Todo indica que Donald Trump arrasará en las próximas elecciones presidenciales yanquis y no sólo conquistará el voto electoral sino el popular. Las encuestadoras volverán a darse el topetazo de sus vidas. Será la tercera vez que Trump aparezca en las papeletas y la tercera que gane; ya en 2020 se perpetró un fraude electoral que lo alejó de la Oficina Oval hasta ahora y en ese momento hicimos un análisis donde describíamos a detalle cómo se había ejecutado la trampa comicial a través, principalmente, del correo postal: https://www.aporrea.org/ideologia/a299070.html Kamala Harris, la advenediza candidata presidencial del Partido Demócrata y actual vicepresidenta de la nación norteamericana, es la contendora del ex magnate del Miss Universo. Si bien es cierto que no hay mucha diferencia entre rojos (republicanos) y azules (demócratas), es perentorio aclarar que hay dos facciones en pugna en el Distrito de Columbia: por un lado están los "patriotas" representados por Donald Trump y por el otro, se ubican los "globalistas" del grupo de Kamala Harris. Ambos clanes son imperialistas, mas con matices en los enfoques de ciertos asuntos como la viabilidad a posteridad de que Estados Unidos siga siendo "el policía del orbe". Para nadie es un misterio que el "establishment" ha tratado de anular al republicano por medio de la "lawfare" y un atentado fallido que pronosticamos meses antes en redes sociales. La inevitable victoria de Trump abre distintos escenarios de crisis que se desplegarían en la realidad estadounidense y tendrían consecuencias insospechadas, las cuales podrían ser aprovechadas -a mediano y largo plazo- por los movimientos revolucionarios en dicho país
No cabe duda de que Donald Trump es un fenómeno del proselitismo político en EEUU y nunca antes un abanderado presidencial y ulterior inquilino de la Casa Blanca, había provocado tanto odio como alabanzas entre los sufragantes. Es que Trump es un personaje controvertido: altanero, pendenciero, misógino, inculto, xenófobo y prepotente, entre otras características. Así mismo, es astuto y convincente con su verborrea. De hecho, recordamos a Cristina Fernández de Kirchner cuando en un documental platicaba de que los mandatarios de América Latina se parecían a sus pueblos, en el contexto de la primera ola progresista de la Patria Grande: que Evo Morales era el indígena del Altiplano o Chávez personificaba al zambo de nuestras latitudes tropicales. Por lo pretérito, hay que afirmar que Donald Trump se asemeja -con bastante precisión- a su pueblo, al estadounidense promedio que adolece de los calificativos de marras. ¿Que Trump es insoportable? ¡Desde luego que sí! Pero es lo que hay y millones de ciudadanos en EEUU lo consideran un "salvador". Eso hay que deglutirlo y asimilarlo, camaradas. Conocemos a varias personas que nunca antes habrían secundado al Partido Republicano y, sin embargo, van a dar su respaldo a Trump en las urnas este próximo 05/11. El asunto es casi un "sentimiento nacional" que Trump tome de nuevo el "control" y desaloje a los demócratas de la Oficina Oval. Como ya expusimos con anterioridad, todo se reduce a "patriotas" y "globalistas". Los primeros desean un repliegue estratégico de EEUU (para más adelante retornar con más bríos) y solucionar los numerosos problemas que ha acumulado el país en más de tres décadas: graves fallas en infraestructura, vialidad, educación y otras cuestiones cardinales. Es irrebatible que EEUU se ha devaluado como superpotencia gracias al estratosférico gasto militar del Tío Sam para librar o mantener conflictos bélicos allende sus fronteras. ¡La gente está hastiada de eso! Para rematar, Trump tiene otro punto crítico a su favor y es la desastrosa gestión demócrata en relación con la inflación en el IPC y la inmigración irregular. Los demócratas, los segundos, comandados por Kamala Harris, son la antítesis de los denominados "patriotas" de Trump y, como "globalistas", persiguen la preponderancia mundial de Washington a través de continuas y múltiples intervenciones militares en el planeta entero. Todo ello con el fin de tratar de acorralar a Beijing y Moscú en el tablero internacional y contrarrestar la creciente influencia de estas superpotencias en el ámbito global. Como logramos atisbar, Trump luce ser "la menos mala" de las opciones no sólo para EEUU sino para el resto del orbe, ¿no? Bueno, si es que los "patriotas" de Trump pudiesen arrostrar a los halcones más intransigentes del Potomac. O sea, se avecina una encarnizada lid de pujanzas en la capital imperial yanqui.
Donald Trump arrasaría a escala nacional ya que, nos guste o no, aglutina un "voto castigo" contra el pésimo gobierno de Joe Biden, el cual promete tener una infortunada continuación con una Kamala Harris como presidenta. ¿Demócratas y republicanos son lo mismo? Principalmente sí, porque responden a los intereses del complejo militar-industrial, mas no olvidemos la dicotomía actual mencionada más arriba: el enfrentamiento entre "patriotas" y "globalistas", lo que arroja trazos más interesantes a la presente diatriba política. El tiempo ha demostrado, verbigracia, que el golpe electoral de 2020 fue una estratagema con la finalidad de sacar del camino a Trump y provocar el conflicto en Ucrania: es de dominio público la cordial relación existente entre el potentado estadounidense y Vladimir Putin. Eso era un escollo que debían sortear los halcones de Washington y obraron en consecuencia. De acuerdo con un estudio de opinión de ABC News publicado por la BBC, Kamala Harris aventaja a Donald Trump por un punto porcentual: ella tiene un 48% y él un 47% (27/10). Es prácticamente un empate técnico. No obstante, en los "estados pendulares" (aquellos que no son "territorios asegurados" para ninguno de los dos partidos dominantes) Trump encabeza las encuestas en cinco de siete terruños: Pensilvania, Nevada, Carolina del Norte, Georgia y Arizona (*). En Colegios Electorales, por ese flanco, el republicano tendría embolsados 68 votos. No perdamos de vista que las elecciones presidenciales en EEUU son de segundo grado y los que deciden -en última instancia- son los Colegios Electorales. Nuestra predicción es que Trump superaría los 85 millones de papeletas y obtendría un mínimo de 300 votos electorales.
EL JUEGO DE LAS DEMOSCÓPICAS Y LOS POSIBLES ESCENARIOS TRAS EL TRIUNFO DE TRUMP
La estrategia de manipulación de las encuestadoras es más que manifiesta al ser éstas apéndices del poder establecido y, en muchas circunstancias, del Estado Profundo. Si bien Trump y Harris están en un aparente "empate técnico", debemos rememorar que en 2016 los estudios de opinión otorgaban una delantera de hasta 12 puntos porcentuales a la candidata demócrata de entonces, Hillary Clinton (**). ¡Todos sabemos cómo acabó esa historia! Sin embargo, a pesar del pretérito amplio margen de hasta 12%, la distancia entre Trump y Clinton en sufragios populares fue menor a tres puntos porcentuales. ¿Cómo era posible esto? Hay dos factores determinantes: primero, las demoscópicas hacen el juego al Estado Profundo con el objetivo de proyectar al favorito del sistema y sembrar dudas acerca del resultado definitivo del proceso si "el escogido" perdiese la contienda. En 2016, la "elegida" era Hillary Clinton; en 2024, la "préférée" es Kamala Harris. Nos atrevemos a asegurar que debido a la cada vez más creciente "afinidad" por Trump entre los afroestadounidenses y los latinos, éste acabará imponiéndose también en el voto popular (***). El segundo elemento que distorsiona los guarismos de las encuestadoras, es que muchos individuos no revelan sus verdaderas intenciones de voto por distintos motivos: sea por indecisión, vergüenza o miedo a represalias provenientes de sus empleadores, por ejemplo. Todo lo anterior aconteció en 2016 y volverá a ocurrir en 2024.
En cuanto a los probables escenarios tras un impostergable triunfo de Trump, vislumbramos los siguientes tres panoramas:
1) Los demócratas desconocen la victoria de Trump y lo acusan de fraude electoral, compra de sufragios. C'est-á-dire, lo mismo que hicieron los azules en 2020. Justo para esto sirven los sondeos con brechas mínimas, ¿recuerdan? Estados "azules", como California, anuncian su separación de la Unión.
2) Los demócratas aceptan a regañadientes los resultados y comienzan la estrategia de "golpe blando" para evitar la juramentación de Trump o expulsarlo del poder con un juicio político en un plazo de 24 meses.
3) Declaran "vencedora" a Kamala Harris a través de los medios de propaganda del Partido Demócrata, tal como lo hicieron con Joe Biden en 2020, y seguidores de Trump se rebelan. Texas y Florida salen de la Unión. Estado de sitio y guerra civil. Confrontación bélica directa con Moscú. Un dato revelador: el domingo 27/10, la estación de televisión local de la cadena ABC en Pensilvania, WNEP-TV, mostró en pantalla resultados electorales estatales donde Harris "vence" a Trump -en esta entidad- por un trecho superior al 5% (****). La disculpa de WNEP-TV esgrime que fue un "error" mientras se hacía una "prueba técnica" antes de la jornada del evento comicial nacional. La demoledora interrogante de rigor sería: ¿por qué no se pusieron porcentajes similares a cada abanderado (50-50) si se trataba de un "ensayo" con el generador de caracteres?
Como podemos palpar, el contexto se perfila harto peliagudo en latitudes norteamericanas. Las demoscópicas no son de fiar y, como en 2016, tendremos algo "inesperado" en los cómputos concluyentes. El arribo -una vez más- de Donald Trump a la Maison Blanche pondrá sobre el tapete la disputa entre "patriotas" y "globalistas" al seno del Distrito de Columbia. Lo más previsible es que los demócratas no reconozcan la victoria de Trump y presenciemos una fragmentación territorial de EEUU, lo que sería inaudito para muchos. Por activa o por pasiva, los azules intentarán neutralizar a Trump y sus simpatizantes. El Estado Profundo ha apostado por la "lawfare" y la frustrada aniquilación física del líder. Ahora bien, la interrogante de las 64 mil lochas sería si los "patriotas" lograrán prevalecer en la urbe del Potomac y concretar un repliegue estratégico de los soldados yanquis en ultramar, con el propósito de consagrar los ingentes recursos del gasto militar a la reconstrucción de la nación, verbigracia. Algo sí es muy verídico: el discurso incendiario de Trump continuará acentuando los antagonismos en una sociedad decadente como la estadounidense y eso puede ser un terreno fértil para que movimientos de la verdadera izquierda ofrezcan una alternativa revolucionaria genuina a las masas.
ADÁN GONZÁLEZ LIENDO
@rpkampuchea
P.D. En política exterior, Trump en la Oficina Oval se vendería como el "pacificador" en el conflicto de Ucrania y aprovecharía la ocasión para tomarse una foto con Putin, así como lo hizo con el líder norcoreano Kim Jong-un. En el Medio Oriente, el asunto no está muy diáfano puesto que el republicano, como todos los políticos yanquis, está "atado" al sionismo internacional. Aunque hay que reconocer que Trump tiene el apoyo de numerosos dirigentes comunitarios musulmanes en varios estados y eso podría forzar -al menos- un acuerdo de cese al fuego en Gaza. En caso extremo, el nuevo presidente se lavaría las manos como Pilatos: quitaría la ayuda militar a Tel Aviv, mas lo protegería con el veto en el Consejo de Seguridad. Venezuela continuará bloqueada hasta una factible negociación en un tercer mandato de Trump. La "onda expansiva" de una novel "administración" de Trump causará una ola de "derechización" en el resto de América y Europa, lo cual dificultará aún más las gestas obreras contra la restauración de prácticas decimonónicas de explotación. En relación con el sistema electoral de EEUU, hay que enunciar que es anacrónico, anárquico y corrupto, por ende, debe ser reestructurado desde sus bases. Por desgracia, la izquierda global perdió una valiosa oportunidad de cuestionar al Tío Sam al respecto, en 2020, y prefirió regurgitar la conveniente narrativa de los azules yanquis. Voilá!
(*) https://www.bbc.com/news/articles/cj4x71znwxdo
(***) https://modernity.news/2024/10/27/cnn-data-analyst-trump-on-course-to-win-popular-vote/