El imperialismo no es más que el control que unas empresas sumamente poderosas ejercen sobre los países del llamado "tercer mundo" o en vías de desarrollo a través de manoplas y mecanismo hegemónicos bien visibilizados y que van desde el Pentágono y la CIA, pasando por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la OTAN y los organismos financieros como el Banco Mundial (BM), Banco Interamericano de Desarrollo, el Fondo Monetario Internacional ((FMI), y también las multicolores ONG que fungen como responsables de la salvaguarda de la humanidad.
Un breve inventario de las instituciones globales revelan que en su mayoría no tienen ningún valor para escapar de los peligros que acechan, y son peor que inútiles en tanto que se ocupan de transmitir una falsa sensación de seguridad, cuando sabemos que vivimos en un mundo trágicamente mal gestionado.
La ONU es útil porque es el foro que ofrece a los miembros más pequeños y débiles de la "comunidad internacional" la ilusión de que tienen voz en la gestión de los asuntos mundiales.
El BM y el FMI, estos gemelos que surgieron al término de la Segunda Guerra Mundial, se han ocupado de asfixiar las economías en el hemisferio sur sin desestimar otras latitudes. Operan bajo la égida de dar la mayor libertad para que el mercado opere sin restricciones de ningún tipo.
Las naciones, gobiernos o Estados, independientes, libres y soberanos, en aras justamente de su autodeterminación como pueblos en los que prevalece lo social por encima del armamentismo los monopolios y los oligopolios, tropiezan con los intereses criminales y el terror que ha generado el imperialismo.
Es de ahí que la guerra (invasiones, guerra sucia, satanización cultural, guerra mediática y cuatro hojas más de etcétera) se ha convertido en la justificación del hambre imperial por el petróleo y los demás recursos naturales.
EEUU califica de "enemigos de la libertad" a los gobiernos o Estados que no entren en sus planes y no sirven a la creciente voracidad de sus intereses; esa libertad inventada para justificar sus planes satánicos que tiene clara expresión en la neoliberal globalización de las despiadadas recetas económicas orientadas a estrangular a los pueblos que aspiran un mundo en paz y humanizado.
El consumo mundial va en aumento y el capitalismo salvaje no va a cambiar su modelo autodestructivo. Los complejos y destructivos sistemas creados por el capitalismo salvaje en su vorágine mercantilista e inseparable del consumo desmedido, modelo del que dependemos como especie y de los que dependen todas las demás especies, podrán soportar en el corto plazo una mínima tensión significativa, pero no para siempre.
El tiempo se nos acaba y es un imperativo de la humanidad reaccionar ante esta barbarie que nos concierne a todos.
Ni las empresas gigantes ni las personas acaudaladas (burgueses, ricos, millonarios y multimillonarios) podrán, con independencia de los bienes que poseen, librarse de las consecuencias de la conclusión de toda forma de vida en nuestra madre Tierra, fatalidad que ellos mismo en su afán de lucro y ansias de poder, han creado.
Sea cual fuere la retórica dominante en la senda capitalista el mercado global no actuará a favor del medio ambiente ni a favor de los trabajadores y las trabajadoras del mundo hasta que se hagan sentir contra toda forma de opresión. Es insostenible el sistema liberal de libre mercado y al mismo tiempo seguir tolerando la presencia de miles de personas sufriendo sin esperanza alguna la vorágine capitalista. Avanza inconteniblemente una quiebra ecológica y la anarquía social.
Actualmente el sistema capitalista basado en el mercado y el consumo irracional no proporciona la felicidad, ni el consuelo ni un cierto grado de seguridad alimentaria, trabajo, educación salud y cuatro hojas más de etcétera, a la inmensa mayoría de los seres humanos que conforman a nuestra maltratada Madre Tierra y tampoco y lo hará en el futuro inmediato. Son datos conocidos y debemos admitirlo. He aquí la criminal cara del fascismo imperialista.