Destrucción de la historia

Martes, 13/09/2022 06:35 AM

La guerra es una práctica que afecta a todos los ámbitos de la vida, no solo para los implicados directos sino para el mundo en general. Paradójicamente, su impacto permite apreciar con mayor detalle la condición humana, tanto los aspectos obscuros como los luminosos. De entre todos estos rasgos, existe uno particularmente alarmante por sus efectos en las mentes, emociones y acciones de los sujetos: la destrucción de la historia.

Reducir la historia a simples cuentos u ocurrencias implica la aniquilación del hombre de una forma perversa, no obstante, útil. Es una táctica lenta, constante y eficaz de deformar la mente: forjar a cuenta gotas a individuos sin identidad, rumbo ni sentido, incapaces de ejercer un razonamiento fino y profundo que genere acciones saludables para el desarrollo humano, sienta las bases para la decadencia.

El ejemplo más ilustrativo de nuestros días es el conflicto propiciado por los EE.UU, la UE, la OTAN y Ucrania en contra de Rusia mediante el uso intensivo de los medios de comunicación:de entre todas sus características, algunas de las cuales hemos discutido en textos como, "Guerra necesaria", "Ilustrados en tiempos de guerra" o "Testigos del nuevo orden", sobresale el empeño intencionado de olvidarse de la historia y del contexto para generar discursos vacíos de contenido o parciales, irreflexivos y acríticos, pero tan exuberantes y atractivos por lo hollywoodense que son fáciles de integrar a la psique y emoción e imposibles de desvincular el uno del otro: la emoción va ligada a un pensamiento y las acciones son la consecuencia de dicha relación, incluso si el resultado es la inacción, todo lo cual tuvo un origen macabro: "Rusia es el enemigo"; "Rusia no liberó a Europa del nazismo, Rusia es el nazismo", "Los nazis nos dieron patria y libertad"; "Putin es un zar; Putin es Hitler; "Putin es un imperialista"; "Los rusos son sucios, despreciables y malvados"; "Hay que matar rusos"; "Hay que destruir a Rusia". La cuestión es que olvidar la historia es menos letal que su tergiversación. Referirse a hechos históricos falseados a conveniencia no genera mentes críticas sino lo contrario: convierte el mundo en una entidad amorfa, confusa e incierta, frágil y endeble, en donde aparentemente nada es verdad y todo es mentira, en el que los ilustrados son los youtubers y no los científicos sociales o humanistas, mucho menos sus libros amparados por la ciencia que los sostiene, generando un caldo de cultivo en el que toda reescritura e interpretación es válida, fortaleciéndose la ignorancia y los poderosos. ¿Qué hubiese pasado si el discurso hubiera sido al revés para Ucrania? "Rusia es nuestra hermana"; "Rusia es nuestra aliada"; "de Rusia nos separamos por cuestiones políticas ajenas al pueblo"; "Rusia es grande"; "Rusia es nuestra madre patria"; "El ruso es nuestra lengua, nuestra cultura"; "Los ucranianos somos rusos, no occidentales", etc., el resultado hubiese sido otro. Ambos escenarios estaban puestos sobre la mesa, empero, al último lo sustentaba la historia, al primero no; con el último Ucrania no era un títere geopolítico occidental, con el primero sí. El objetivo de la deformación es sumamente macabro, si bien ha sido la estrategia de dominación más eficiente de todos los tiempos, valiéndose de los medios masivos de comunicación, así como de la ignorancia de los pueblos de la historia propia y de la universal. Esto es lo que nos hace poco menos que esclavos: una veleta al viento que no sabe pensar. Es el diseño perfecto. Quisiera compartir una cita de Carl Sagan que aparece en su libro "El mundo y sus demonios" (1997):

"Había una norma muy reveladora: los esclavos debían seguir siendo analfabetos. En el sur de antes de la guerra, los blancos que enseñaban a leer a un esclavo recibían un castigo severo. "[Para] tener contento a un esclavo es necesario que no piense. Es necesario oscurecer su visión moral y mental y, siempre que sea posible, aniquilar el poder de la razón". Esta es la razón por la que los esclavistas deben controlar lo que oyen, ven y piensan los esclavos. Esta es la razón por la que la lectura y el pensamiento crítico son peligrosos, ciertamente subversivos, en una sociedad injusta." (Sagan 1997)

El punto es, ¿cómo nos alejan de la lectura y el pensamiento crítico para destruir la razón? Desfigurando la historia: "Los medios masivos de comunicación hegemónicos, pero especialmente las redes sociales, regidas por un actor de incalculable capacidad como es la inteligencia artificial, […] [están ejerciendo] poderes inconmensurables en contra de los pueblos: controlan la información a conveniencia de manera imperceptible [...]; convierten la verdad en la mentira; la mentira en la verdad; los enemigos en amigos; los amigos en enemigos; lo despreciable en honorable, lo honorable en despreciable; la historia en cuentos de pacotilla; los cuentos de pacotilla, en historia; nazis en héroes defensores de la soberanía y la libertad; defensores de la soberanía, libertad y seguridad, en nazis; nazis genocidas en premios Nobel de la paz; liberadores de los pueblos, en escorias humanas; las batallas justas se vuelven injustas y las injustas en justas; la censura se vuelve un acto de libertad de expresión; la libertad de expresión, en lo censurable; el pensamiento único se erige como la única realidad permisible; la pluralidad de pensamiento, en el enemigo a vencer; a la izquierda la vuelven de derecha y a la derecha la dejan igual; la verdad se oculta y la falsedad se encumbra. Este es el terreno de juego de las democracias del mundo en el siglo XXI y eso supera a las figuras democráticas en virtud de que el que tiene el control de las mentes del pueblo es un rector externo, que se hace más evidente cuando se propone tirar de los hilos para llevar el cause hacia sus intereses (Magaña-Jattar: 2022)."

Con todo, el ejemplo de Rusia no es el único: hasta la fecha se miran las consecuencias de la discusión sobre temas como la "Conquista de América y el perdón", el reconocimiento de errores y de las víctimas: la lucha por tergiversar la historia es intensa y acalorada, llena de pasión y política para justificar actos de conquista, dominación y explotación con interpretaciones ad hoc sobre la premisa, "existen pueblos mejores que otros". Por ejemplo, un denominado "experto" en YouTube afirma – e incluso enseña en Latinoamérica – que "los indígenas no tenían hospitales, mismos que fueron dados por la buena voluntad de sus conquistadores", por lo que más que exigir un perdón, deberían dar las gracias; una afirmación falsa y tremendamente tendenciosa, porque la medicina tradicional existía desde hace cientos o miles de años en tales territorios y de la cual, de hecho, se sirvieron los conquistadores para sanarse de las consecuencias de la batalla y otras enfermedades, hecho documentado por ellos mismos. Lo terrible es la cantidad de gente que dentro de la falta de educación apropiada y la carencia de reflexión crítica que le lleve a plantear consideraciones como, "si los nativos no hubiesen tenido dónde curarse, cómo sobrevivieron y progresaron durante cientos y miles de años?", termina convencida de una afirmación falaz a pesar de su contradicción. Una cosa es que se hayan unido los conocimientos frente a los desafíos que se presentaron con las nuevas enfermedades producto del encuentro y otra que los nativos no hayan tenido amplios conocimientos en medicina que usaron a su favor durante milenios. Lo cierto es que reconocer errores por parte de los perpetradores empodera a los pueblos históricamente oprimidos, un precio demasiado alto para sus opresores. Ocurre lo mismo si se reconocen virtudes que políticamente no convienen, como el gran sacrificio ruso por liberar a Europa del nazismo, entre muchos otros aportes que Rusia le ha dado al mundo en el arte y la ciencia. Reconocerlo eliminaría las justificaciones de aniquilarla; por ende, es fundamental destruir la historia.

Hace poco me pidieron una opinión sobre unos vídeos en los que "reflexionaban críticamente" sobre Simón Bolívar, poniéndolo en una posición más cercana a la de un villano farsante que a la de un libertador, una idea que parece cobrar fuerza: más allá de las luces y sombras naturales de toda figura del tamaño de Bolívar, se pueden atisbar la intenciones detrás de discursos de apariencia "crítica e inteligente": no conviene que Latinoamérica se una bajo los sueños de Bolívar; tampoco es conveniente que desarrolle una sana conciencia histórica de sí misma que la dote de fuerza y dignidad, mucho menos que se sienta orgullosa de sus héroes; mejor todavía si se da cuenta de que "no los tiene". Esta es la razón por la que buscar impedir que se ensalcen las figuras de los libertadores, la historia de los pueblos oprimidos o la de los no alineados es poderosa, pues mirarlas con ojos objetivos muestra que luchar por la libertad y la dignidad es posible, justo y necesario, lo que supone romper con el mundo unipolar marcado por explotadores y explotados.

Es así como sugiero prestar atención a la lección que Rusia le está dando al planeta: ¿por qué está ganando la guerra?, porque mantienen un refinado conocimiento crítico de su historia y la del resto del mundo; no dejan que otros les cuenten su historia, ellos conocen la suya y actúan en consecuencia en virtud de sus aciertos y errores, lo que los dota de una fuerza, sabiduría, resistencia, autonomía y dignidad implacables.

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