1. No sé si el stalismo me enseñó a luchar por "el programa mínimo y el programa máximo" o el trotskismo me dijo que no eran dos etapas separadas, sino una: "el programa de transición". Lo que sea, aprendí que cualquier batalla de los trabajadores hay que aprovecharla e impulsarla en su lucha por sus demandas concretas; pero sólo como paso coyuntural para desarrollar la conciencia con el fin que se comprenda que estas pequeñas luchas sólo serán válidas cuando se lucha por los objetivos máximos: hacer estallar el sistema capitalista para instalar una genuina igualdad social.
2. Por ello la batalla actual de los miles de estudiantes del POLI es para mí una simple luchita como las miles en que participado, visto y oído. Miles de pequeñas luchas que son derrotadas con represión por las clases dominantes (gobiernos y empresarios unidos), o logran un pequeño triunfo (derechos o dinero) que a los pocos meses se convierten en nada. De allí surgieron las ideas de partidos para aglutinar el descontento. Claro, lo funesto es que todos los partidos, gobiernos, Estados, –como denuncian los anarquistas- se convierten en la práctica, en burocracias al servicio de los dirigentes que ganan dinero y poder.
3. Lo que sucede en el POLI –como denuncia con muchos datos personales un burócrata del diario La Jornada- es sólo un caso más de la educación nacional que por lo menos podemos analizar desde los años 30 cuando fue creado para el trabajo. Toda la educación escolarizada (incluso con doctorado) sólo ha sido un centro de capacitación para el trabajo conocido con suficiencia sus planes, programas, asignaturas y los profesores capacitados para lo mismo. Yo, de entrada, cuando los niños aprendan a leer y a escribir, los metería a investigar todo y a escribir sobre lo investigado.
4. En vez de estar hablando de bobadas y chismes, metería a los estudiantes a investigar acerca de las batallas internacionales de las luchas del mundo por su liberación del sistema capitalista, el desarrollo del pensamiento filosófico y literario para impulsarlos a leer las enciclopedias y los libros adecuados, pidiéndoles enseñar a sus padres a pensar. También impulsaría la apertura de miles de talleres y centros para la capacitación del trabajo –según necesidades de las empresas- tal como ha sido eso que han llamado educación nacional, que no ha sido más que educación escolar.
5. Me desespera no poder desentrañar el sistema capitalista que se impuso en el mundo, por lo menos desde la revolución industrial, la independencia yanqui y la revolución francesa. Hasta qué grado el sistema electoralista y la democracia burguesa han impuesto una economía en beneficio de minorías en cada país, obligando que el 80 por ciento de sus poblaciones vivan en la pobreza y la miseria. De ahí la pregunta de La Boitié acerca de cómo explicar que un pequeño grupo, una persona, se imponga a millones y los acostumbre, los obligue a pensar en la ideología de sumisión.
6. Entonces está bien la lucha del POLI, las de los campesinos, obreros, mujeres, estudiantes de todos los lugares, pero no tienen validez alguna si no adquieren conciencia de cambios de sistema socioeconómico en beneficio global; si sólo plantean reformas, pequeños cambios, algunas demandas, que el sistema capitalista puede absorben con facilidad porque en unos meses las cosas volverán a su favor. Es la vieja polémica entre la Socialdemocracia reformista de los oportunistas, y revolución que fracasó en Alemania y más tarde en Rusia, que desde 1889 se planteaba por Rosa Luxemburgo y Lenin contra la socialdemocracia electorera. (14/IX/22)