Los reyes de Aragón desde Ramiro El Bastardo hasta Jaime II (1053-1327)

Jueves, 15/09/2022 09:55 AM

"Véase a continuación, después de este largo itinerario de horror desde el siglo VIII hasta el siglo XIV, como una familia, la que desciende de Ramiro I el Bastardo, hijo de Sancho el Mayor de Navarra, se mantiene digna, reposada y sana en el mismo tiempo y en el mismo espacio en que Castilla y Portugal gimen bajo la férula insana de los reyes Borgoñeses y Plantagenets. Lo que nos demuestra que la ferocidad y el crimen brutal nunca fueron hijas de un determinado tiempo, ni de una peculiar cultura".

Un río de aguas limpias nace de Sancho el de Navarra; el que encabeza su hijo Ramiro el Bastardo. A diferencia de sus hermanos, tiene el alma quieta y la maldad distante. Como todos los reyes de su época, va a la guerra y hace fundaciones religiosas cuando la culpabilidad lo azota. Ama y le gusta ser amado. Despensa gracia y exige acatamiento.

Casa con la hija del Conde de Bigorra llamada Gisberga, y no gustándole sin duda el nombre de su esposa, se lo cambia por el no menos sorprendente de Ermesinda. Es justo, leal, magnánimo y bondadoso con sus súbditos. Frecuentemente recorre los campos de su minúsculo reino, confinado a los valles de Roncal y Gistaín; charla con la gente y se va fijando en las mozas que espigan en los contornos. De una de ellas tiene un hijo natural: Sancho; de Gisberga, cuatro.

A la muerte de su hermano Gonzalo, señor de Ribargoza, la gente el condado lo elige como rey. Un día, un musulmán disfrazado de cristiano le clavó su lanza en un ojo. De esta forma murió Ramiro, primer rey de Aragón y monarca ejemplar.

Sancho de Aragón (1063-1094):

Le sucedió su hijo legítimo Sancho, quien gobernarías con el nombre de Sancho IV. Era un príncipe dieciocho años cuando le correspondió sustituir a su padre. De grande y esforzado ánimo prosiguió la lucha contra los moros y dilató su territorio hasta confines insospechados. Por la muerte de su primo Sancho el de Peñalón, le vino en herencia el reino de Navarra, ya que el pueblo se negó a reconocer como sucesor al fratricida conde Ramón. Como su padre, fue caritativo, benigno, plácido y ejemplar. Murió en el sitio de Huesca. Había casado con una hija del célebre conde de Urgel, llamada Berta. Su muerte, como la de su padre, fue muy llorado por sus súbditos.

Ramiro El Monje (1134-1147):

A Sancho de Aragón lo heredarían sucesivamente sus tres hijos: Pedro, Alfonso y Ramiro. El primero, luego de reinar con éxito por diez años, murió sin descendencia a los treinta y cinco años de edad. (1094-1104). Su hermano Alfonso I (1104-1134), mejor conocido como Alfonso el Batallador, tuvo una largas y accidentada vida, entre cuyos episodios más interesantes está el matrimonio con la reina Urraca de Castilla:

Alfonso el Batallador, al no tener descendencia, legó su reino a los Templarios, a los Hospitalarios de Jerusalén y al Santo Sepulcro. A nadie le pareció bien el testamento- Los aragoneses se reunieron en cortes y eligieron como rey al monje Ramiro, hermano del Batallador.

Cuarenta años tenía Don Ramiro de vida monástica, cuando los azares de la política lo llevaron al trono. Fue este un hombre tímido, pacífico y erudito, quien mereció de la posteridad el nombre del Santo. De edad avanza da los nobles lo conminaron a que se casara para que dejase descendencia. Lo hizo con una graciosa doncella, Inés de Poitiers, hija de los condes de Poitiers. De este matrimonio nació una niña. Los de Aragón, con su pésimo gusto para los nombres propios, la bautizaron Petronila.

Malos tiempos eran aquellos para que gobernase un monje. Su ineptitud para los asuntos guerreros le enajenó el respeto de sus súbditos, quienes lo llamaban el Rey Cogulla. Apocado y temeroso se declaró feudatario de Alfonso de Castilla y entregó las riendas del gobierno a su yerno Berenguer Ramón IV, retirándose hasta el fin de sus días al convento de San Pedro el Viejo, de Huesca.

Ramón Berenguer IV y Doña Petronila de Aragón (1147-1162):

Ramón Berenguer IV era hijo de Ramón Berenguer III, "el hijo del asesinado". Como si se hubiera extinguido la mala sangre que aportara a los condes de Barcelona su bisabuela Sancha de Gascuña, la línea de cordura de los condes de Barcelona volvió en este conde rey llamado el Grande.

Muy pronto se acreditó como digno sucesor de Ramón Berenguer el Grande, su hijo Ramón Berenguer IV, el marido de Doña Petronila. Se le llamaría también el Santo por su religiosidad, placidez y buen corazón (1131-1162).

Alfonso El Casto de Aragón (1162-1196):

A su muerte lo sustituiría como rey de Aragón y conde de Barcelona, su primogénito Alfonso II, a quien su excelsa madre, Doña Petronila, la reina viuda, la cedería en vida sus derechos reales, Alfonso, como todos sus antepasados, fue brillante político y un hombre lleno de virtudes. Por su continencia mereció el apodo de Alfonso el Casto.

Alfonso el Casto casó con una hija de Alfonso VII de Castilla y de su segunda mujer, Doña Rica, hija del rey de Polonia, Ladislao (1080). Moriría en 1196, luego de haber reinado como todo un gran monarca. Su vida conyugal estuvo nimbada por la felicidad y el amor.

Al morir dividió su reino entre sus dos hijos. Al mayor le entregó en herencia el reino de Aragón: Sería Pedro I, el padre del Conquistador.

Pedro II de Aragón (1196-1213):

Pedro II, a diferencia de su castísimo progenitor, fue un amador fogoso e impenitente que atrajo al reino numerosos contratiempos por esta causa. Su hijo Jaime lo describe como franco y sin dobleces, pero muy liviano con las mujeres. "Pasó folgando hasta la víspera de su muerte" escribiría el Conquistador.

Sobre él existen numerosas anécdotas. Entre ellas la que cuenta cómo se hizo coronar por el Papa.

Parece que hasta esa época el Sumo Pontífice coronaba a los reyes de Aragón poniéndoles la corona con los pies. Pedro II. Paras evitarse tan rebajante trato se hizo fabricar una corona de pan sagrado incrustado de perlas. Al Papa no le quedó más camino que ceñida con las manos dando fin de este modo a tal humillación.

Todavía más pintoresca es la historia de cómo consumó el matrimonio, del cual nacería Jaime el Conquistador.

Pedro II, después de haberse casado con María de Montpeller, de quien más le interesaba el feudo que aportaba en arras, que sus encantos personales, se negó a consumar el matrimonio. En vista de esta situación, los magnates de Montpeller recurrieron a una estratagema: como el rey de Aragón estaba enloquecido de amor por una bella provenzal, decidieron, en connivencia con la doncella, llevar al lecho de la reina al rey fugitivo, aparentando que aquella accedía a los requiebros de Pedro II, siempre y cuando estuviera la alcoba regía. Cuál no sería la sorpresa de Don Pedro cuando después de consumar el hecho estallaron al unísono todas las campanas de Montpeller, mientras el pueblo y la nobleza alborozada celebraban a grito herido el acontecimiento. De este acto tan público nació Jaime el Conquistador.

María de Montpeller era nieta del Emperador de Constantinopla. Pedro II, a pesar de haber sido llamado el Católico, fue el primer propulsor de la herejía albigense. Murió combatiendo a Simón de Montfort.

Jaime El Conquistador (1213-1276):

Pasó los primeros años de su vida en la fortaleza de Carcasone, prisionero del vencedor de su padre Simón de Montfort, el feroz e implacable exterminador de los cátaros.

A los doce años era pelirrojo, flaco y desgalichado, pero con esa alegría y jocundía que le habrían de signar toda su vida.

A los trece años casó con Leonor de Castilla (hija de Alfonso VIII). Fue un matrimonio desgraciado, que el rey se apresuró a desligar so pretexto del parentesco. De esta unión nació Alfonso de Aragón, que murió sin hijos.

Jaime el Conquistador —como dice Llampayas— fue el rey más cabal en la Edad Media. A pesar de su catolicismo y extremada devoción, fue tolerante para con los infieles y protegió a los judíos. No obstante su espíritu inquieto, mudable y ligero, fue tenaz en sus propósitos y firme en sus decisiones. Era jovial, compasivo y magnánimo; amante de la justicia y siempre al servicio de sus vasallos.

No estuvo, sin embargo, exento del pecado del padre. En materia de mujeres, parecía un paladín cristiano ganado por las costumbres moras. Tuvo innumerables amantes. Misteriosamente fue casto hasta los treinta años.

Fue inteligente, franco y cordial; sano, valiente y ambicioso; liberal y de genio abierto. Reinó sesenta y seis años.

Jaime el Conquistador coincide bastante con el temperamento ciclotímico normal.

Casó con Violante de Hungría, hija del rey de Hungría Andrés II y de su bondadosa mujer Yolanda de Courtenay (hija de los reyes de Jerusalén).

Tremendos antecedentes había en la familia de Doña Violante. Su padre, Andrés II, asesinó a su hermano Imre; su mayor placer era empalar a sus enemigos; la mayor parte de sus ascendientes están entenebrecidos por el crimen.

Predominó en ella, afortunadamente, la buena sangre de su madre, Yolanda de Courtenay y la de sus abuelos los reyes de Francia. Como mujer inteligente, dulce y "pechugona" la describen las crónicas. De su matrimonio con el Conquistador tuvieron diez hijos. Violante sería reina de Castilla por su matrimonio con Alfonso el Sabio; Isabel lo sería de Francia por su matrimonio con Felipe III, Pedro reinaría con el nombre de Pedro El Grande.

Pedro III de Aragón (1276.1285):

Como su padre, es valiente y arrojado. Son célebres sus lances personales, como aquel en que acudió solo y desarmado a retar a Carlos de Anjou, en la ciudad de Burdeos. Fue generoso, de temperamento cauto y reservado, y gozó de gran reputación en su tiempo, tanto por su habilidad política como por su magnanimidad con los vencidos. "Murió a los cuarenta y seis años, en el colmo de la fortuna, —como dice Lafuente— en todo el vigor de su espíritu y con su pueblo en paz. Gran capitán, profundo y reservado político, audaz en sus empresas, infatigable en la ejecución de sus planes, fecundo en recursos, atento a las pequeñas y a las grandes cosas, valeroso en las armas, sagaz en el consejo, robusto de cuerpo y de garbo y noble continente. Fue el más cumplido caballero, el guerrero más temible y el monarca más respetado de su tiempo y sus mismos enemigos le hicieron justicia. Así fue Pedro III de Aragón muy justamente apellidado ‘El Grande’. Bocaccio lo pinta con los mejores colores en El Decamerón. Luego de contar una hermosa historia donde el rey Pedro es protagonista, concluye: "Con actos como éste llegan a merecer los soberanos el aprecio de sus súbditos. Así se da ejemplo de benevolencia y se obtiene gloriosa e inmortal reputación, si bien es cierto es que todo esto preocupa muy poco en el día a los grandes personajes, los que sí se distinguen delos demás hombres es por su crueldad y tiranía".

No menos ejemplar fue su compasiva mujer Constanza de Suabia, hija de Manfredo de Suabia (hijo de Federico II y hermana de Conradino, aquel adolescente de quince años que fuera inmolado bárbaramente por el de Anjou). Cuando años más tarde cayó en poder de los aragoneses su hijo Carlos II el Cojo, todo el pueblo de Sicilia pedía la muerte del hijo del que había sido su más feroz opresor. Un tribunal reunido al efecto, condenó a muerte al príncipe de Salerno, como era también llamado. Tan pronto supo esta noticia la reina Constanza interpuso sus buenos oficios paras salvarle la vida al vástago de quien tantos dolores le había producido a su familia. "Hagamos ver que si Conradino cayó en manos de bárbaros —dijo— el hijo del verdugo, cayó en manos más cristianas; que viva este desgraciado, puesto que él no ha sido tampoco el culpable".

Años más tarde, una hija de Carlos el Cojo, Blanca de Anjou, casaría con el hijo de Doña Constanza: Jaime II de Aragón.

Con el matrimonio de Constanza de Suabia venía a iniciar sobre los reyes de Aragón la herencia de aquel contradictorio y genial emperador alemán de Sicilia, Federico II.

Jaime II de Aragón, El Justo (1285-1327):

A Pedro III lo sucedió su hijo Jaime. Este, como su padre, fue un excelente rey y un cumplido caballero. Se adelantó a su tiempo proscribiendo de su reino el tormento. Justiciero fue llamado este rey, y no ciertamente por su severidad —apunta Ferrari— que su carácter era más proprenso a la benignidad que al rigor, sino por su amor a la justicia. Murió a los sesenta y seis años. Había casado con Blanca de Anjou. Con él se extingue, como vimos, la línea buena de loa reyes de Aragón.

Historiador José Llampayas —Jaime I el Conquistador—.

Boccacio —La Mujer Animosa—.

El Dante lo coloca en el infierno, en el círculo sexto: el de la herejía.

Papini dice que en su tiempo se le consideró al encarnación de Satanás.

Otro tanto afirma Hugo Déttore.

¡La Lucha sigue!

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