Nuestra propia historia demuestra que dificultades al parecer invencibles tenían solución
Un acontecimiento histórico puede significar una huella indeleble en la historia de un pueblo, pero puede o no trascender en la medida de que la obra reivindicadora posterior convierta en realidad o no las transformaciones sociales necesarias y soñadas.
Al conmemorar el 70 aniversario de los asaltos a los cuarteles Moncada y Céspedes respectivamente de Santiago de Cuba y Bayamo liderados por Fidel Castro es necesario resaltar ideas fundamentales que son el sustento de un hecho histórico singular en que la sangre derramada tras el fracaso de los objetivos de aquel día glorioso fue abriendo el camino de la liberación de un pueblo.
Al contrario de los que piensan algunos que parece han visto el triunfo como caído del cielo y que, tal vez, la Revolución les parece obra de la casualidad, esta ha sido fruto del trabajo previsor y del trabajo constante de los hombres que durante muchos años han venido enfrentándose a grandes y gigantescos obstáculos. Y no se podrá negar que en Cuba hubo una revolución que hizo justicia, que estableció la igualdad y la dignidad para todos los ciudadanos sin excepción.
Cabe, pues, la realidad que la revolución abrió el camino hacia la felicidad; cabe la felicidad de haber demostrado lo que el hombre es capaz de hacer; cabe patentizar que la justicia era posible de alcanzar. Cabe la satisfacción de la conversión de una utopía en realidad. La realidad cubana de hoy, y en especial su obra colosal en muchos campos sociales, tiene su fundamento en ideas cardinales de Martí, como autor intelectual del asalto al Moncada, como expresara Fidel, y en las propias ideas y convicciones de Fidel, cuando afirmó al final de su alegato La historia me absolverá: "Condenadme, no importa, la historia me absolverá".
Y toda la trayectoria recorrida por la revolución cubana durante estos 70 años, preñada de dificultades pero también de victorias, ha estado signada por las acciones e ideas de Fidel, quien a golpes de audacia, clarividencia y tesón fue forjando lo que antes parecía imposible.
Estas ideas son una brújula que nos guiaron ayer, son una guía para el hoy, y sirven de rumbo para el mañana de nuestra patria. Y toda esta capacidad de soñar y perseverancia siempre han tenido como sustento la fe en el pueblo.
Expresaba Fidel en el Informe Central al Primer Congreso del PCC:
"Sin un poco de sueño y de utopía no habría revolucionarios. A veces los hombres se detienen, porque consideran como insuperables a obstáculos que son superables. Nuestra propia historia demuestra que dificultades al parecer invencibles tenían solución. Pero el revolucionario tiene también el deber de ser realista, adecuar su acción a leyes históricas y sociales, y a beber en el manantial inagotable de la ciencia política y la experiencia universal los conocimientos que son indispensables en la conducción de los procesos revolucionarios. Hay que saber aprender también de los hechos y de las realidades."
"Pero ninguna idea triunfa así, fácilmente. Para que una idea triunfe hay que empezar a pensarla bien, hay que predicarla, hay que defenderla, hay que persuadir a mucha gente, y entonces al final la idea triunfa…"
Estas ideas son coincidentes con las expresadas por Hans Selye, quien fue capaz de sintetizar la esencia de este desafío para los hombres. Al respecto dijo: "Para convertir un sueño en realidad, el primer requisito es la capacidad de soñar, y el segundo, la perseverancia, es decir, la fe en el sueño".
Tres núcleos de ideas conforman esta frase. Primero, que los sueños, a pesar de su carácter ideal, no son pura utopía, sino que pueden materializarse. Segundo, que, para el logro de lo primero, es indispensable que se posea la capacidad de soñar, la imaginación creadora de algo ideal que algún día se hará indefectiblemente una realidad. Tercero, que la vía que conduce a la realidad, es la persistencia y lealtad al sueño, la convicción de que ese sueño es verdadero y digno de amarse y, además, de que sólo la acción, los esfuerzos y los sacrificios perseverantes de hombres, pueblos y generaciones, ya sea por años o por centurias, harán posible su génesis, su desarrollo y su plasmación en carnes de realidad.
Con la misma fe en la victoria que demostró nuestro pueblo a lo largo de su historia por la libertad y la independencia, desde aquel levantamiento glorioso del 10 de octubre de 1868, de la persistencia en la guerra para procurar el sueño en 1895 y años siguientes, de la ebullición e intentonas contra el status quo de la república neocolonial y de las dictaduras, de la lucha armada en las montañas y ciudades a partir del 2 de diciembre de 1956 hasta vencer finalmente el 1 de enero de 1959 y en los años por venir, hoy con esa misma fe en el triunfo hay que proseguir la marcha frente a todos los enemigos que se interpongan en el camino de sueños por conquistar.