Hay gentes, casi todas del centro peninsular y aledaños, que representan perfectamente a esa España que odiamos otras gentes. Nosotros la concebimos organizada políticamente de una manera distinta a la que nos obligaron desde 1978 quienes, todos franquistas redomados, eran virtualmente dueños del suelo patrio. Pues ellos, pese a pasar los siglos, siempre los mismos, con el mismo perfil y el mismo talante prepotente e imperioso, fueron quienes manejaron aquellas circunstancias críticas tras la muerte del dictador. No es cosa solo de España. La historia de todas las naciones europeas pasa por ese proceso similar, pero mientras las demás naciones genética y culturalmente han ido evolucionando y en ellas hace mucho tiempo que dejó de sentirse la hegemonía de apellidos y familias, España sigue conservando esa performance.
Las naciones de la Unión Europea hace mucho tiempo que se democratizaron aburguesadas. Pero en España no es así. España se ha aburguesado pero no se ha democratizado en sentido estricto. El predominio de la ideología franquista y fascista lo impide. Aunque todavía no gobiernen los franquistas, el refuerzo que supone para a esa ideología el gobierno en la UE del Partido Popular de Ursula von der Leyen, es un paso más. Estamos en la fase de los años 30, en la Alemania, en los preparativos de la fase previa al reino del nazismo. En todo caso en España hay aires despejados de un neo-franquismo. Principalmente en el trasunto territorial, como se ha visto en la materia del escandaloso proceso a gobernantes catalanes condenados a penas propias del sentenciado por un crimen.
Incluso descartadas la anarquía y la democracia popular del socialismo real por la enorme carga del prejuicio generalizado sobre ambas, la forma republicana, el Estado Federal o la confederación de nacionalidades serían lo apropiado para España en el siglo-milenio que vivimos. Pues cualquiera de esas fórmulas valen para una nación imposible, dominada históricamente por fuerzas invisibles, por absolutismos monárquicos, por la Iglesia, por el dogma católico, por la Inquisición y por la dictadura militar, cuyos abusos y dominio sobre el pueblo alcanzaron un grado insoportable, al menos visto el asunto con la óptica de hoy. En las monarquías no hubo, salvo excepciones, si no reyes miserables, torpes e indignos. En nuestro tiempo y tras la dictadura franquista, un rey que llaman emérito porque aparece entre bastidores, como representante máximo de la nación ha puesto a España en muy diversas ocasiones a la altura de la más indeseable monarquía, como la más obsoleta fórmula política que el pueblo español podía esperar en 1978. Una fecha, ésta, que marca un antes y un después en la historia de una nación compuesta de territorios adosados a la fuerza, todos de muy diferente idiosincrasia, carácter y sensibilidad de las gentes que los pueblan. Y, haciendo un repaso superficial de la historia de esta España, desde la Conquistadora hasta hoy, pero al mismo tiempo un balance de las mezquinas inteligencias que la han conducido siempre, ahora nos encontramos con una nación que vive, casi exclusivamente, de las ayudas recibidas de la Unión Europea, en forma de fondos de cohesión, y del turismo. Por disposición del sentido organizativo de las naciones europeas que componen esa Comunidad de naciones, virtualmente en España la industria brilla por su ausencia, y la ganadería, la agricultura, la pesca y la explotación forestal, es decir, el sector primario de la economía pública han sido tan adelgazadas en interés de la Comunidad, que España ha quedado reducida a una taberna y un balneario colosales para Europa.
Pero ya veréis, dentro de un tiempo, en qué queda esto. Pues la mutación climática y el rápido proceso progresivo de desecamiento del planeta darán al traste con muchos planes. Lo veía John Lennon cuando dijo de la vida que es "eso que nos ocurre, mientras hacemos otros planes". Desde luego, lo que en el horizonte muy cercano se atisba es caótico. Salvo en la cornisa cantábrica, en la España interior no llueve hace más de un año, y las lluvias torrenciales que caen en la parte oriental de la península, no sirven más que para causar cuantiosos daños y malograr las cosechas. En todo caso, la tendencia es la sequía planetaria. En Namibia, de África oriental, ha tenido el gobierno que sacrificar centenares de animales salvajes para alimentar a la población.
El agua, tan imprescindible, no sólo para la vida, para beberla y para la higiene, no sólo para su agricultura y su poca industria, sino también para las cisternas del baño doméstico de sus 47 millones de habitantes, pero también para los 80 millones de turistas de promedio que la visitan anualmente, muy pronto será determinante para el destino de esta nación y para la función casi festiva que cumple España, para los países de la Comunidad Europea. Y este futuro tenebroso lo veo, justo cuando la población esperaba un futuro feliz y esplendoroso repleto de inteligencias artificiales y robots que nos relevasen de la "penosa" tarea de la coyunda y más "penosa" la de procrear...
Y es que no sé por qué, desde edad muy temprana tuve la intuición de que cualquier tiempo futuro, siempre fue y será peor...