Lamentablemente América Latina ha sido y es víctima de modelos de gobiernos foráneos que nunca le dieron ni le dan solución a los problemas que arrastraban y arrastran sus habitantes. Esto mismo sucedió con las dificultades que los recién llegados engendraron en la Tierra de Gracia, una vez comenzado el gran saqueo y exterminio de nuestros nativos. A estas tierras arribaron las monarquías española, inglesa, neerlandesa, portuguesa y francesa mirando a estas zonas meridionales como un botín. Sin honorabilidad alguna demostraron su afán de enriquecer a un grupo de aristócratas mediante la obligación de sus moradores de asimilar una cultura extraña, de aceptar un modelo de gobierno foráneo, así mismo, de la aniquilación de sus moradores. Es importante aclarar que las tribus que operaban en América, tanto de Centro y de Sur América también tuvieron afán expansionista. Los Incas impusieron a los pueblos conquistados, mediante cruenta represión, su único dios (Inti o dios sol) y obligaban a los vencidos a pagar tributos. Lo mismo se puede afirmar de los aztecas y los mayas, procediendo como crueles imperios con una diferencia, que esto era un asunto de nuestros pobladores y tenían derecho a evolucionar de forma natural, sin la injerencia de monarquías extranjeras.
Se puede sostener lo mismo de las dictaduras militares que gobernaron los países de centro y sur América con el apoyo y asesoramiento de potencias extranjeras. No cabe duda, estos gobiernos sustentaron la hegemonía de dichos tiranos a cambio de la explotación desmedida de los recursos naturales y de los beneficios financieros de las industrias que operaron en las tierras explotadas por las compañías extrajeras. Tal como ocurrió con la monarquía, el absolutismo de los tiranos condujo a estos países a la pobreza; desempleo; carencia de los servicios elementales como educación, agua potable, salud y vivienda; falta de desarrollo de la industria nacional; fuga de capitales; torturas; asesinatos; aumento de la importaciones y como consecuencia, descuido en el desarrollo agropecuario, entre tanto de los males que perduraron por más de cincuenta años.
Lamentablemente los lideres locales, influenciados por las experiencias de los políticos europeos, siguieron en el empeño de utilizar los modelos políticos foráneos, en el intento de resolver los problemas que padecían y padecen los habitantes del Sur y Centro América desde la llegada de Colón. No cabe duda, si los gobiernos europeos no han podido solucionar con la democracia numerosos problemas de sus connacionales, mucho menos se podrán remediar los inconvenientes que padecen los pobladores que habitan en este lado del charco. Está comprobado que el modelo burgués de la democracia, cuyo comienzo data a raíz del triunfo de Revolución Francesa, no solucionó los problemas de los "sans-culotte", las personas que en Francia durante el siglo XVIII pertenecían a las clases más populares. Quienes si llegaron a las posiciones de gobierno fueron los burgueses, es decir, la clase de los artesanos y de los comerciantes. Era de esperar, que tal forma de gobernar tampoco resolvería los problemas de los países que recién habían logrado independizarse de la monarquía española. La democracia chapucera.
Aparece así en América un nuevo modelo para gobernar a los pueblos, una democracia chapucera nacida en el norte del globo y que nada tenía que ver con la idiosincrasia de los pueblos recién liberados del yugo español. Quizás tuvo razón Simón cuando escribió en la Carta de Jamaica (815): "En tanto nuestros compatriotas no adquieran los talentos y virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina". Han transcurrido 207 años de aquella sabia precognición y como vemos la democracia no ha servido. Los pueblos de Centro y Sur América no han logrado superar las dificultades, la mismas que los agobian por más de 60 años en el poder de ciertas elites surgidas con el voto universal, secreto y directo. La propia democracia chapucera.
Cuando se formula un problema se debe partir de premisas ciertas y quienes creen en la democracia en este lado del charco, piensan en una escala de valores que la sustenta. Entendida por esta, un complejo mundo de ideas, sentimientos y motivaciones que constituyen la manera propia de ver e interpretar el mundo que generan formas de comportamiento social. Estas son el resultado de un largo proceso histórico de confrontación con la realidad. El error estriba en que según los conocidos del tema, estos aseguran que los valores de la democracia están resguardados, actuando como agentes de primer orden en cuanto a la formación de valores, por la religión, la familia, las organizaciones laborales y los medios de comunicación, surgidos los dos últimos a partir de la revolución industrial. Premisas falsas.
Lamentablemente si los agentes de primer orden en cuanto en la formación de los valores democráticos son los elementos nombrados en el párrafo anterior, comprendo la razón del por qué la democracia no ha resuelto los problemas fundamentales que devastan a centro y sur América. Una religión impuesta bajo las armas, la esclavitud y la cruel conquista; una iglesia convertida en una gran empresa financiera transnacional; una religión que propició en Europa un sin número de guerras sanguinarias; una religión que apoya los delitos de pederastia y de lavado de dólares no puede ser un referencial para la formación de valores. Es conocido por todos que la gran mayoría de la familia en los pueblos de mundo, sobre todo en América, son disfuncionales, dada la situación económica. Estas carencias pecuniarias obligan al padre y la madre a trabajar en la calle, dejando a los hijos en manos la televisión, de las redes sociales y de terceras personas sin especialidad en instrucción infantil. Del mismo modo, las organizaciones laborales de Centro y Sur América se corresponden a intereses de un grupo de sujetos alejados de las reivindicaciones de los empleados. De los medios de comunicación no creo que valga la pena comentar sobre su papel en la formación de valores democráticos, cuando todos conocemos que sus dueños solo velan por sus intereses económicos, sin importarle un bledo, la democracia. Como se ve, las instituciones nombradas están muy lejos de la formación de valores que velen por el derecho a la vida y la integridad; el derecho a la salud y a una vida digna; el derecho a la educación, al trabajo y la recreación; y el derecho a la libertad y a la participación que serían los problemas básicos que las democracias del mundo deberían atender y resolver y que todavía siguen vigentes. Pareciera que la democracia chapucera para lo único que ha servido es para aumentar las riquezas de las empresas transnacionales, la adquisición y mantenimiento de una deuda externa impagable; el acrecentamiento de la pobreza; el incremento del consumo de la droga y el progreso del narcotráfico; la fuga de capitales; el lavado de dinero, la inflación; la trata de personas y la multiplicación de los refugiados. Logros de la democracia chapucera.
La moderna democracia, sobre todo las occidentales, les niega a los seres humanos la posibilidad de ser, tener, hacer y estar. Son las gobiernos democráticos de las potencia occidentales las que llevan las guerras a otros límites de sus fronteras, negándoles a los humanos el derecho a vivir (ser) debido a los numerosas conflagraciones propiciadas por las democracias chapuceras; obstaculizándoles el derecho a poseer una propiedad (tener), dado que las explosiones destruyen sus patrimonios; el temor a vivir bajo el amago de la destrucción, causado por la guerra, que les impide a los moradores desarrollar a cabalidad su trabajo (hacer) y muchos lugareños tienen que abandonar su pueblo de origen(no pueden estar), secuela del cataclismo de la zona afectada por los bombardeos.
Son las chapuceras democracias occidentales las que aplican sanciones contra los pueblos; las que propician las guerras; las que controlan los mercados atentando contra la libertad de comercio; las que poseen el monopolio de las rutas aéreas y marítimas; las que regulan, a través de organizaciones internacionales deportivas la participación o no de otros países en tales gestas; las que regulan cuál gobierno es democrático o no; las que a través de la ONU, FMI, OMC… sancionan a los pueblos que no se dejan avasallar; las que tiene laboratorios especializados para inventar virus de alta peligrosidad capaz de causar pandemias. Y este es el modelo de democracia chapucera que occidente quiere imponer en el resto del mundo.
El ejercicio de la democracia verdadera se basa en la participación popular. Son los seres humanos desplegados en todos los estamentos de una nación los que deben ejercer el control y supervisión de los actos de gobierno, ya que son ellos los más afectados. Por tal motivo los pueblos deben capacitarse, deben estudiar, prepararse para desempeñar funciones que coadyuven a resolver los problemas de la comunidad. Se debe penar en una moderna democracia para votar por líderes competentes, no por sujetos carismáticos inventados por las redes sociales y la tv. Se deberá votar por un hombre o una mujer que hayan arraigado el liderazgo sobre la base del trabajo realizado en la comunidad y no por las tonterías que diga frente a las cámaras de televisión o redes sociales. El voto decide sobre el futuro del país y no se le puede dejar el destino en manos de ignorantes, desconocedores de la realidad política y social del mundo en el cual se desenvuelve el elector. Es bueno recodar que los modelos políticos y sociales se agotan hasta su muerte y quizás por eso John Adams (1755-1826), ex presidente de EEUU escribió: "Recuerden, la democracia no dura mucho. Pronto se gasta, se agota, y se asesina a si misma. Nunca hubo todavía una democracia que no cometiera un suicidio". Lo que actualmente pasa en el mundo obliga a pensar en intentar otra forma de gobierno, abandonando la democracia chapucera. Lee que algo queda.