La guerra imperialista en el Siglo XXI

Jueves, 24/11/2022 08:21 AM

La guerra de Ucrania es continuación y extensión de la guerra en Oriente Medio que comenzó hace ya décadas. Está dentro de la estrategia del Pentágono denominada ‘guerra de civilizaciones’, cuyo objetivo último es el sometimiento de la República Popular China junto con el resto del Bloque Asiático a la hegemonía americana. Dentro de ese plan, la primera fase, todavía inconclusa, sería el control de la civilización musulmana a partir de la alianza de la OTAN con Arabia Saudí y la presión que ejerce en la zona el Estado de Israel. La destrucción de varios estados y naciones árabes -Palestina, Afganistán, Irak, Libia, Siria, Yemen-, sirve al objetivo de apropiarse de sus recursos minerales –especialmente los combustibles fósiles-, pero también para estrechar el cerco sobre China.

Esa liquidación de la cultura musulmana progresista se apoya en dos estados de carácter fascista por su legislación: el Estado teocrático de Israel, que discrimina y criminaliza a la población musulmana, y el no menos teocrático Estado de Arabia Saudí, con prácticas medievales que incluyen la sumisión de las mujeres. En consecuencia, las guerras en aquella región han creado un tipo muy especial de milicias integristas, que bien podemos calificar de extrema derecha, alimentadas por las agencias de inteligencia de la OTAN y financiadas por los recursos del petróleo. Pero si el Islam sunní es aliado de las potencias occidentales, el Islam chií es contrincante y aliado al bloque asiático. De tal modo, después de la impotencia de la OTAN para derrocar al presidente de Siria, Bachar el-Assad, a través de la guerra civil, la estrategia del Pentágono parece haberse empantanado en la región. La presión sobre Irán y sobre las regiones musulmanas de Asia Central continúa, pero tarda en producir sus frutos.

La guerra imperialista tiene una función estratégica para sostener la hegemonía occidental basada en el poder militar, además de desarrollar movimientos fascistas que garantizan la jerarquía social de las clases sociales. La guerra cumple además otras funciones: impulsar la industria bélica para animar la languideciente economía liberal, y sostener el sistema financiero mundial basado en el dólar. Pues, en efecto, el intercambio en el mercado mundial realizado en dólares es la base de la hegemonía financiera estadounidense, y por tanto el fundamento de su potencia económica. La amenaza de desarrollar el comercio en otras monedas –y la realidad cada día más eficiente de ese desarrollo- es uno de los motivos de la presión militar sobre el bloque asiático. La reciente adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN debe verse desde esta perspectiva de sostén financiero, que garantiza la superioridad de occidente en los intercambios comerciales.

Una de las razones por las que la OTAN no progresa en su plan destructivo de Oriente Medio es la intervención de Rusia en la región, que ha protegido a Bachar el Assad y es aliado de Irán. Las sanciones económicas contra estos aliados no prosperan por el apoyo de la República Popular China que es ya hoy en día la primera potencia económica por muchos aspectos. Así que la OTAN no tuvo más solución que ampliar el frente de lucha a Europa para mantener su plan militar, provocando la guerra de Ucrania. Se trata de desgastar a Rusia para liquidar la resistencia en Oriente Medio y completar el cerco de China. Esta parece ser la razón estratégica del conflicto.

Las riquezas rusas son otro motivo de la guerra de Ucrania, qué duda cabe, pero esas riquezas han sido ofrecidas a bajo costo a la OTAN desde la malhadada época de Yeltsin. La guerra no era necesaria en ese sentido, aunque esas riquezas serían más baratas si estuvieran gestionadas directamente por las transnacionales imperialistas. Las guerras del imperialismo occidental son guerras de pillaje. Y es claro que si la OTAN no ha atacado directamente a Rusia es porque no puede, no tiene capacidad militar suficiente, como se ha demostrado en la guerra siria, que es un ensayo para lo que ahora está pasando en Ucrania.

Y de la misma manera que la destrucción de Oriente Medio ha traído el desarrollo de movimientos de extrema derecha, que anidaban previamente en algunos estados de la región, la provocación de la guerra de Ucrania se ha apoyado en los movimientos de extrema derecha que vienen desarrollándose en Europa desde hace tiempo, y que tomaron el poder en Ucrania con el golpe de estado de 2014.

La Federación Rusa está gobernada según los intereses de una oligarquía dominante, que es resultado de la conversión de la antigua nomenclatura soviética al capitalismo liberal. Putin es su representante político. De aquí que se pueda entender esta guerra como una pugna inter-imperialista por las riquezas escasas del globo. Sin embargo, a esto habría que añadir que el agresor es el imperialismo de la OTAN, y que el imperialismo ruso está defendiendo su territorio. Los argumentos para defender esta tesis son bien conocidos, porque han sido esgrimidos repetidamente por los políticos rusos, a pesar de que en Occidente hay un bloqueo de la información sobre este tema. La OTAN ha incumplido sistemáticamente sus compromisos para sostener la paz mundial, con una actitud agresiva y depredadora.

Recordemos que solo es legítima la violencia en defensa propia. Si analizamos con cuidado las tácticas bélicas empleadas hasta ahora en este conflicto, se puede llegar a la conclusión de que la actitud del ejército ruso ha sido precavida y respetuosa con los derechos de la población –en la medida de lo posible-, según la definición de su invasión como ‘operación especial’, y no como guerra abierta. Por el contrario, queda cada vez más claro que las tropas ucranianas en numerosas ocasiones han cometido violaciones de los derechos humanos contra la población civil y contra los soldados rusos, han informado falazmente de los hechos con apoyo de los medios informativos de la OTAN, y están intentando involucrar directamente a la OTAN en una guerra nuclear con la Federación Rusa, que se extendería rápidamente a Asia y podría ser el final de la civilización. Ejemplos de todo ello serían: la masacre de Bucha cometida por la policía ucraniana y achacada a las tropas rusas, el bombardeo de la central nuclear de Zaporiyia por el ejército ucraniano, las masacres de población rusa en zona ucraniana, el asesinato y la mutilación de soldados rusos prisioneros desarmados, el lanzamiento de un misil sobre Polonia con resultado de dos muertos, etc.

Esa actitud irresponsable y soberbia del gobierno ucraniano es propia de los movimientos nazis. Se ha acusado a la Federación Rusa de utilizar también tropas con ideología de extrema derecha, como son los mercenarios del grupo Wagner. Pero se debe señalar que esta compañía privada de soldados profesionales ha sido creada como imitación de las compañías occidentales de mercenarios, utilizadas desde hace tiempo como instrumento para asegurar la protección de las empresas transnacionales en su extracción de la riqueza de los países desestabilizados y convertidos en estados fallidos.

No se puede negar el carácter clasista y liberal de la actual Federación Rusa, si bien el estado ruso parece tener un mayor margen de maniobra frente a la gran burguesía, basándose en la coerción. Es una economía liberal con importantes sectores productivos nacionalizados, si bien en un grado menor que en China y sin un Partido Comunista capaz de garantizar la construcción de un estado ético.

La guerra va a empeorar las condiciones de vida de los europeos, ya deterioradas por la depresión económica del 2008 y la pandemia del COVID. Sería de desear que la guerra terminara cuanto antes, pero viene arrastrándose desde hace décadas, aunque de forma controlada, como he señalado ya. Así que es de temer que la situación en Ucrania se prolongue gracias al apoyo recibido desde la OTAN, que ha enviado allí material bélico por miles de millones de dólares, además de entrenar a los soldados ucranianos que luchan contra las tropas rusas.

El fascismo es una solución falsa de la crisis capitalista, como se demostró en el siglo XX. Es de esperar que la consolidación de un mundo multipolar traerá el final de la hegemonía occidental basada en un imperialismo brutal durante cinco siglos, desde la conquista y destrucción de América por los ejércitos españoles. Esa es la raíz del fascismo. Debemos prepararnos de forma racional para el nuevo orden mundial que está naciendo, y renunciar a la imposición violenta de los intereses imperialistas, que nos acercan cada día a un pavoroso final de la civilización.

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