La deriva del yen, la inflación en Japón y el oro como reserva de valor

Sábado, 30/12/2023 06:12 AM

El yen japonés ha experimentado una escalada devaluacionista desde octubre de 2022 y ésta se ha intensificado durante el presente año. Para el 29 de diciembre de 2022, la divisa nipona se ubicaba en 132,95 unidades por dólar estadounidense, sin embargo, el 09/11/2023 el yen sobrepasaba las 151 unidades por billete verde por segunda vez en menos de dos semanas y ello representaba una depreciación del -11,95% en 11 meses. Si vamos más atrás en el tiempo, el yen fluctuaba hace cuatro lustros en 107,95 (05/12/2003) y ello significaría una devaluación del -28,50% en 20 años. La tasa de inflación en Japón, un fenómeno casi desconocido para dos generaciones de nipones, se ha disparado a niveles nunca vistos en más de cuatro decenios: en 2022 fue del 3,7% en octubre y del 4% en diciembre. Durante 2023, las cotas continúan siendo altas aunque desaceleradas por los subsidios gubernamentales: 3,2% en agosto y 3% en septiembre. Con respecto al oro, el valor del gramo del metal amarillo en enero de este año era de 7.675,97 yenes (02/01/2023) y hace casi dos meses estaba en 9.462,37 yenes (09/11/2023), lo que se traduce en un aumento del 23,27% o una depreciación del -18,87% para la moneda japonesa en casi un año (*). Para más inri, la barrera psicológica de los 150 yenes por dólar es una línea roja para comenzar a determinar si esta divisa sigue siendo un activo refugio para los capitalistas en todo el orbe.

El yen mantuvo una tasa de cambio fija de 360 unidades por cada billete verde yanqui después de la Segunda Guerra Mundial y ésta persistió hasta que Washington cerró la ventana del oro en agosto de 1971. Desde entonces, el valor del yen se hizo flotante y fue fortaleciéndose en el mercado global a medida que la economía japonesa se industrializaba y se hacía más competitiva. El yen forma parte de la cesta de divisas del Fondo Monetario Internacional (FMI), junto al dólar estadounidense, el euro, la libra esterlina y el yuan (incluido en octubre de 2016). En las últimas cuatro décadas, el rango de oscilación usual del yen ha estado entre las 277,10 unidades por rectángulo glauco (25/10/1982) y las 76,30 (19/09/2011). De hecho, la percepción acerca de la moneda nipona como "activo refugio" durante las décadas de 1980, 1990 y 2000, se ha debido a la evidente estabilidad del yen con respecto a otras divisas como el dólar o la libra esterlina, además del despegue y consolidación de Japón como potencia económica -en especial- en el decenio de 1980. Ni hablar de que el yen es una de las cinco monedas más utilizadas del planeta en intercambios comerciales. Por todo lo pretérito, debería preocupar a los capitalistas la acentuada deriva de tiempos recientes de la divisa de marras. La cota de 151 unidades que se alcanzó a finales de octubre y principios de noviembre de este año, es un horizonte que no se exploraba desde el año 1990, o sea, en plena crisis del estallido de la burbuja inmobiliaria y financiera de aquella época (baburu keiki). No olvidemos que el auge económico de Japón en la década de 1980 provocó una sobrevalorización de activos demencial en dicho país y eso desató un bulbo de dimensiones colosales que reventó en el ocaso de los 1980 y sus consecuencias aún se palpan hoy en día en la Tierra del Sol Naciente.

Si bien es cierto que el Banco de Japón (Bank Of Japan o BOJ) ha buscado depreciar el yen en tiempos pasados para hacer más competitivas las exportaciones niponas, sobre todo en los decenios de 1980 y 1990, la actual debacle de este signo monetario es muy perjudicial para la economía de esta nación: la sostenida desindustrialización de los últimos 30 años por la migración de empresas nacionales a otras latitudes donde la mano de obra es más barata, ha hecho a Japón más dependiente de las importaciones. Ni platicar de su subordinación absoluta a los hidrocarburos foráneos que en el presente es más onerosa por la subida de los importes de las distintas fuentes de energía fósil. Por ende, el gobierno nipón se ha visto obligado a aliviar la carga tributaria a los hogares de bajos ingresos, entre otras medidas fiscales, para aligerar el cada vez más abultado fardo del costo de la vida. El más reciente paquete de "estímulo" se aprobó a principios de noviembre de este año y está por el orden de los 113 mil millones de dólares (**). Si no fuese por lo pretérito, el impacto de la inflación sería más demoledor en los ciudadanos. Por lo tanto, un yen más débil es catalizador para mayores guarismos en el Índice de Precios al Consumidor (IPC) y eso debe evitarlo a toda costa el BOJ. Tras casi tres décadas de deflación (lo opuesto a la inflación), ahora Japón debe controlar la cotización de su divisa. Verbigracia, en octubre de 2022, el banco central tuvo que entrar en escena para detener la caída del yen más allá de las 151 unidades por dólar (151,94 para el 20/10/2022). Para que tengamos una idea: el BOJ no ejecutaba una operación de ese calibre desde 1998.

Otro elemento que incide en la depreciación del yen es la abismal diferencia de tasas de interés de referencia entre el BOJ y sus pares occidentales. Por ejemplo, mientras los tipos en Japón son negativos (-0,10%), en Estados Unidos están en el rango de 5,25-5,50%. Ello desincentiva a los capitalistas a acumular yenes y, por el contrario, los empuja a venderlos (junto a activos nipones) para adquirir dólares yanquis o Bonos del Tesoro de EEUU con un rendimiento muy superior. Es algo así como decantarse por la institución financiera que te ofrezca más retornos por tu dinero. El BOJ pudiese elevar tipos con el fin de detener el colapso del yen, no obstante, tiene dos grandes obstáculos: primero, a mayor tasa de interés hay que pagar más servicio por la monstruosa deuda del país que sobrepasa el 250% del PIB; y segundo, acortar la brecha entre las tasas de referencia de Japón y EEUU, verbigracia, provocaría apabullantes pérdidas a los especuladores que venden yenes o activos japoneses para obtener billetes verdes o instrumentos de renta fija estadounidenses, entre los cuales hay muchos bancos y empresas locales. Voilá! C'est-á-dire, el BOJ está entre la espada y la pared. La otra alternativa es que el banco central comenzase una venta masiva de Bonos del Tesoro yanquis para disminuir la presión sobre la moneda japonesa, pero dicha oferta golpearía considerablemente el precio de los instrumentos de renta fija del Tío Sam en un momento bastante delicado para la economía de EEUU.

El BOJ ha adquirido el 53% de todos los bonos gubernamentales (JGB o Japanese Government Bonds) emitidos hasta la fecha, lo que ha estatizado de facto el mercado de renta fija de este país asiático (***) y esto se ha logrado a través de la Flexibilización Cuantitativa o emisión de dinero que se está implementando desde 1995, para lo cual el banco central ha llevado los tipos hasta terreno negativo (-0,10%) y el bono gubernamental a 10 años apenas ofrece un rendimiento que se balancea entre 0,75 y 0,80%. Y tal como lo reseñamos antes, estas cotas no pueden encumbrarse mucho por el extremo nivel de endeudamiento del Estado nipón. De hecho, el BOJ realiza numerosas compras "no programadas" -ofreciendo un máximo de 1% de interés- para tratar de controlar la curva de rendimiento y evitar que ésta se desboque, sin embargo, la continua devaluación del yen hace más cuesta arriba esta labor puesto que los capitalistas venden yenes y bonos nipones para hacerse de dólares y Bonos del Tesoro de EEUU. Por ende, el BOJ se convierte en el único comprador de estos bonos con el fin de dar una apariencia de que todavía existe un mercado de renta fija nacional con oferentes y demandantes. Lo que queda más que manifiesto es que tras casi 30 años de Flexibilización Cuantitativa donde ha habido deflación la mayoría del tiempo, la inflación en el IPC se ha apuntalado por la depreciación de la moneda local y la escalada de los hidrocarburos, sobre todo desde principios de 2022, algo que ha puesto en aprietos a los directivos del BOJ y ha pulverizado el mantra de los neoclásicos de que la emisión de dinero desata la dilatación de los importes. Recordemos que los bonos son mecanismos de financiamiento de los Estados y las compañías que otorgan una tasa de interés anual -como aliciente- a quienes se hagan de estos. Cuando el bono alcanza su período de maduración, el emisor del mismo paga al tenedor el principal (lo que costó el bono) más el cupón (rendimiento) de ese último año. Como ya hemos atisbado, Japón no brinda demasiado en ese sentido y por ello los inversionistas huyen hacia otras opciones más "apetecibles".

LAS CONSECUENCIAS DE UN INEVITABLE COLAPSO DEL YEN Y SUS EFECTOS EN LA ECONOMÍA MUNDIAL

Tal como hemos afirmado con anterioridad, el yen integra la canasta de divisas del FMI. No estamos platicando de ningún símbolo dinerario de alguna república "tercermundista", sino de un componente crucial en la economía de una de las potencias del denominado G7. Un escenario donde el yen superase las 159,65 unidades por dólar -máximo del 02/04/1990 (****)- desencadenaría una altísima inflación y una crisis de confianza en la moneda de marras, lo que traería consigo un derrumbe de las instituciones financieras y las empresas del país asiático, con consecuencias inimaginables para la economía global. El efecto dominó sería inexorable en el resto de las divisas existentes: la libra esterlina, el euro y el dólar yanqui. El yuan sería la moneda menos afectada gracias a la vasta cantidad de oro que ha acumulado el banco central chino, ya que ante un contexto apocalíptico de falta de confianza en el papel mercantil, se impondría la milenaria credibilidad del metal áureo. Nos guste o no, sería imperativo regresar al patrón oro. Otro de los efectos nefastos de un cataclismo "Made In Japan" sería la destrucción de los mercados de renta fija no sólo en la nación nipona sino en todo el planeta. Un territorio completamente desconocido e inquietante para todos, dado que sería el fin del sistema tal como lo conocemos en la actualidad.

La depreciación de la divisa nipona es una prueba de fuego para todo el capitalismo, ya que ésta ha sido un activo confiable y estable durante varias décadas y una probable implosión del mismo tendría efectos devastadores en Japón y más allá. La inflación en la Tierra del Sol Naciente se debe a la creciente debilidad de la moneda local frente al rectángulo glauco y al pronunciado encarecimiento de las fuentes de energía tradicionales. El BOJ no puede permitirse un yen por encima de las 150 unidades por billete verde porque ello sería un catalizador para un mayor aumento en el Índice de Precios al Consumidor, no obstante, elevar los tipos de interés no es una opción para detener la depreciación debido a que esto haría más cuesta arriba el servicio de deuda y afectaría a instituciones financieras y empresas que apuestan al hundimiento del yen para consolidar amplias ganancias con activos estadounidenses. En ídem dirección, el banco central debe controlar la curva de rendimiento del bono gubernamental a 10 años (JGB) con el fin de salvaguardar la horquilla entre éste y su equivalente del Bono del Tesoro yanqui. La estatización del mercado de renta fija nipón es una muestra de que la manoseada tesis de los neoclásicos de la economía de que los mercados se autorregulan, es una abyecta y descarada falacia. Mientras tanto, la cotización del oro alcanza cimas históricas producto de la fluctuación cambiaria y el nerviosismo por el declive del yen: la gente compra el metal amarillo para protegerse del elevado costo de la vida. Estamos a las puertas de una novel debacle económica planetaria y Japón parece estar en el epicentro del desastre.

 

P.D. Las intervenciones del BOJ en el mercado de divisas han logrado, por fin, una apreciación notable del yen en las últimas semanas: ha pasado de 150,77 unidades por dólar (16/11/2023) a 142,13 (21/12/2023), o sea, una revalorización del 6,07%. Sin embargo, la tendencia a futuro es a retomar el sendero de las 150 unidades por billete verde. Para rematar, el BOJ tiene pérdidas no realizadas en su portafolio de compra y venta de divisas por el orden de los 71 mil millones de dólares para finales de septiembre de este año. De acuerdo con proyecciones del Fondo Monetario Internacional, la crisis nipona provocará un desplome del PIB nominal de esta nación asiática del -0,2% interanual, principalmente por la devaluación del yen, hasta los $4,23 mil millones. Por consiguiente, Japón perdería el tercer puesto como una de las economías más colosales del orbe y Alemania ocuparía su lugar con un PIB de $4,42 mil millones. Por si fuese poco, el sector bancario nipón ha perdido más del 5% de capitalización de mercado durante la segunda y tercera semanas de diciembre: el SoftBank está en una posición muy delicada, ya que ha tenido guarismos rojos por $4 mil millones por el derrumbe del yen en los últimos meses. ¿Generará una crisis bancaria global la inevitable quiebra del SoftBank?

(*) Los inversionistas locales han sacado rédito de la apreciación del metal áureo. Ya que las acciones de bolsa están muy caras, estos prefieren adquirir fondos negociados en bolsa (ETF) respaldados por lingotes dorados: https://www.japantimes.co.jp/business/2023/09/12/markets/japan-gold-prices-weak-yen/

(**) https://www.reuters.com/markets/asia/japans-kishida-announces-113-bln-package-combat-inflation-pain-2023-11-02/

(***) Para 2021, los bonos gubernamentales (JGB) ocupaban el 88,6% del mercado local de renta fija. Por eso hablamos de una estatización de facto. Voilá!

(****) https://www.poundsterlinglive.com/bank-of-england-spot/historical-spot-exchange-rates/usd/USD-to-JPY-1990

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