A propósito del triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, algunos analistas comenzaron a decir que el mapa de América Latina estaba teñido de rojo y ahora, después del derrocamiento de Pedro Castillo en Perú, hablan de una ofensiva que está llevando a cabo el imperio y sus satélites nacionales contra los gobiernos progresistas que han venido creciendo en América Latina. Nada extraño, nada raro sería, pero eso no es una novedad, es consistente con la ontología del capital y su lógica. Podríamos decir que forma parte de su naturaleza.
Lo primero parece un deseo, con muy buenos propósito, pero alejados de la realidad. Lo segundo es prácticamente el descubrimiento del "agua tibia".
Veamos
La ontología de la derecha
Recientemente, el 18 y 19 de noviembre de este año, se realizó la cumbre de ultraderecha en la zona de Santa Fe en la ciudad de México, la que sirvió para constatar, una vez más, según algunos opinadores, que una nueva derecha ha ido surgiendo en el mundo y que se está organizando a nivel internacional y que además se está deslindando de la derecha surgida en la posguerra fría y en el contexto del auge neoliberal. El evento llevó el nombre de Conferencia Política de Acción Conservadora (CCAP), una franquicia propiedad de Matt y Mercy Schlaap, prominentes partidarios de Donald J. Trump.
De allí que ahora se esté hablando de una derecha valiente y otra cobarde. La triunfalista derecha neoliberal de hace cuarenta años, está siendo sometida a una crítica feroz por esta nueva derecha de carácter neofascista. Derecha neofascista que expresa, según se dice, la crisis de toda la civilización moderna.
Ahora bien y más allá de estas disquisiciones, la derecha, sea valiente o sea cobarde, sea neoliberal o neofascista, tiene su ontología clara, no anda dando bandazos. El desiderátum de la vida es el capital, y éste no tiene ética ni tampoco moral. Es capaz de cualquier cosa con tal de lograr sus objetivos.
Lo ocurrido con Pedro Castillo en Perú es una evidencia de cómo actúa la derecha. Para ello no importa que Castillo haya repetido en la Cumbre de Las Américas, realizada en EEU, en junio de este mismo año, la frase que se asocia con la doctrina Monroe: "América para los americanos". Tampoco bastó que haya solicitado la aplicación de la Carta Democrática Interamericana de la OEA y, muchos menos, que en su discurso de anuncio de la disolución del Congreso peruano dijera: "Se respetará escrupulosamente el modelo económico basado en una economía social de mercado" y "se respeta y garantiza la propiedad privada". Muy a pesar de lo anterior, fue derrocado. La derecha no perdona y mucho menos a los payasos o tránsfugas, aunque carguen sombrero de cogollo.
Para rematar y como es costumbre, se pronunció el dueño del circo en los siguientes términos: El gobierno del presidente estadounidense, Joe Biden, calificó a Pedro Castillo como expresidente. Al respecto, el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, dijo: "Tengo entendido que, dada la acción del Congreso, ahora es el expresidente Castillo", y añadió que los congresistas peruanos tomaron "medidas correctivas" de acuerdo con las reglas democráticas.
También afirmó: "Rechazaremos categóricamente cualquier acto que contravenga cualquier Constitución, cualquier acto que socave la democracia en ese país".
Conociendo al gobierno que vocifera eso, debe decirse mosca pues, en la lista además de los presidentes del grupo del Coco, también se encuentran Gabriel Boric de Chile, Gustavo Petro de Colombia y próximamente lo estará Lula Da Silva de Brasil.
El progresismo
La ontología del progresismo, a diferencia de la ya descrita por parte de la derecha, es muy diversa, heterogéneas y tiene varias expresiones.
Por un lado, encontramos al llamado grupo de países del Coco. Es minoría y se anida en Cuba, Nicaragua, Venezuela y de alguna manera también en Bolivia. Son los más consecuentes con un proyecto revolucionario y se convierten en la referencia que se utiliza para crear o generar miedo a la población votante. No hay proceso electoral que se realice en el Continente Americano, incluyendo el que se realiza en EEUU, que no estén presentes estos países como el ejemplo malo de lo que no debe imitarse por ningún pueblo.
Luego, se encuentra el progresismo pragmático, es la mayorista. Es la que aplica una política de doble comportamiento. Es la que quiere estar bien con "Dios" (EEUU) y con el "Diablo" (El Coco), aunque les gusta más estar cerca del primero.
Aquí se encuentran unos cuántos presidentes comenzando por el chileno Gabriel Boric.
Finalmente, se encuentra los que practican el oxímoron, esto es, los que tienen políticas y comportamientos basados en una contradicción irresoluble. En la práctica política sería, por ejemplo, algo así como hablar de construir un capitalismo popular, cuestión que per se sería un imposible. Así también lo sería un gobierno que se asume de izquierda pero aplica políticas neoliberales.
Aunque hay quienes sostienen que estamos en tiempos de derrumbe de paradigmas y cualquier exabrupto es bienvenido. Pero lo más llamativo de todo es que eso, al parecer, está en pleno desarrollo.
El presidente argentino, Alberto Fernández, habla del desarrollo del capitalismo en su país, firma un convenio con el FMI y Lula Da Silva dice que es el mejor acuerdo que país alguno haya logrado
Por su parte, Gustavo Petro dice que Colombia está transitando por el feudalismo y su gobierno lo llevará al capitalismo.
Y ahora se habla de burguesías revolucionarias, amorosas y feministas.
Todo eso, que ocurre a nuestro alrededor, debe percibirse con perplejidad o, en todo caso, con sorpresa, porque en definitiva son cosas veredes.