Este martes por la noche se enfrentaron por primera y posiblemente única vez los dos candidatos presidenciales estadounidenses. Como sucede casi siempre, el triunfo depende de quién lo evalúe.
Los candidatos llegaron al debate en un escenario de empate técnico. El promedio de las encuestas publicadas por el sitio FiveThirtyEight muestra a Harris con una ventaja de 2,8 puntos por delante del republicano, con una intención de voto del 47,2 %. Pero en los estados claves, que son los que pueden definir la elección, Trump parece tener la ventaja.
Hay que recordar que lo que se vota son electores para el colegio electoral y eso posibilita que, aún perdiendo el voto popular, un candidato pueda ganar la elección.
Con un discurso sólido, la candidata demócrata, Kamala Harris, se planteó como la defensora de los valores estadounidenses, de la democracia y del orden internacional construido a la salida de la Segunda Guerra Mundial (algo que de todas maneras resulta anacrónico en el marco de la crisis de hegemonía imperialista). Pero no logró explicar claramente su programa económico ni su plan de gobierno de conjunto, algo que las encuestas muestran como lo más flojo de su campaña.
Por su parte, Trump apeló a los problemas económicos que enfrenta el país, sobre todo la inflación, para contrastar con lo que él mismo dijo que fue el mejor periodo de la historia reciente del país, su presidencia. Y aprovechó el cargo de Harris, la actual vicepresidenta, para pronosticar que el país seguirá por el mismo camino. Pero Trump desde el comienzo apeló a sus acostumbradas exageraciones y mentiras, tanto que en repetidas oportunidades los conductores tuvieron que desmentirlo.
Casi como si hubiera estado guionado, ambos candidatos se apegaron a lo que los analistas habían pronosticado.
Harris ganó los rounds sobre el aborto y cuestiones de género y raciales. Siendo una mujer afroamericana debatiendo contra un hombre blanco heterosexual, no había posibilidad de sorpresa. Harris defendió el derecho al aborto que está bajo ataque en todo el territorio estadounidense, pero casualmente evitó mencionar que fue bajo su mirada impotente que la corte suprema tiró abajo el fallo Roe v Wade, algo que los demócratas podrían haber convertido en ley y, por puro cálculo político, nunca hicieron.
Harris también se anotó un punto pintando a Trump como un mega millonario egoísta que solo piensa en él mismo y en su clase, mientras ella se presentó como la defensora de la clase media y obrera. Está por verse si los votantes le creyeron.
En una movida previsible pero igualmente inteligente, Harris apeló a su pasado como fiscal general para mostrarse como adalid de la ley y el orden y le recordó a la audiencia que Trump es el primer ex presidente de la historia en ser condenado por delitos federales.
Trump hizo lo propio con la cuestión económica, pero también logró dañar a Harris con el tema de la guerra de Ucrania y la inmigración. En la visión del magnate, en la gestión Biden hubo una invasión de "miles o millones" de inmigrantes de todo el mundo, que vienen de cárceles e instituciones mentales (sic) que están convirtiendo al país en poco menos que un infierno. Seguramente es un argumento muy sólido para su base actual de votantes pero no parece algo que ayude a convencer a los indecisos.
De todas maneras Harris quedó a la defensiva en el tema y tuvo que aclarar que odia a los inmigrantes tanto como él y que está dispuesta a usarlos como chivo expiatorio. Que durante su mandato como vicepresidenta se endurecieron las políticas migratorias y pensaba continuar con eso si era electa presidenta.
En el tema de Ucrania, Trump alardeó de poder lograr un acuerdo de paz en 24 horas, algo que nadie puede creer, pero dió en el clavo diciendo que la administración Biden no logró frenar la invasión, dejando muy mal parada a Harris. También la acorraló con la catastrófica y desordenada salida de EE. UU. de Afganistán que dejó militares muertos, miles de afganos desesperados por dejar el país ante un Gobierno talibán y miles de millones de dólares en equipamiento perdido.
Hubo otros dos temas en los que ambos candidatos coincidieron. Por un lado, compitieron por ver quién es más anti china, un tema clave en la política internacional estadounidense que cada vez es más un imperio en decadencia.
Por otro lado, ambos defendieron al estado genocida de Israel, aún ante la pregunta de la conductora que habló de los más de 40 mil palestinos asesinados. Trump es ferviente defensor de Netanyahu y su política asesina y parte de la base evangélica de votantes republicanos apoya incondicionalmente al estado sionista.
Por su parte, Harris dijo que siempre priorizará el derecho de Israel a defenderse, aunque se vio forzada por la situación a decir que, si es electa, buscará una negociación para un cese al fuego. Es que la actitud del gobierno actual hacía la masacre que lleva adelante Israel causó la pérdida de miles de votantes demócratas y entre la comunidad musulmana, algo que, dado lo ajustado de la campaña, la candidata no se puede permitir.
El debate tuvo como audiencia principal a los votantes indecisos, centralmente los de siete estados clave. Harris está a la cabeza en Wisconsin (+2,8 puntos), Michigan (+1,9), Pensilvania (+0,6), Carolina del Norte (+0,6), Nevada (+0,5) y Georgia (+0,3), y Trump en Arizona (+0,5). Es decir, proporciones que entran dentro del margen de error y que no están aseguradas para ninguno de los dos.
En el cierre Kamala Harris volvió al libreto preparado, habló de un plan, de un programa y de lo que pensaba hacer para solucionar los problemas del país. Trump inteligentemente respondió que hace 3 años y medio que es parte del gobierno y aún no hizo nada de eso. Resta ver cuál de los dos argumentos es más convincente.
En una primera mirada, parece que si bien Harris pudo mostrar solvencia en el marco de que se trataba de su primer debate presidencial, y que Trump no cayó en la trampa de volverse agresivo y desvariar, más que en unas pocas oportunidades, cada uno consolidó a su propia base lo que no alcanza para dar un giro decisivo a sus campañas en los estados que aún se mantienen indecisos.