclusión social, el cuidado con los recursos naturales y la democracia desde la participación y protagonismo de los pueblos.