El regreso de Wole Soyinka a su casa cubana

Sábado, 24/08/2024 12:47 PM

"Cuba también es mi hogar".

Wole Soyinka

Si de esencias de trata para describir este regreso de Wole Soyinka a Cuba en sus bien conservados 90 años de edad, bastarían estas ideas cardinales: «Como se sabe, Cuba es parte del continente africano por voluntad, no por accidente». «Tengo las manos llenas y también mi corazón. Es muy bueno estar de regreso entre esta familia creadora; he tenido grandes aventuras, tanto políticas como creativas, en Cuba.» «Cuba también es mi hogar».

Cabe preguntarse, ¿Quién es Wole Soyinka? Dramaturgo, poeta y novelista, conferencista, crítico, catedrático, actor, traductor, político y editor nigeriano. Su Seudónimo es AkinNwade Oluwole Soyinka. Nació el 13 de julio de 1934 en la localidad nigeriana de Abeokuta.

Estudió en la Universidad nigeriana de Ibadán y en la Universidad de Leeds, en el Reino Unido. Tras regresar a Nigeria fundó el grupo de teatro Masks, en 1960. Su obra literaria constituye un hermoso surtidor de sentimientos, ideas y propuestas de lo mejor de la humanidad. Está arraigada en las más puras esencias culturales de la civilización yoruba.

Entre sus obras se cuentan: Teatro: LA DANZA DEL BOSQUE (1960); EL HOMBRE MUERTO (1965); LA MUERTE Y EL CABALLERO DEL REY (1975). Novelas: LOS INTÉRPRETES (1965); OGUN ABIBIMAN (1986). Autobiografía: AKE (1982).

Fue el primer africano en recibir el Premio Nobel de Literatura en 1986. En su discurso en el acto oficial y tradicional, el 8 de diciembre de 1986, para agradecer el otorgamiento del Premio, Soyinka reivindicó a la causa de libración africana y al luchador sudafricano Nelson Mandela, en aquel momento prisionero en las cárceles del apartheid.

Ha participado activamente en la vida política de Nigeria, una causa que le costó dos años de reclusión y una condena a muerte.

Visitó por primera vez a Cuba en 1964, invitado por Haydee Santa María, Directora de Casa de las Américas. En 2001 fue investido como Doctor Honoris Causa en Ciencias Filológicas de la Universidad de la Habana. En la 1987 acudió, como Presidente del Instituto Internacional del Teatro (ITI), al congreso de esa organización en La Habana. En esa ocasión, Fidel lo condecoró con la Orden Félix Varela. Ese mismo año su libro Teatro, fue publicado por la Editorial Arte y Literatura, junto a otros seis textos de su dramaturgia. Dos décadas después, en el 2007, asistió a la Feria Internacional del Libro en La Cabaña. Este año de 2024 se le han otorgado dos reconocimientos: la medalla Haydee Santa María que concede la Presidencia de Cuba, y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) le otorgó el premio internacional Dulce María Loynaz.

Ha afirmado que «los países de África no solo comparten el arte y la literatura con los cubanos, sino también las luchas por la liberación»

En esta visita a Cuba, Soyinka participa en la conferencia internacional por el 30 aniversario del programa de la Unesco "La ruta de las personas esclavizadas: resistencia, libertad y patrimonio", que según afirma: "Es un evento por una buena causa. El tema me apasiona, pues se trata de la historia del pueblo africano, iniciativa que debe ser celebrada".

Como conclusión de esta visita, pueden escogerse estas palabras expresadas a Soyinka por el del Presidente de la República de Cuba Miguel Díaz-Canel: «esta es la visita de un hermano que ha estado batallando por las causas justas del mundo; un hermano con el que compartimos ideas, sueños y el compromiso con el mejoramiento humano».

En cuanto a su misión propuesta con su literatura ha confesado:

«Dudo que nadie sienta nunca que ha cumplido la misión que se propuso. En cualquier caso, no he conocido a ningún escritor que lo sienta así, ni siquiera a ningún estadista o político.

Lo único que sé con certeza es que desde niño he tenido una gran inclinación por la escritura creativa. Nací en una sociedad con una gran tradición de la narración, una sociedad de narradores. También me fascinaba la escritura, las publicaciones escritas, que estaban por todas partes. De niño, leía todo lo que caía en mis manos, incluidos los libros de la pequeña biblioteca de mi padre. Por el camino, igual que contamos las historias que nos contaron de niños, sentí que estaba destinado a escribir mis propias versiones de esas historias. Así que eso es lo que hice»

Y, finalmente, estimados lectores, les aporto este fragmento de una obra de Soyinka a modo de muestra literaria.

LA RAZA FUERTE (TEATRO) (FRAGMENTO)

Una choza de barro, con un espacio abierto al frente. Eman, ataviado con una buba ligera y pantalones, está de pie junto a la ventana y mira hacia afuera. Dentro, Sunma recoge la mesa de lo que parece ser una clínica modesta; coloca las cosas en un estante. Otra mesa tosca que está en la habitación tiene encima una gran cantidad de cuadernos de ejercicios, dos otros libros de texto muy usados, etcétera, Sunma parece agitada. Afuera, justamente al lado de la ventana, Ifada permanece acuclillado. De tiempo en tiempo levanta la vista con una sonrisa tímida, con la esperanza de que Eman se percate de su presencia.

SUNMA. (Vacilante) Vas a tener que decidir pronto, Eman. El ómnibus no demorará en salir.

Como Eman no responde, Sunma continúa su trabajo, mas nerviosa. Dos aldeanos, evidentemente viajeros, pasan apresurados frente a la casa; el hombre lleva un saquito de raffia y la mujer una cesta cubierta con tela; el hombre entra primero, se vuelve y apura a la mujer, que acaba de aparecer.

SUNMA. (Al verlos, su tono se hace mas intenso.) Eman, ¿vamos o no vamos?. Vas a posponerlo hasta que sea demasiado tarde.

EMAN. (En tono tranquilo).) Todavía hay tiempo..., si es que quieres ir.

SUNMA. Sí, yo quiero ir...¿y tú?

Eman no responde.

SUNMA. (Con amargura.) En realidad, tú no te quieres ir de aquí. Nunca quieres irte: ni un minuto.

Ifada continúa con sus payasadas. Al fin Eman le palmea la cabeza y el muchacho sonríe contento. De repente, se aleja de un salto y regresa con un cesto de naranjas que le ofrece a Eman.

EMAN. Mi regalo por el festival de hoy, ¿eh?

Ifada asiente, mientras sonríe.

EMAN. Parece maduras, qué extraño.

SUNMA. (Se ha dirigido al interior de la habitación. Echa una mirada a través de la puerta.) ¿Me llamaste?

EMAN. No. (Sunma regresa.) ¿Y qué harás hoy por la noche, Ifada? ¿Vas a participar en el baile? ¿O quizás vas a representar tu propia mascarada?

Ifada mueve la cabeza con pesar.

EMAN. ¿No? ¿No tienes máscara? Pero te gustaría tenerla.

Ifada asiente ansioso.

EMAN. ¿Y entonces por qué no la inventas?

Ifada lo mira con fijeza, intrigado por la idea.

EMAN. Sunma te regalaría alguna tela. Y pedazos de lana...

SUNMA. (Que sale) ¿Con quién hablas, Eman?

EMAN. Con Ifada. Estoy tratando de convencerlo de que se una a los jóvenes enmascarados.

SUNMA. (Pierde el control) ¿Qué quiere? ¿Por qué nos da vuelta siempre?

EMAN. (Asombrado) ¿Qué...?. Dije Ifada. Ifada.

SUNMA. Dile que se vaya. ¡Que se vaya a jugar a otro lugar!

EMAN. ¿Qué pasa?. ¿Acaso no ha jugado siempre aquí?

SUNMA. No lo quiero aquí. (Se abalanza hacia la ventana.) Vete, idiota. Que no vuelva a ver tu tonta cara por aquí, ¿me oyes?. Dale, vete de aquí...

EMAN. (Lo sujeta.). Contrólate, Sunma. ¿Qué diablos te pasa?

Ifada, herido y atónito, se retira con lentitud.

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