El mundo cambió y, las potencias capitalistas de occidente, pareciera que no se hubieran percatado del mismo. Siguen creyendo que son los únicos dueños del mundo. Por eso, su política internacional continúa teniendo como base de sustentación de su poder, la fuerza. Es tal su ceguera que no logran ver que los factores económicos, políticos, sociales, étnicos, religiosos, domésticos y humanos, que viven los pueblos son multidimensionales. Siguen creyendo en la existencia de un mundo homogéneo; que, existe una sola cultura, la suya, la euronorteamericana. Siguen, en definitiva, aferrados a la existencia de un mundo unipolar irreal, inexistente.
El mundo cambió y la realidad es otra. Y es que, después de la caída del muro de Berlín y el derrumbe de las Torres Gemelas, el neoliberalismo comenzó a ser puesto en cuestión. El "fin de la historia", no fue más que una teoría con la cual se pretendió mantener vigente el poder hegemónico que, la modernidad occidental capitalista, venía imponiendo desde el renacimiento. El mundo cambió y no ha sido para remozar el capitalismo hegemónico, imperial. Ha generado una nueva realidad internacional.
Los problemas que hoy tienen los pueblos del universo, no pueden ser resueltos a partir de las formulaciones teóricas de la política internacional clásica. Por tanto, es necesario avanzar en la construcción de un nuevo marco conceptual que dé cabida a lo diverso. Que deseche la "tiranía de lo universal", porque hoy no es posible uniformar las naciones del mundo. Que entienda que el mundo de hoy es otro. Que, incluso, en el marco de las relaciones capitalistas de producción, emergen nuevas potencias que reclaman su derecho a tener un espacio para su relacionamiento internacional autónomo y soberano. Que asistimos a la estructuración de un mundo multipolar, heterogéneo.
Pues bien, si el mundo de hoy es otro, la política internacional de las naciones del mundo tiene que ser otra. Las relaciones entre estas deben realizarse a partir de nuevas expectativas, de nuevos propósitos, nuevos objetivos; en donde, el hegemonismo imperial, no determine el relacionamiento entre ellas.
El gobierno estadounidense parece no entender esta realidad. En la Estrategia de Seguridad Nacional del gobierno Biden-Harris, documento en el cual se plasman los principales lineamientos a partir de los cuales la potencia imperial del norte, "se propone promover nuestros (sus) intereses fundamentales y contribuir a un mundo libre, abierto, próspero y seguro". Para lo cual, dicen que: "Emplearemos todos los elementos de nuestro poder nacional con los que contamos para superar a nuestros competidores estratégicos, responder a los desafíos que tenemos en común y definir las condiciones".
Por lo que, en aras de alcanzar dichos objetivos, habrán de: "Invertir en las fuentes subyacentes y las herramientas del poder y la influencia estadounidenses; Construir la coalición de naciones más sólida posible para potenciar nuestra capacidad de influencia colectiva a efectos de configurar el entorno estratégico global y resolver desafíos en común; y, modernizar y fortalecer a nuestras fuerzas militares con el fin de prepararlas para la era de la competencia estratégica".
Reconoce el gobierno supremacista de Joe Biden que: "No podremos competir con éxito para configurar el orden internacional a menos que tengamos un plan proactivo para abordar los desafíos en común, y para eso debemos reconocer el modo en que una mayor competencia afecta la cooperación y actuar en consecuencia". Por lo que: "Nos proponemos competir de manera eficaz con la República Popular China, que representa el único competidor que tiene la intención y, cada vez más, la capacidad de redefinir el orden internacional, y al mismo tiempo contener a una Rusia peligrosa".
No querer entender que los problemas que hoy tiene la humanidad, y la manera de enfrentarlos, debe tener como punto de partida el análisis de la manera desigual e inequitativa cómo está distribuida la riqueza en el mundo, no enfrentarlos, es vivir en un mundo irreal.
En la Estrategia de Seguridad Nacional del Gobierno de Estados Unidos, el Presidente Joede Biden y la Vicepresidenta Kamala Harris, afirman que la misma tiene como objetivo: "proteger la seguridad del pueblo estadounidense, generar más oportunidades económicas y hacer realidad y defender los valores democráticos que son esenciales al estilo de vida estadounidense". Propósito que aspiran alcanzar a través de la implementación de cuatro acciones prácticas:
COOPERACIÓN EN LA ERA DE LA COMPETENCIA. Se proponen revisar el modo en que "una mayor competencia afecta la cooperación y actuar en consecuencia". Para lo cual, establecerán un modelo de "competencia estratégica". Ya que: "El desafío estratégico más apremiante que enfrentamos en el objetivo de lograr un mundo libre, abierto, próspero y seguro, son los poderes que combinan la gestión autoritaria con una política exterior revisionista".
INVERTIR EN EL PAÍS. Afirman que, "harán inversiones que perfeccionen nuestra ventaja competitiva y consoliden nuestra resiliencia". Que están, "complementando el potencial innovador del sector privado con una estrategia industrial moderna que efectúa inversiones públicas estratégicas en nuestra fuerza laboral, sectores estratégicos y cadenas de suministro, particularmente en las tecnologías críticas y emergentes". Así como también que, están "modernizando nuestras (sus) fuerzas militares, promoviendo tecnologías avanzadas e invirtiendo en nuestro personal de defensa para que Estados Unidos esté en mejores condiciones de defender nuestra patria, nuestros aliados, socios e intereses en el extranjero, así como nuestros valores en el mundo".
NUESTRO LIDERAZGO PERMANENTE. Señalan que, Estados Unidos tiene una "vasta experiencia transformando los desafíos en el país y el extranjero en oportunidades de promover reformas y renovaciones en nuestra nación". Por lo que, sus "alianzas y asociaciones en todo el mundo son nuestro activo estratégico más importante, que nos proponemos afianzar y modernizar en beneficio de nuestra seguridad nacional".
INTERACCIÓN PROACTIVA. Conscientes de que "Estados Unidos es una potencia mundial con intereses globales", dicen que están "impulsando una agenda proactiva para favorecer la paz y la seguridad y para promover la prosperidad en todas las regiones".
Si algo está demostrado es que, Estados Unidos, aunque sigue siendo la principal potencia económica y militar del sistema capitalista occidental; sin embargo, su poder, a nivel universal, ya no es el mismo.
Immanuel Wallerstein, sociólogo estadounidense, afirma, "que Estados Unidos se ve hoy una superpotencia solitaria que carece de verdadero poder, un dirigente mundial al que nadie sigue ni respeta y una nación peligrosamente a la deriva en medio de un caos global que ella no puede controlar".
Jaffrey Sachs, al definir la política internacional de su país, dice que: "Al desaparecer la Unión Soviética algunos líderes estadounidenses se metieron en la cabeza la idea de que ahora existía lo que ellos llamaron el "mundo unipolar", y que Estados Unidos era la única superpotencia y podía llevar las riendas de todo. Los resultados han sido desastrosos. Hemos tenido tres décadas de militarización de la política exterior de EEUU".
Noam Chomsky, ha señalado que Estados Unidos vive una situación en la que: La desigualdad actual no tiene precedentes. En términos absolutos se trata de uno de los peores momentos de la historia de los Estados Unidos; pero, si se analiza en profundidad, es evidente que proviene de la extrema riqueza de un minúsculo sector de la población, la pequeña fracción del uno por ciento".
Ante las anteriores reflexiones, una interrogante es inevitable: ¿Cómo harán Biden y Harris para darle viabilidad a su Estrategia de Seguridad Nacional? No olvidemos que, el capitalismo neoliberal, como sistema mundo, se edifica sobre criterios políticos basados en el uso de la fuerza. Que el liderazgo político económico y social estadounidense, sigue creyendo que: Dios eligió a los Estados Unidos para ser una potencia política, económica y militar. Y, los eligió, asimismo, para ser los dueños del mundo.
Para mantener su hegemonía, los gobiernos de Estados Unidos, han recurrido de nuevo a los postulados teóricos y prácticos formulados en el Destino Manifiesto. Doctrina que ha alimentado ideológicamente las más perversas formas de colonialismo, esclavismo y racismo de la política imperial de esa nación.
Ralf Dahrendorf, al exponer sus impresiones sobre el advenimiento del siglo XXI, señaló que éste podía ser el "siglo del autoritarismo". Wilhelm Heitmeyer, hablaba de la emergencia de un "capitalismo autoritario, una política represiva estatal y un populismo de derecha furioso". Dani Rodrik, señalaba que "la globalización conduciría a la desintegración social y advirtió de que un revés proteccionista era un escenario posible y real".
A los gobiernos de Estados Unidos, estas predicciones, nada les dijo. Continuaron convencidos que sus problemas eran coyunturales. Que estos eran producto de la manera cómo funcionaba el resto del mundo.
Es por ello que, cuando en la Estrategia Biden-Harris se señala que van a realizar una Interacción Proactiva, hacia (y con) los demás países del orbe; y, que lo harán a partir de su condición de ser "una potencia mundial con intereses globales"; y que, su interacción la están impulsando como "una agenda proactiva para favorecer la paz y la seguridad y para promover la prosperidad en todas las regiones"; por lo que, insistiran en reanudar y profundizar esas alianzas "para impulsar la resiliencia económica, la estabilidad democrática y la seguridad ciudadana", nada nuevo dicen con estas afirmaciones.
El orden mundial, estructurado a partir de los fundamentos de la cultura occidental capitalista, está llegado a su final. Recordemos que hace algunos años, J. F. Lyotard y R. Rorty, en sus obras: La condición posmoderna y La filosofía y el espejo de la naturaleza, reflexionan sobre la vigencia y pertinencia del mismo.
Las razones que determinan la crisis, que vive Estados Unidos, no son coyunturales; demuestran, por el contrario, que el capitalismo vive una crisis sistémica. Que el capitalismo no tiene la oportunidad de inventar una nueva teoría, como la tuvo en los años treinta de la centuria pasada con el keynesianismo, para sobrevivir a ella.
Y es que, con la imposición del modelo neoliberal, agotó toda posibilidad de imaginar las directrices políticas que le permitan superarla. Nos dice que, de aquellos Estados Unidos imaginados por Alexis de Tocqueville, en su Democracia en América (1835-1840); que, incluso, nuestro Libertador Simón Bolívar, en carta dirigida a Francisco O´Leary, llegó a considerar como el mejor "país del mundo", no queda nada.
En razón de ello, el nuevo orden mundial que se está fraguando, debe construirse a partir de las enseñanzas que deparan las experiencias vividas. Ya que, en el presente, se abre paso la conformación de un mundo más fragmentado, más diverso, más heterogéneo, cuya complejidad no es de fácil advertencia.
Una nueva geopolítica se abre camino en las relaciones internacionales. La emergencia de nuevas potencias económicas como China, Rusia, India, Corea del Sur, Turquía, por mencionar algunas, generan nuevas expectativas a escala universal. El surgimiento de los BRICS anuncia el establecimiento de un nuevo modelo de integración y relacionamiento. El G-20 y el G-/7, lucen agotados. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN), han perdido fuerza y credibilidad. El presente nos indica que, el tiempo por venir deberá estructurarse a partir de nuevos principios. Lo que está ocurriendo en Europa Oriental, es la mayor evidencia de esta afirmación. La confrontación EEUU-Unión Europea contra Rusia, escenificada en territorio ucraniano, es un enfrentamiento por la sobrevivencia del mundo unipolar, hegemónico y supremacista.
Por lo que, el fraguado de un mundo multipolar tiene que tener, como propósito fundamental alcanzar la paz verdadera del universo. Nuevos conceptos, nuevas formulaciones epistemológicas, tienen que generarse con miras a que pueda alcanzar su legitimación. Este nuevo paradigma universal, por tanto, no podrá hacer de la fuerza militar, política o económica el ente a partir del cual avance y consolide su hegemonía. Así como tampoco podrá ser un sistema abierto como para proclamar un "dejar hacer, dejar pasar" sin límites ni restricciones, en donde "todo lo que suceda es válido".
Derrotar las pretensiones recolonizadoras del imperio, a través de la Estrategia de Seguridad Biden-Harris, nos dice que el reto que tenemos por delante no es cualquier cosa; y que, por la defensa de nuestra soberanía, por nuestra libre determinación, por la defensa de la dignidad y el heroísmo del pueblo venezolano y por el legado histórico de nuestros Padres Libertadores, estamos obligados a asumirlo.