Nasralá como Chávez, murieron defendiendo a su pueblo y pueblos vecinos de las agresiones imperialistas.
Nasralá el líder supremo, el maestro querido, la estrella polar de los muyahidines, el llorado hasta por los cristianos, el perenne luchador contra el imperialismo y la entidad sionista, fue asesinado recientemente en Beirut por un bombardeo israelí que uso bombas de 5000 libras para destruir la zona de edificios civiles, donde se encontraba, el líder de Hezbolá.
Nasralá como Chávez fueron alcanzados por la maldad de los imperialistas que mienten sobre las cualidades de sus adversarios y celebran a carcajadas cuando los asesinan. Así Hilary Clinton y Kamala Harris celebran el magnicidio de Kadafi y el asesinato de Nasralá.
Con Chávez, pasó lo mismo.
Pero, aunque no quieran, los pueblos convierten a sus líderes caídos en la lucha contra el imperialismo, en leyendas, guías morales y experiencias estratégicas conductoras del enfrentamiento desigual contra los imperialistas.
Jamás claudicaron, jamás huyeron, jamás dejaron de animar a sus pueblos y a sacrificarse por ellos, en ese desigual, pero decidido duelo contra la oscuridad y diabólica política exterminadora de niños, mujeres, ancianos y civiles indefensos que ejecutan los imperialistas y la Otan sobre el planeta.
Esa es la leyenda Che Guevara, Lumumba, Kadafy, Moris Bishop, Allende, Gaza, Chávez y Nasralá, que los imperialistas quieren borrar de la conciencia humana. Eso, aunque hiere, no se borra nunca, se convierte en leyenda.
La guerra de agresión imperialista contra Palestina, Líbano y Yemen está encendida.