En política, nadie se salva

Lunes, 27/03/2023 12:44 PM

Tampoco un buen político y mejor orador español, Rufián, que es también el abanderado del independentismo catalán y muy certero en sus intervenciones en el parlamento español. Siempre he tenido a este político por un magnífico orador. Pero está visto, no basta ser buen orador en el mundo de las ideas, incluidas las políticas, y menos en el universo del rigor y de la precisión de las ideas. Hasta al mismo Cicerón, célebre por su inteligencia, por su amor a la República de Roma y por su impecable filosofía, le he encontrado falacias y contradicciones en sus discursos políticos puestos en espejo. Y es que, por encima del pensamiento político, está el filosófico. Y es imposible que quien mucho habla y mucho escribe, que es también mi caso, no acabe chocando contra su propia incoherencia e incluso su propia miseria… El único caso que considero excepción es el de Pepe Múgica, el ex presidente de Uruguay…

El caso es que a este tal Rufián le he oído calificar a Putin de sátrapa, de dictador, de nacionalista y de ultraderechista. Tremendo, sí. Pero ¿en qué se basa para definir de ese modo ramplón y vulgar a un dirigente electo en unas condiciones como las que viven Rusia y el mundo? En primer lugar, a Rufián le importan un bledo las razones para invadir Ucrania la Federación Rusa. No hace la menor alusión a ellas y tal como habla en el Congreso cuando sube a la tribuna parece que la invasión no obedece a otra cosa que al capricho y a la voluntad de poder encarnada en Putin, como un día en Hitler, de la que habla Nietzsche.

Yo no voy a repetirlas aquí, pues me niego a creer que no las conoce. Pero sí no las conoce, su falta de interés en conocerlas, para un observador imparcial o que desea serlo se hace superfluo invocarlas. En segundo lugar, en Estados de excepción y de guerra, es normal y lógico que alguien asuma un papel autoritario, dictatorial. En la Ciencia Política la dictadura es una forma de gobierno excepcional prevista para situaciones excepcionales. De modo que la dictadura, en el caso de que Rufián se reafirme en sus declaraciones, sepa que no es ni buena ni mala, es sencillamente imprescindible en las circunstancias dichas que se dan en este conflicto armado. Otra cosa es una dictadura en la que el protagonista se incrusta en la vida de una nación que hace literalmente suya, como fue el caso de España durante cuarenta años o de ocho en el caso de Chile… Para atacar luego a las maniobras de la OTAN a cuyo frente está USA, Rufián no necesitaba descalificar de ese modo rotundo al presidente de Rusia. Ni siquiera la política es una ciencia que se presta a aplicarse y a explicarse de una manera universal… No es lo mismo la psicología y la mentalidad y la cultura occidental que la oriental, la musulmana, la hinduista, la sintoísta etc. En Occidente hay demasiados presuntuosos que piensan en pequeño pese a su condición social, casi siempre aparatosa, o intelectual. Lo único que iguala a todos, con reservas, son los derechos humanos que, por cierto se respetan muy poco en Occidente y especialmente por Estados Unidos, fuera de su metrópoli pero también dentro de ella.

Y en tercer lugar, sí la sensibilidad y el purismo de Rufián ahora le aconsejan llegar a extremos de difamador creyendo que las corrientes oficial de actuación del poder político y las corrientes de opinión periodísticas españolas son las correctas, ¿por qué nunca ha calificado de dictador, de sátrapa y de ultraderechista, pues razones no le sobrarían, a los presidentes estadounidenses que han abanderado las monstruosidades cometidas por sus ejércitos, el Pentágono y la CÍA a lo largo de la historia de los últimos treinta años?

Lo que digo. Nadie se salva de ser un miserable en la Política mientras haga de ella su profesión. Sólo se salva el político que no ejerce. Son numerosos los casos de escándalo por unos motivos o por otros, en los que la alianza del cinismo y la hipocresía habitual del político, del mejor político, es lo suficientemente repulsiva para el raciocinio cuando el filósofo Epicuro les decía a los alumnos de su Academia: ¡lejos de la política! Después de ese otro veleta, ese tal Tamames, que justifica su metamorfosis ideológica a lo largo de su larga vida diciendo:"no soy un fósil", llega este otro político, Rufián, y se destapa como un chismoso miserable o como un cabrón…

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