El supremacísmo sionista israelí contra el pueblo palestino

Sábado, 11/11/2023 12:11 PM

Se dice que EEUU no tiene 50 estados, sino 51; el quincuagésimo primero es Israel, enclavado en el Medio Oriente

Este país, creado en 1948 como compensación al pueblo judío luego del holocausto causado por el nazismo con seis millones de muertos en los patéticos campos de concentración, en un principio no jugó el papel terrorífico que presenta hoy día.

Como producto de negociaciones británico-francesas que buscaban manejar las reservas petroleras de la zona, el nuevo Estado apareció, desplazando ya al pueblo palestino, pero sin presentar el carácter belicista de hoy.

Fue luego de la Guerra del Sinaí, en 1956, cuando EEUU, en esa época una potencia global, enfrentada con su archirrival, la Unión Soviética, en la Guerra Fría, entra a jugar en el Medio Oriente, intentando dominar las fuentes de oro negro.

A partir de entonces, desplazando definitivamente a Gran Bretaña como gran poder imperial, Washington comienza a entronizarse en la región.

Desde 1963, con la presidencia de John Kennedy, la relación de la Casa Blanca con Tel Aviv se vuelve orgánica. Allí, y en forma progresivamente creciente, Israel se convierte en la avanzada estadounidense en una zona que considera vital para sus intereses: reserva petrolera, punto donde bloquear la presencia soviética en aquel entonces, y hoy, la posibilidad de entorpecer el desarrollo chino manejando los hidrocarburos.

No es ninguna novedad que Israel recibe una gran ayuda estadounidense en lo militar: cuatro mil millones de dólares al año (el 17 por ciento de la ayuda externa mundial entregada por Washington).

Por complejos anudamientos de intereses el lobby judío de la superpotencia -con gran poder de influencia- consiguió que tanto la administración federal como importantes sectores de la iniciativa privada, destinen ingentes recursos al criminal supremacista sionista Israel.

La inversión no es gratuita. Israel, más allá de sectores pacifistas de los que también hay, como Estado nacional cumple a la perfección su mandato, no muy oculto por cierto, de defender intereses extrarregionales:

Es el gendarme armado hasta los dientes que la geoestrategia estadounidense destina a la región del Medio Oriente, incluso con armamento nuclear, oficialmente no declarado, pero de hecho existente (hasta 400 armas atómicas).

Desde la década de los 70 del siglo pasado, EEUU ha impuesto al mundo la necesidad de adquirir dólares para, con ellos, poder comprar petróleo. En otros términos, la mayor parte del planeta, salvo en ese entonces la Unión Soviética, se vio obligada a depender de la divisa norteamericana para acceder a un elemento tan vital en el mundo moderno como es este energético, indispensable para todo.

Pero ahora las cosas están cambiando.

China comenzó a disputarle la supremacía económica a EEUU en un trato de iguales. En este horizonte va de la mano de la otra gran potencia euroasiática, Rusia, con su inconmensurable poder militar, que también le permite hablar de tú a tú a Washington en el campo bélico.

La alianza Pekín-Moscú ha dado lugar al nacimiento de los llamados BRICS, ahora ampliados. Es decir: economías emergentes que se han alejado de la supremacía estadounidense.

El gas y el petróleo ya no lo negocian en petrodólares sino en otras divisas. Esto significa la decadencia final del hasta hoy imperialismo dominante de estadounidense. El mundo está dejando de ser unipolar, buscando un equilibrio multipolar.

Las petromonarquías del Medio Oriente, como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, o una poderosa teocracia como Irán, e igualmente Etiopía, importante productor de petróleo en África o Rusia, otra gran fuente de hidrocarburos, todas comienzan a fijar el precio del petróleo en monedas que no son el dólar.

Se va constituyendo así una nueva arquitectura global donde el capitalismo occidental (Estados Unidos y su furgón de cola: la Unión Europea, más el brazo armado de la OTAN) se ve confrontado por un nuevo orden internacional.

El Medio Oriente petrolero puede así desembarazarse de Washington. En esa lógica, el supremacísmo sionista israelí hiper militarizado queda fuera de juego.

Para los países de la región, los BRICS ampliados representan una alternativa más prometedora y tranquila que un EEUU belicista y su sucursal Israel, "un perro rabioso, muy peligroso para ser molestado", como dijera sin vergüenza el general judío Moshé Dayan.

En medio de esa nueva perspectiva que se va abriendo con los BRICS, aparece nuevamente la guerra en la zona. El ataque del grupo Hamas el 7 de octubre reabre el conflicto regional. El Estado de Israel comienza una ofensiva militar sin precedentes, masacrando a la población palestina so pretexto de aniquilar a Hamas.

El capitalismo occidental, con su silencio cómplice, termina avalando esa monstruosidad y las Naciones Unidas, una vez más, se muestran ineficientes para detener el genocidio.

EEUU necesita la guerra, un Medio Oriente en llamas le es funcional, por eso abiertamente apoya la injustificable e inmoral actual intervención militar israelí en Palestina. Incluso, promete traspasar miles de millones de dólares para apoyar esa aberración (más de 12 mil palestinos muertos). Israel vuelve a jugar el papel de "perro rabioso, muy peligroso para ser molestado".

El genocidio del pueblo palestino en Gaza y Cisjordania revela que Washington no busca la paz y por el contrario justifica la guerra.

El aniquilamiento de personas denominadas "terroristas" es la supuesta razón de las actuales acciones de Tel Aviv, con lo que el Medio Oriente completo arde y se consuma el mensaje de la Casa Blanca: "¡aléjense de los BRICS!"

El mensaje también incluye a Rusia y China, quienes no podrán quedar impávidos viendo cómo se ataca a sus socios y sus inversiones en la zona, por lo que estamos en el preámbulo de lo que podría ser una nueva guerra mundial.

Un imperio en declive como lo es hoy EEUU puede apelar a lo que sea para no perder su cetro. Amanecerá y veremos el desenlace de estás acciones bélicas entre las naciones más poderosas del planeta.

El mundo tránsita hacía una nueva geopolítica contra-hegemónica y antiimperialista.

 

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