Por esos cambios, de los cuales hablé en la parte primera de este trabajo, ese no poder hacer con demasiado descaro lo que te provoque, como poner a unos militares, incitados por un agregado militar de una embajada a dar un golpe de estado para quitar un gobierno, como lo hicieron con Jacobo Arbenz, Rómulo Gallegos, Allende, y paremos de contar, para imponer dictaduras, ya no se viene usando con la frecuencia de antes, por lo menos en América Latina. Menos lo de las descaradas invasiones, como en Granada, Panamá y en República dominicana para destituir a Juan Bosch y hasta aquello para apoyar a Gómez, como enviar barcos de guerra a la Guaira a manera de amedrentar a los discrepantes.
El último intento de invasión, en este caso sobre Venezuela, llamada Gedeón, supongo por aquel antiguo guerrero israelita, fue según la historia divulgada, resultado de un contrato entre la "presidencia interina" y un cuerpo militar de contratistas de la guerra, algo así como bandoleros, delincuentes legalizados, que resultó en un rotundo fracaso, hecho ante el cual, el gobierno de EEUU fingió no tener nada que ver y pareció distanciarse. Lo que de por sí, ya es un cambio. Y es hasta curioso, como los "contratistas", por lo menos hablaron de demandar a quienes les contrataron, dado que con ellos, como con cierto sector opositor y el pueblo mismo, no cumplieron sus compromisos y ofertas. Pero también es curioso que, en las conversaciones entre la Casa Blanca y el gobierno, que tienen incidencia en los Acuerdos de Barbados, se acordó por petición estadounidense liberar a los "contratistas de la guerra" detenidos como resultado del fracaso de la "Operación Gedeón", lo que le da esto cierto rasgo de inmoralidad, aparte de la ilegalidad misma.
La subsistencia de Maduro, sin importar las razones que de lado y lado se aleguen para justificar lo acontecido, habla con elocuencia del cambio. Ya EEUU no tiene la ventaja, por lo menos a libre disponibilidad y aunque sea "por ahora", a la "chimberra", como decíamos los cumaneses, el "derecho divino" de intervenir militarmente de manera descarada en nuestro espacio y cuando le venga en gana; por lo menos tiene limitaciones y se cuida de no hacerlo; saben bien que, hoy el mundo es un cuero seco, pisas una punta y se levanta la otra. No hace mucho, pues como ya dije, cuando hablamos de historia, los años se achican, EEUU no pudo deshacerse de Castro y sus barbudos en Cuba. La URSS le paró con sus misiles y luego tampoco porque hubo un cambio de actitud ante los cambios generales en nuestro espacio y planeta todo. Y eso fue, sin que nos percatáramos, un anuncio de lo que vendría y sería un cambio de conducta, pese uno no sepa hasta cuándo.
Ahora esas intromisiones y cambios bruscos, han tomado otro camino y exigen circunstancias distintas. Los últimos golpes, si mi memoria no me falla, dado con militares de adentro, con la asesoría gringa, ni cumplir ninguna formalidad, como el apoyo parlamentario, el tradicional, de la fuerza bruta o de las armas, fueron dados a Allende y a Zelaya, de Honduras. Para tumbar a este último, EEUU apenas dio un apoyo formal, simulado o insinuado con los militares de la base militar Soto Cano o Palmerola y hasta la descarada alcahuetería de Oscar Arias y la OEA. Cuando digo simulado, quiero decir que, pese estuvo metido en el asunto, puso mucho cuidado en no aparecer y hasta no se atrevió a pronunciarse públicamente sobre el asunto.
Quisieron deshacerse antes de tiempo de Rafael Correa, hasta por la vía militar y no pudieron, pues el peso de la opinión latinoamericana no se lo permitió, tuvieron que inventar la artimaña asquerosa de Lenin Moreno, ante lo que, sin duda, Rafael Correa cayó en una trampa hasta como un ingenuo. Lo que además revela que no es fácil evitar dejarse penetrar por el diablo y hasta con el viejo truco del "Caballo de Troya", pese los cambios de los cuales hablamos.
Pero es que el mundo viene cambiando tanto y tan rápido que ahora más que antes, uno puede decir, como el tango argentino, "20 años no es nada". La OEA, por ejemplo, que llegó a tener en nuestro espacio, su espacio, gran poder y hasta cierta respetabilidad, ha llegado a un nivel de descrédito insuperable, sobre todo bajo el mando de Luis Almagro
Contra Chávez, justamente hace unos 20 años, intentaron un golpe militar extraño, por lo que el mundo ha cambiado. Donde unos militares de alto rango, integrantes de eso que llaman "el alto mando militar", decidieron destituir al presidente, pero cumpliendo ciertas formalidades, como secuestrarlo y hacerlo renunciar o difundir la falsa información que lo había hecho. Pero no contaron con los cambios o las vueltas del mundo, la multitud salió a protestar contra ese golpe militar y lo que fue más extraño, los militares de menor jerarquía y hasta los soldados rasos de todas las fuerzas desconocieron a sus comandantes y exigieron el regreso del presidente. Y ante aquello, el gobierno de EEUU ya declarado enemigo del gobierno venezolano, hasta la lengua "se la metió en el bolsillo".
Desde 1999, la oposición, con el respaldo de EEUU, desde Bush hasta Biden, hizo de todo para tumbar primero a Chávez y luego a Maduro. Hasta golpes de estado, pero sin militares. Se volvieron revoltosos en la calle, lo que antes hacía la vieja izquierda; se trajeron de Europa, de las llamadas revoluciones de colores, simplismos como lo de "las manitas blancas", aquello por demás indecoroso e insulso de las nalgas al aire y, hasta las viejas protestas, con rasgos de violencia, las volvieron actos puramente terroristas y vandálicos. Pero la fuerza del cambio, ese incesante, los envolvió, arrastró y hasta pulverizó. Y no pudieron, pese en un momento estuvieron unidos y ante un gobierno acorralado y maniatado por las sanciones económicas y la incompetencia de una burocracia que hace de todo para desligarse del movimiento popular.
Este cambió fue violento, un aluvión y una fuerza poderosa se fragmentó, se hizo añicos. Y hubo quien o quienes de eso no se percataron, fue todo un estallido. Porque los pequeños cambios, en veces, son como el agua que se represa, se desborda y atraída con violencia por la fuerza de la gravedad se lanza y traduce en un cambio brusco y evidente.
Hubo un catalizador, un ingrediente mal usado, que aceleró el proceso de cambio, de una fuerza unida, por un simple sentimiento, pero unida, en varios grupos separados por hondos motivos. Alguien inventó aquello de la presidencia interina, una figura ajena, extraña, ilegal y al frente de ella un personaje sin experiencia ni talento y lleno del sentido común de los políticos comunes, los del "¿cuánto hay pa´ eso". Y por esta dispersión acelerada por ese catalizador, que lo han sido los incesantes y nunca revisados, menos reconocidos y corregidos errores de la oposición, Maduro se mantiene en el poder.