Foro sobre las elecciones en EEUU

Venezuela no debe esperar nada favorable de Donald Trump ni de Kamala Harris

Martes, 05/11/2024 06:32 PM

* En Estados Unidos manda el Estado profundo por encima del presidente elegido a través del voto popular

En un foro promovido por la revista Amérika Latina y Karibe y la organización Intersaberes, del Inces, que tuvo lugar el pasado viernes 1 de noviembre, a las 10 a. m., en el tercer piso del edificio Ambos Mundos, diagonal a la Casa Amarilla, a media cuadra de la plaza Bolívar de Caracas, tanto los panelistas como el variado público asistente, en su mayoría estudiantes universitarios y docentes de institutos superiores de estudios, coincidieron en que Venezuela «no tiene que esperar nada favorable del candidato republicano Donald Trump ni de la candidata demócrata Kamala Harris», quienes concurrirán a las elecciones estadounidenses este martes 5 de noviembre de 2024.

En el contexto de la presentación del foro, la doctora Luisa Veloz, en nombre de Intersaberes, celebró la importancia de la reciente fusión, que calificó de espectacular, del precitado ente gubernamental con «este grupo de intelectuales de América Latina y el Caribe», con el cual se diseñan importantes programas de actividades culturales, que serán dadas a conocer en los próximos días.

El sociólogo Franklin González y el historiador Marcos Fuenmayor, panelistas del foro, asumieron por mitad el tiempo de las exposiciones; luego, en la ronda de preguntas y respuestas, se profundizó en el tema. Ambos invitados, de reconocida trayectoria docente y en áreas de investigación, desde sus disciplinas de dominio hicieron corto el tiempo de las tres horas establecidas para el foro. Con marcadas inferencias, testimonios y acontecimientos sociohistóricos sobre el desarrollo industrial y político de esta norteña nación, escudriñaron distintos aspectos que han hecho de este país un emporio hegemónico mundial, un hito del desarrollo, con énfasis en el armamentismo, a la luz de anexiones de territorios productos de guerras civiles y transacciones económicas de distintas características, sobre todo en materia de hidrocarburos, no solo con vecinos, como ocurrió con México, sino con países de Occidente y del Medio Oriente.

Hubo unanimidad de criterio en el foro en que Estados Unidos se ha consolidado como país industrial mediante la fabricación y el comercio de armas, una de sus grandes industrias. Remitieron tales reflexiones a los últimos cien años.

Se podría decir —apuntó Franklin González— que Estados Unidos es el país que sustenta el comportamiento bélico internacional en la actualidad. Dijo:

—Si Washington quisiera la paz habría acabado con las guerras que aúpa, las cuales conmueven a gran parte de la opinión pública mundial.

Entonces, remitió a los asistentes al foro a las siguientes reflexiones:

—¿Quién mantiene la guerra en Ucrania? Estados Unidos. ¿Quién alimenta la guerra y el negocio de armas en Israel, sosteniendo a Benjamín Netanyahu en su ferocidad por las muertes de niños, mujeres, ancianos y pare de contar, en Gaza y el Medio Oriente? El señor Joe Biden, presidente de Estados Unidos. ¿Quién invadió a Irak y asesinó a Saddam Husein? Estados Unidos. ¿Quien asesinó al coronel Muammar Gaddafi en Libia? Estados Unidos. ¿Quién mantiene a la OTAN? ¿Quién derribó las torres gemelas del Word Trade Center en Nueva York? Quien no lo sepa solo tiene que leer el informe del Cuerpo de Bomberos de Nueva York, y así sabrá toda la historia. La lista, obvio, se alarga e involucra al país imperial en todas las guerras que azotan al ser humano por doquier.

De tal forma, si Estados Unidos quisiera que hubiese paz en el mundo, tiene la palabra. Podría haberlo hecho. Solo tendría que detener la fabricación de armas y convenir con los demás países fabricantes de armas en el mundo, para que hagan lo mismo. Washington puede hacerlo. Puede frenar el comercio y dejar de atizar la candela de los enfrentamientos bélicos donde no los hay, como está ocurriendo en los actuales momentos en la Guayana Esequiba venezolana con el petróleo y otras riquezas naturales en ese lugar. Allí habrá guerra si Estados Unidos lo decide. Esa fue una de las grandes conclusiones de este foro.

Las amenazas, los bloqueos y las sanciones unilaterales que aplica Estados Unidos como medidas de presión para que los países marchen cabizbajos a su mandar constituyen temas que llaman a la reflexión de los países a escala mundial. En este sentido, los asistentes al foro concluyeron que —como lo ha reconocido antes el expresidente y hoy candidato republicano Donald Trump—, en Estados Unidos, quien ejerce el verdadero poder es el Estado profundo: los grandes capitales, los grupos empresariales, el Pentágono, la CIA, los llamados poderes fácticos. Donald Trump, siendo presidente de Estados Unidos, reveló en el 2016, que él, aun ejerciendo la primera magistratura nacional, tenía por encima una camisa de fuerza que lo superaba en la toma de decisiones: ese es el Estado profundo, la realpolitik. Se trata de ese submundo conocido popularmente como la ley del garrote, la que tuerce brazos hasta que el otro se desmoraliza y se rinde ante el poder.

El deep State (Estado profundo) actúa de manera independiente y en paralelo al Gobierno legítimo o elegido «democráticamente», muchas veces conectando actos de corrupción. Llámense fuerza armada o autoridades civiles, servicios de inteligencia políticas o policías secretas, agencias gubernamentales y de la administración pública en general…

El profesor Marcos Fuenmayor, en una parte de su intervención, retrotrajo a los foristas a los inicios de las instituciones estadounidenses y la influencia inglesa, pasando por la Filadelfia del siglo XVII y las primeras insurgencias del siglo XVIII; además, se refirió al papel de la bien conocida Commonwealth, la comunidad de colonias británicas del pasado.

Fuenmayor desmenuzó las técnicas electorales que hoy imperan en Estados Unidos, un sistema que resulta ser heredero de los sistemas británicos. Habló también del tráfico de esclavos y sobre la guerra de exterminio del Gobierno estadounidense de finales del siglo XVII contra la población autóctona.

 

 

 

 

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