Tumbaron el Castillo

Jueves, 08/12/2022 03:47 PM

Finalmente, se cumplió el sueño de los grupos oligárquicos anidados en el Congreso: destituyeron a Pedro Castillo, presidente de Perú. Un último error del defenestrado sirvió su propia cabeza en bandeja de oro a los golpistas: disolver el Congreso. Sin duda, una pésima jugada política bajo una también terrible asesoría.

Castillo intentó adelantarse a una sesión del Congreso donde los destituirían, y así lo disolvió. Desde la semana pasada lo sopesaba y, es seguro, lo habrá consultado una y otra vez con sus desafortunados asesores. Y dio el paso.

A pocas horas de su segura destitución en la sesión, él se adelantó para disolver primero. Pero no funcionó, nadie hizo caso a su orden, no obstante estar facultarlo por el artículo 134 de la Constitución para esa decisión. Al contrario, el efecto logrado fue perfecto para la parte adversa: vistos por el mundo como los agresores desde hace, los complotados en el congreso ahora, con la decisión de Castillo, acababan de ser victimizados políticamente y hasta justificados. El grito de "Castillo dio un golpe de Estado al disolver la institucionalidad del Congreso" corrió como flecha por el país y hasta hombres y entes aliados no tuvieron otra opción que volteársele.

Mejor no lo pudo hacer para el enemigo político. "¡Dictador!" fue otra voz corrida. Por supuesto, los medios de comunicación, complotados también, le sacaron punta al madero. Por su obra y gracia, lo que se vio y pesó fue que el presidente daba un golpe de Estado para crear una situación de excepción, y jamás tendría que difundirse que al hombrecito lo tenían listo para la parrilla para la tarde de ese día, como se dice en Venezuela.

La víctima, colgada en el anzuelo por parte del acérrimo Congreso prácticamente desde que asumió como presidente, ahora era el victimario, el coco. Ladrón, asesino, dictador, corrupto, golpista… orinado hasta por el perro. Es la matriz de opinión. Ahora mismo está detenido en una sede policial, donde ya pernotó su primera noche.

Castillo debió esperar la decisión del Congreso, su destitución y, en consecuencia, su victimización política. De haber ocurrido, de haber esperado unas poquitas horas, habría puesto a los congresistas en evidencia en sus golpistas apetencias. Con la carta de la victimización en su haber, la cual es una herramienta de combate político, habría acrecentado el apoyo popular, el de la comunidad internacional y el de sus mismos aliados, y estaría ahora mismo en mejor condición de combate contra sus oponentes.

Generalmente un error es familia de otro precedente. Castillo llamó a la OEA para que lo defendiera, y eso figuró como cuando se llama al tigre para que cuide a una oveja y no sea tentado por su carne. La OEA está tutorada por los EEUU y anda en el golpe. ¡Con decir que ya los gringos se refirieron a Castillo como "ex presidente"! Todo aquello que huela diferente a derecha, ultraderecha y servilismo es contrario a los intereses del ministerio de colonias estadounidense encarnado en la OEA.

Castillo ahora tendrá que exiliare en México, el país abierto para esas situaciones. Ya López Obrador le ofreció un dormitorio allá. Dejará un país en manos de la cofradía golpista, de la oligarquía, alérgica toda ella a su sombrero de pueblo con el que ganó las elecciones de modo sorprendente y a su condición indiada.

Lección: ha de comprender aquel político de izquierda o que no comulgue con la derecha que en todo momento se enfrentará a un sistema arraigado, a un estatus, a un precepto, a una praxis, a un paradigma, y que para obtener y conservar el poder debe organizar a las masas para su defensa, de modo activo. Jamás un factor de cambio se sostendrá con buenos deseos sino con la presión del número popular y hasta con la eventualidad del uso de las armas. Ante la derecha política no se sostiene un castillo sin su debida fosa de cocodrilos. Toda América Latina debe en estos menesteres estudiar el caso Venezuela-Hugo Chávez (con ariete popular) y Chile-Salvador Allende (sin ariete popular).

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