La Psicología es una disciplina académica que trata de la conducta y de los procesos mentales del individuo. Pero existen diversas perspectivas psicológicas que se corresponden con enfoques o escuelas, cada una de las cuales posee sus propios sistemas conceptuales y metodológicos. Entre ellas puede haber coincidencias o claras incompatibilidades.
Pues bien, en general se acepta en psicología que el sociópata es un enfermo social de acuerdo a la etimología de la palabra. El sicópata tiene un trastorno de personalidad que consiste en ignorar los sentimientos de los demás, a quienes suele tratar con indiferencia e incluso crueldad sin sentir culpa ni remordimiento por su conducta. Hasta aquí una de las definiciones del sicópata, entre otras de las diferentes escuelas.
Pero yo aquí invierto el concepto. Si admitimos, aparte la praxis psicológica y metodológica obligada de la disciplina, que el foco de la personalidad sicópata está en la propia sociedad, sería como encontrar la causa de la causa de una personalidad psicótica en las pésimas relaciones de los progenitores entre sí y con él hijo de ambos. La falta de empatía de sus padres con él y el maltrato recibido por ellos, son proyecciones del maltrato, la indiferencia, etc que el hijo infiere a los demás.
Pero para definir al sociópata con el máximo rigor científico, tanto la psicología como la psiquiatría académicas, sea cual fuere la metodología y la escuela, no deben ignorar el tipo de sociedad a que pertenece el psicópata. Pues los hay de todas clases. Si hablamos de Europa y en general de la sociedad occidental donde rige un sistema político y económico común, el de libre Mercado, hay sociedades con un alto nivel de cohesión interna, donde se acepta, por ejemplo, con más o menos naturalidad la estratificación de clases, pues en general nadie está totalmente desprotegido de lo esencial; sociedades en las que no se propicia las variaciones de la educación cívica básica. De esta clase son la británica, la sueca, la finlandesa, la danesa, la noruega, la holandesa, la alemana e incluso las sociedades eslavas. Naciones de costumbres estables, poco propicias a los cambios, y menos a los cambios bruscos en comparación con otras sociedades. Hay otras sociedades más abiertas que aceptan las transiciones suaves, como la francesa, donde ni la homosexualidad ni la xenofobia, por ejemplo, son un problema hace mucho tiempo… Y hay otras, en cambio, como la española, donde a lo largo de poco más de un siglo los vaivenes políticos y sociológicos son ya históricos e influyen notablemente en la idiosincrasia del pueblo español. En menos de cien años se ha pasado, de un sistema monárquico, primero absolutista, luego moderado, a una república; a la que sigue una restauración monárquica, y a ésta sigue una nueva república que tras una guerra civil que dura más de tres años. termina en una dictadura caudillista. Una sociedad donde la homosexualidad ha sido perseguida hasta el régimen político actual, donde casi durante cuarenta años, la vida estable en pareja estaba basada en el matrimonio vitalicio forzoso, mientras el divorcio estaba instituido en los países occidentales hacía casi un siglo, salvo Italia que lo aprobó en 1970. Por otro lado, incontables vicisitudes y comportamientos políticos reprobables, así como la fabricación tramposa de la forma de estado y de gobierno, por la aprobación angustiada por haberse propalado la amenaza de un golpe de estado si no se refrendaba en las urnas una Constitución de redacción y factura virtualmente franquistas… Eso, y una educación religiosa tremendista. Lo que sitúa a España a una distancia considerable de las demás naciones europeas. Todos estos datos y circunstancias que si han de influir notablemente en la psicología colectiva y en la mentalidad de las generaciones que se van sucediendo, incluso por vía genética, también han de dejar huellas en el ánimo, en el espíritu y por supuesto en la personalidad integral del individuo aislado,. En resumen, no creo por tanto que haya inconveniente en aceptar que la sociopatía sea mucho menos frecuente en sociedades estables bajo todos los puntos de vista, que en una sociedad destartalada y alterada políticamente durante casi medio siglo y al mismo tiempo estable por la paz del cementerio dictatorial, como la española. Es más, España me parece que es un semillero de sociópatas. Abierta de par en par a toda clase de novedades llegadas por vía publicitaria y comercial, las festividades anglosajonas se van introduciendo rápidamente en la vida social condicionando los hábitos de una manera estúpida al no haber consciencia de que es el "hampa" comercial el verdaderamente interesado en que esas fiestas progresen porque el consiguiente aumento de consumo está garantizado. A fin de cuentas el modelo económico se derrumbaría con estrépito si por una educación exquisita en las escuelas y en todos los foros cesara repentinamente el consumo compulsivo… Para tener un comportamiento y una actitud normales hay que suponer que la persona se adapta perfectamente a su sociedad y a los permanentes cambios ahora multiplicados por las nuevas tecnologías. El sociópata no se siente recompensado por el comportamiento general de su sociedad, ni por las condiciones de la estructura social, política y económica con una carga desigualdades que la hacen detestable. En países y tiempos tranquilos y ordenados, es fácil distinguir al sociópata, pero en tiempos convulsos, inciertos y decadentes en que la población se va distanciando rápidamente entre sí pero también de sus orígenes y costumbres, con una distancia considerable mental y psicológica entre mayores y menores que nada tiene que ver con la que por ley de vida ha habido siempre, en España la población de sociópatas ha de ser considerable
Razones todas estas por las cuales el sociópata en España invierte, más bien escupe, el diagnóstico psiquiátrico. Pese a que la sociedad necesita de la corrección de comportamientos por esta vía psicológica o psiquiátrica, acompañada de la corrección por la vía jurídica y penal, porque son imprescindibles para el deseable funcionamiento de toda sociedad, no es lo mismo, en general, el sociópata de una sociedad nórdica, por ejemplo, que un sociópata de la sociedad española, pues es él quien considera que tiene motivos más que suficientes para detestar a "su" propia sociedad. Sobre todo si tiene mucha edad y un largo recorrido. Algo, por cierto, que no ha de estar muy lejos de lo que sucede en la sociedad estadounidense donde negros e hispanos han de convivir con una mayoría dominante y aplastante compuesta de wasp (blanco, anglosajón y protestante). Desde luego no extraña que, al menos en las grandes ciudades españolas abunden personas que, invirtiendo el sentido "técnico" dado a la sociopatía, odien a la sociedad y con mayor motivo a quienes tienen responsabilidades públicas…. Los propios psicólogos y psiquiatras han de estar asustados de la celeridad con que se manifiestan trastornos graves de esta naturaleza que, en naciones como Estados Unidos donde los procesos sociológicos son brutales, se traducen con frecuencia en actos de locura disparando con un rifle el sociópata contra todo lo que se mueve…
Y, hablando de sociópatas, ¿qué son si no sociópatas esos escuadrones de individuos que hacen la guerra en pantallas desde sus despachos y a miles de kilómetros del teatro de operaciones, sin riesgo alguno personal, a diferencia de los caudillos y reyes que en otros tiempos iban al frente de sus huestes?
Byung Chul Han, de origen coreano, filósofo de la Universidad de Berlín no define al sociópata, pero sí a quien como consecuencia de todo lo dicho aquí, se convierte en un individuo esquivo y marginal para no ser sociópata: "ese que del fracaso en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace responsable a sí mismo y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la especial inteligencia del régimen neoliberal. Dirigiendo la agresividad hacia sí mismo, el explotado no se convierte en revolucionario sino en depresivo"