En menos de 3 meses del gobierno que encabeza Gustavo Petro que –como hemos afirmado– es una forma de "continuum" de procesos sociales, políticos y culturales ocurridos durante varias décadas en Colombia, podemos aprender a marchas forzadas lo que los pueblos y trabajadores de otros países vecinos (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil) han vivido (y posiblemente aprendido) con el ejercicio de gobiernos de izquierda y/o "progresistas" a lo largo de los últimos 20 años.
Luego de que surgiera una especie de "alianza interclasista" como "cierre parcial y temporal" de la hegemonía uribista, en donde algunos sectores de la oligarquía financiera y de las burguesías emergentes, encabezadas por su fracción más burocrática y voraz, se sumaran a la "amplia coalición de gobierno" para gestionar sus intereses y detener desde adentro los cambios propuestos por el Pacto Histórico, todo apunta a que las contradicciones afloran frente a la coyuntura actual.
Solo un análisis de clase nos puede orientar frente al conjunto de movidas que se han podido observar en este corto interregno, en donde los grandes grupos económicos y los poderosos conglomerados transnacionales de los que ellos hacen parte, actúan por medio de las cabezas de los gremios para frenar las políticas de cambio y las reformas puntuales que impulsa el nuevo gobierno, y arman toda clase de alianzas y complots para generar y profundizar incertidumbres.
Es decir, el sector más parasitario de la oligarquía financiera aprieta a Petro para defender su economía especulativa y debilitar al gobierno. Esas presiones se expresan con las cúpulas de la ANDI (Mac Master), Fenalco (Cabal), Asofondos (Montenegro) y la ACP (Lloreda), se "tramitan" políticamente a través de los partidos que hacen parte del gobierno (y de la oposición), y se "concretan" con agresivas campañas de desinformación por los medios de comunicación.
Los grandes banqueros, comerciantes y la gran burocracia al servicio de las transnacionales petroleras y extractivistas, aprietan el paso contra la reforma tributaria y la política de transición energética del actual gobierno. Paralelamente, aprovechan el entorno internacional (guerra por el gas en Ucrania-Rusia, estanflación global, etc.) y los problemas internos (inflación, devaluación del peso, oleada invernal, y hasta la problemática de la "primera línea") para afectar al gobierno.
En respuesta, Petro convoca al movimiento social organizado (indígenas, campesinos, etc.) sin que ese llamado llegue –por ahora– al movimiento social "no organizado" y al movimiento social "que todavía no está con el gobierno". Esos movimientos sociales lo conforman los "profesionales, tecnólogos y técnicos precariados" que se movilizaron con fuerza en noviembre de 2019 en las grandes ciudades y por los "pequeños y medianos productores" –principalmente agrarios– que son muy importantes en el terreno de lo económico y productivo.
La oligarquía financiera y la burguesía burocrática (encabezada por exministros de Hacienda neoliberales como César Gaviria, Mauricio Cárdenas, Juan Carlos Echeverry, José Manuel Restrepo) dicen "defender la estabilidad económica" ante algunos anuncios del gobierno, pero sus verdaderos intereses y patrocinadores son los bancos globales (J.P. Morgan, Citigroup, etc.) y los grandes grupos financieros "nacionales" (Sarmiento Angulo, GEA, Gilinski, Ardila Lulle, etc.).
Poco a poco van tensando la cuerda y preparan el "golpe suave", como lo han hecho en países vecinos con la dirección y ayuda del gobierno estadounidense. Es por ello que, una de las tareas más importantes del movimiento social organizado consiste en ayudar a que el gobierno se encuentre y dialogue con los otros sectores sociales y productivos ("no organizados" o que "no están con el gobierno"), para fortalecer y ampliar la fuerza social del gobierno. Y pueden hacerlo gestionando sus propios intereses, pero con una visión más política y amplia, como plantea Petro.
Es evidente que el "pulso" dentro y fuera de la "alianza interclasista" y dentro de la "amplia coalición de gobierno" ha entrado rápidamente en una nueva etapa de tensión. Y no podía ser de otra manera. Era lo previsto y anunciado. Pero parece que algunos dirigentes de izquierda y progresistas, tanto sociales como políticos, no esperaban que esa reacción fuera tan pronta y agresiva, y ello explica algunas "renuncias protocolarias" como las del senador Gustavo Bolívar.
Es evidente que falta estrategia y pedagogía. La "descarbonización de la economía" no es solo "parar" los nuevos contratos de exploración y explotación de combustibles fósiles sino construir nueva actitud ante la vida y frente al supuesto "desarrollo" (crecimiento). Pareciera que queremos figurar como adalides de la lucha contra el cambio climático, pero sin tener claro el proceso hacia el futuro. Y de ese "acelere" se aprovecha la oligarquía financiera para generar "pánico económico" y, simultáneamente, hace retroceder al gobierno en diferentes temas de relevancia estratégica.
Y así, con anuncios rimbombantes y a destiempo, parece que "ladramos, pero no mordemos".