La guerra en Ucrania no solo ha reconfigurado el panorama geopolítico, sino que también ha evidenciado profundas divisiones en la clase dominante de Estados Unidos. Estas fracturas, lejos de ser meramente tácticas, reflejan la crisis estructural del imperialismo en su fase de decadencia.
La decisión de Joe Biden de permitir que Ucrania use misiles de largo alcance para atacar territorio ruso ha sido celebrada por algunos sectores de la burguesía, mientras que otros ven en ello una peligrosa escalada que podría tener graves consecuencias para los intereses globales de Estados Unidos.
Por un lado, el complejo militar-industrial se beneficia enormemente del conflicto. Empresas como Lockheed Martin y Raytheon han visto crecer sus contratos a niveles récord. Este sector empuja por una estrategia agresiva que prolongue la guerra, ya que cada misil lanzado en Ucrania representa ganancias directas.
Por otro lado, sectores más vinculados al comercio internacional y la estabilidad económica, como Wall Street y parte de la alta tecnología, temen que una escalada prolongada exacerbe las contradicciones internas de Estados Unidos, incluyendo una deuda pública creciente, inflación persistente y tensiones sociales.
El agotamiento de las reservas de defensa aérea de Estados Unidos, combinado con la creciente presión de conflictos simultáneos en Ucrania, Oriente Medio y la región del Asia-Pacífico, ilustra una tendencia crítica de sobreextensión imperialista. Las declaraciones recientes de altos mandos militares y expertos en seguridad nacional confirman que las capacidades materiales y logísticas de Estados Unidos están llegando a un punto crítico, lo que plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de sus compromisos globales y la posibilidad real de que Ucrania sea relegada en las prioridades estratégicas.
Límites materiales
La guerra en Ucrania ha requerido el envío masivo de misiles Patriot, proyectiles de 155 mm y otros sistemas avanzados de defensa aérea. Al mismo tiempo, los conflictos en Oriente Medio incluyendo los ataques israelíes contra Irán y las amenazas de las milicias hutíes en el Mar Rojo, han obligado a Estados Unidos a desviar recursos como los interceptores de la familia Standard Missiles, para apoyar a Israel y proteger el comercio marítimo en la región.
En Ucrania, Estados Unidos ha transferido más de 3.000 interceptores de defensa aérea en 2023, mientras que los inventarios estadounidenses no se reponen al mismo ritmo. Según estimaciones del Wall Street Journal más del 50% de los misiles Patriot enviados a Ucrania ya han sido utilizados en enfrentamientos en 2023.
El tiempo de reposición para sistemas avanzados como los Patriot puede superar los 2 años debido a la alta demanda global, según datos del Pentágono. Como señaló el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby: "Nuestro suministro no es infinito y debemos priorizar su uso en conflictos actuales".
Ucrania lleva a la escisión de la burguesía
El impacto de esta sobrecarga es evidente en las tensiones políticas internas de Estados Unidos. Mientras el gobierno de Biden intenta mantener el apoyo militar a Ucrania, sectores del Partido Republicano, especialmente aquellos alineados con la administración Trump, han criticado el gasto continuo en este conflicto. La situación en Oriente Medio y la región del Asia-Pacífico está desplazando las prioridades hacia amenazas más inmediatas, como el fortalecimiento de las defensas de Israel y la contención de China.
Las declaraciones de un funcionario del Pentágono son reveladoras: "Los niveles actuales de producción no son suficientes para satisfacer la demanda de múltiples conflictos. Esto afecta nuestra capacidad para responder a amenazas emergentes". Si la situación se prolonga, es posible que Estados Unidos reduzca significativamente el apoyo a Ucrania o la deje caer, no por un cambio en su estrategia ideológica, sino por la imposibilidad material de mantener varios frentes abiertos simultáneamente. La caída de Ucrania sería un gran revés para el imperialismo occidental agudizando el declive de Estados Unidos. También aumentaría la fuerza del capitalismo ruso en Europa del Este. Además crearía fricciones en la OTAN y en la Unión Europea en un contexto de crisis económica capitalista.
Esta situación tendría implicaciones profundas en la geopolítica global. Una retirada o disminución significativa del apoyo estadounidense a Ucrania no sólo debilitaría la posición estratégica de Estados Unidos en Europa del Este, sino que también cuestionaría su capacidad para liderar la alianza occidental. Esto podría acelerar la fragmentación de la OTAN, con países europeos buscando estrategias independientes, y reforzaría la percepción de un orden multipolar en ascenso, encabezado por potencias como Rusia y China. En última instancia, este escenario expondría la fragilidad del imperialismo estadounidense en su intento de mantener su hegemonía frente a crisis económicas y contradicciones internas.
Esta situación evidencia las contradicciones inherentes al imperialismo. Estados Unidos, como potencia capitalista hegemónica, se encuentra atrapado en una dinámica donde su expansión militar y política supera los límites de sus capacidades materiales. Lenin, en "El imperialismo, fase superior del capitalismo", advirtió que las potencias imperialistas tienden a involucrarse en conflictos cada vez más extensos y costosos para defender sus mercados y áreas de influencia, pero esta expansión, inevitablemente, enfrenta límites objetivos.
Veamos lo que dice al respecto:
"El imperialismo es la fase del capitalismo en que se consolidan los monopolios y se expande el capital financiero. La lucha por los mercados y las esferas de influencia lleva a las potencias imperialistas a conflictos militares, que no tienen fin, y que tienden a ser cada vez más intensos y costosos, lo que genera una contradicción fundamental: por un lado, necesitan ampliar su poder, pero por otro lado, esta expansión está limitada por la resistencia de otras potencias y por los propios límites materiales y económicos." (Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, Capítulo VII: La exportación de capital).
Lenin analizó la tendencia del imperialismo a verse atrapado por sus propios intereses expansionistas, llevando a la sobreextensión y a los conflictos prolongados que no pueden mantenerse indefinidamente.
La guerra en Ucrania, presentada como una cruzada por la "democracia", es en realidad una lucha por el control geopolítico de Europa del Este frente a Rusia. Sin embargo, el agotamiento de los recursos materiales y las divisiones políticas internas sugieren que, ante la necesidad de priorizar, Ucrania podría ser sacrificada en nombre de intereses estratégicos más amplios, como la contención de China o la estabilidad en Oriente Medio.
Perspectivas futuras ¿el principio del fin?
La posibilidad de que Estados Unidos deje caer a Ucrania no es una simple especulación; es una consecuencia lógica de la sobreextensión imperialista. La contradicción entre los objetivos globales del imperialismo estadounidense y su capacidad real para sostenerlos se profundiza con cada nuevo conflicto. Desde la perspectiva de los trabajadores y pueblos oprimidos, esta crisis pone de manifiesto la necesidad de una alternativa socialista que rechace tanto el imperialismo estadounidense como el autoritarismo de regímenes como el de Rusia o China.
La solución no pasa por apoyar a una potencia imperialista sobre otra, sino por construir un movimiento internacional de trabajadores que luche contra el capitalismo en todas sus formas. El agotamiento de las reservas militares de Estados Unidos no solo es un problema logístico; es un síntoma de una crisis más profunda del sistema capitalista global.
Si bien Estados Unidos todavía posee una capacidad militar abrumadora, la acumulación de conflictos simultáneos y las limitaciones materiales ponen en entredicho su capacidad para sostener su dominio global. La posibilidad de que Ucrania sea relegada a un segundo plano no debe ser vista como una "traición", sino como una consecuencia lógica de la decadencia imperialista.
El abandono potencial de Ucrania como prioridad estratégica no solo es un problema logístico, sino también político. Los conflictos simultáneos han exacerbado las divisiones internas dentro de la clase dominante de Estados Unidos, donde las facciones más nacionalistas y aislacionistas, principalmente republicanas, cuestionan los costos y beneficios de continuar apoyando a Ucrania. Esto contrasta con los sectores tradicionales del establishment, que consideran crucial sostener el compromiso militar para preservar su credibilidad como potencia global.
Por ejemplo, senadores como Josh Hawley y figuras afines han señalado repetidamente que la estrategia de apoyo militar a Ucrania "drena recursos esenciales que deberían reservarse para el Asia-Pacífico". Este argumento resuena con las preocupaciones del Pentágono, que ya prioriza la contención de China sobre cualquier otra región, debido a la importancia estratégica del Mar del Sur de China y Taiwán.
Si Estados Unidos reduce su apoyo a Ucrania, las implicaciones globales serían significativas. Por un lado, Rusia podría capitalizar esta retirada parcial para consolidar sus posiciones en el este de Ucrania, lo que cambiaría drásticamente el equilibrio de poder en Europa del Este. Por otro lado, otros aliados de Estados Unidos, especialmente en la OTAN, podrían cuestionar su compromiso con la defensa colectiva, debilitando así la cohesión de la alianza.
El Asia-Pacífico, mientras tanto, se convertiría en el eje central de la estrategia estadounidense, con una concentración de recursos y esfuerzos en contrarrestar la creciente influencia económica y militar de China. Sin embargo, esta redistribución de prioridades también pone en riesgo la capacidad de Estados Unidos para proyectar poder en regiones como América Latina y África, tradicionalmente vistas como zonas de influencia para sus intereses económicos y políticos.
Patrones de decadencia imperialista
La historia demuestra que la sobreextensión imperialista es uno de los factores determinantes en la decadencia de las potencias hegemónicas. Ejemplos como el Imperio Romano o el británico, evidencian que mantener múltiples frentes abiertos sin los recursos materiales o políticos necesarios conduce inevitablemente al agotamiento y al repliegue estratégico. Estados Unidos parece estar siguiendo un patrón similar, donde su capacidad para mantener su hegemonía global se ve erosionada por las contradicciones internas y las presiones externas.
La solución a esta crisis no reside en apoyar a una potencia imperialista sobre otra, sino en construir un movimiento internacional de trabajadores que desafíe el sistema capitalista en su conjunto.
En Ucrania, esto implica luchar contra la invasión rusa y contra la subordinación del gobierno de Zelensky a los intereses de las potencias occidentales. En Estados Unidos, el creciente descontento social y las huelgas en sectores clave como el automotriz y el aeronáutico evidencian que la clase trabajadora tiene el potencial de desafiar a los capitalistas.
Estados Unidos se encuentra en un punto de inflexión, donde la sobreextensión de sus recursos y la acumulación de conflictos simultáneos amenazan con debilitar su posición como potencia hegemónica. La posibilidad de que Ucrania sea relegada en las prioridades estratégicas no solo es una señal de las limitaciones del imperialismo estadounidense.
La guerra en Ucrania ha revelado el carácter decadente del imperialismo estadounidense. Su sobreextensión militar, las crecientes divisiones en la burguesía y el descontento de la clase trabajadora apuntan a un sistema que enfrenta límites históricos insuperables.
Como advirtió Lenin, "el imperialismo no puede resolver sus contradicciones sin intensificarlas". Esto no significa que su colapso sea inminente, pero sí que estamos presenciando el inicio de un proceso de declive que abrirá nuevas oportunidades para la lucha revolucionaria, tanto en Estados Unidos como a nivel global.
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