Siria: Latrocinio o Emancipación

Lunes, 23/12/2024 01:23 PM

Este es un mundo que te domestica para que desconfíes del prójimo, para que sea una amenaza y nunca una promesa. –Eduardo Galeano-

Analizar la situación que confronta Siria durante y después de la caída de Bashar Al Ásad de manera peyorativa, es decir, pretendiendo comparar y asociar realidades disimiles entre una y otra región -como lo hacen algunos "analistas" políticos que comparan el caso sirio con el venezolano- es un contrasentido, no solo por las características socio políticas del Valle del Éufrates y en general de la comunidad árabe. La suerte de Siria de alguna manera está vinculada a su ubicación geográfica con gobiernos con rasgos autoritarios, que descansan en un modelo social y político totalmente diferente a las democracias liberales de occidente. Y es que la lucha en pro de los cambios políticos en Siria está más relacionada con luchas encarnizadas tribales y religiosas como suele acontecer en la región. Pero eso sí, con el aderezo de intereses geoestratégicos de las grandes potencias occidentales y de los poderosos estados y movimientos dentro de la región estimulados a actuar, desde donde subyace el ávido interés de acuerdo con la ubicación geomorfológica y la producción petrolera entre otros factores, que son decisivos para el ejercicio de la mayor influencia y control en la región, por lo que sería ingenuo no creer que esos factores influyeron en la caída de Bashar Al-Ásad. Por supuesto que el desgaste de este gobernante en el poder y las expectativas de un pueblo sumido en la crueldad de una guerra que lo ha sometido a la pesadumbre durante más de trece años y, con más 12 millones de movilizados que huyen del terror de esa conflagración hicieron lo suyo.

La crisis en Siria ha causado un descomunal sufrimiento tanto a las personas que viven dentro del país como a las que se han visto obligadas a huir fuera. Continua siendo la mayor crisis de refugiados a nivel mundial y las pérdidas de vidas humanas y el ensañamiento contra un pueblo se ubica entre aquellos a los que la barbarie azota tan parecido como al sufrido pueblo palestino. De manera entonces, que no podemos hacernos partícipes de cantos de júbilo sobre la desesperanza y el dolor de un pueblo, donde la salida de Al Ásad, por lo menos hasta ahora, no ha demostrado un ápice que la felicidad y el bienestar tocan los corazones y los espíritus desconsolados de cada ciudadano sirio. ¿Y saben por qué? Por quienes están detrás de los grupos protagonistas de los recientes acontecimientos, y porque además esto ha sido sazonado por las desvergonzadas incursiones de Tel-Aviv a territorio sirio donde en nombre de la disgregación de un ejército rendido, pretextando la existencia de depósitos de armas químicas se pretende fragmentar a una nación (¿Se acuerdan de la fábula del señor Rafid Ahmed Alwan al-Janabi, desertor iraquí que llegó en 1.999 a un campo de refugiados en Alemania vendiendo la versión de que había trabajado en una planta que fabricaba laboratorios de armas biológicas móviles como parte de un supuesto programa iraquí de armas de destrucción masiva? ¿Y de los informes de los servicios de inteligencia británica, estadounidense y alemana que cuestionaron la autenticidad de sus afirmaciones pero, finalmente, Washington y Londres decidieron creerle, aun cuando no había pruebas irrefutables? Los resultados finales ustedes muy bien los conocen)

Siria posee entre sus grandes cualidades su ubicación, pero además, su condición de Estado Laico, donde a pesar de que la gran mayoría de la población es musulmana y dentro de ellas la sunita que es la más nutrida, también conviven comunidades drusas, chiitas, alauitas e ismaelitas, así como una importante fuerza de la religión cristina, comunidades cristianas diversas como lo ortodoxos cristianos, e igualmente con presencia judía (sefarditas y yazidíes)

Entre esas cualidades tienen relevancia el hecho de que bajo el mando de Al Assad, Siria, al igual que Irak bajo la supremacía de Sadam Hussein o, Libia liderada por Gadafi, eran regiones que con vehemencia enfrentaron al extremismo islamista, al igual como lo ha hecho Irán, sin concesiones de ningún tipo. Siria, por su parte, exhibe un considerable porcentaje de su población bajo la fe cristiana, por lo que es incomprensible qué se estimulen revoluciones lideradas por los denominados "grupos de resistencia" cuyo origen, como todos lo sabemos, es controvertido, pero que además actúan bajo operaciones que tienen en su diseño y en su financiamiento el tufo anglosionista, en un evento donde los cristianos son martirizados o condenados a la diáspora. Pongamos a Libia como ejemplo por un momento, en el derrocamiento de Gadafi jugaron un papel determinante los mercenarios yihadistas, organizaciones enteras que aplican el mismo recetario como en otras ocasiones. ¿Y en Afganistán? Traigamos al recuerdo los tiempos en que Osama Bin-Laden era un combatiente de la resistencia afgana en contra de las tropas soviéticas. Ese "apóstol de la paz" cogió forma, discurso, liderazgo y leyenda gracias al financiamiento de Washington. Después occidente lloró a causa de sus atrocidades. Tenemos ahora a Abu Mohammed al-Jolani, líder del grupo militante islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), quien estuvo con Al Qaeda a través del movimiento Jabhat al-Nusra, el cual posteriormente disolvió para crear HTS. Siendo ahora, líder post Al Assad en Libia (Se especula incluso que el gobierno de los EE.UU., retirará su nombre de la lista de los terroristas mundiales).

Toda esta tragedia de Siria nos retrotrae a Libia y disculpen la insistencia pero la creo pertinente. Luego de la caída y muerte del coronel Muammar Al Gadafi en octubre de 2011, a consecuencia de la inestabilidad reinante, las milicias islamistas, y el Daesh (o Estado Islámico de Irak y el Levante), encontraron en territorio libio su base para conjugar la acción armada a nivel de la región, trayendo como consecuencia que los esfuerzos para hacer realidad un gobierno de unidad nacional fuesen cada vez más complicados, entrando en escena el conflicto de intereses de actores internacionales, en particular de aquellos que han apoyado a cada una de las partes (Incluyendo las famosas fuerzas conjuntas de la ONU). En Libia, como también pudiera pasar en Siria los apoyos internacionales a las partes no han respondido a valores o ideales, sino a intereses, haciendo derivar a la nación invadida a las manifestaciones propias de una economía avasallada: contrabando, migración y rutas ilegales fuera de todo control gubernamental. Todo esto, inspirado en el gran potencial de recursos que posee esta hermosa nación de la África Septentrional, todo un gigante energético a las puertas de la misma Europa. Libia alcanza casi el 40% de las reservas de petróleo de toda África; abastece de gas a Europa a través del gasoducto Greenstream que sale desde el campo petrolífero de Wafa y tiene como destino Sicilia. Libia posee aproximadamente 48.000 millones de barriles de reservas probadas de petróleo (alrededor del 2,9% del total mundial). Además, se calcula que posee 1,5 billones de metros cúbicos (bmc) de reservas probadas de gas (0,8% del total mundial), datos imposibles de catalogar como poca cosa.

Volviendo a Siria, con 22 millones de habitantes aproximadamente, exhibe a partir de Damasco y demás zonas urbanas -muchas de ellas- de singular valor histórico, la hecatombe que deja la guerra, además del asedio y bloqueo por parte de las grandes potencias occidentales. Ciudades como Alepo, Homs, Hama y Latakia exhiben en las estructuras de su urbanidad las consecuencias de la devastación bélica. Es un pueblo sometido a crueles sufrimientos, tanto para los que viven dentro del país como para los que huyen. Con más de 380.000 civiles muertos, según cifras de la ONU y, por si fuera poco, lidera las cifras en cuanto a crisis de refugiados a nivel mundial. Más de 11 millones de sirios y sirias aún dependen de la ayuda humanitaria. Testigos de su doloroso peregrinar son las montañas de escombros que han de superar y las costas del Mar Adriático por las que deambulan.

De manera entonces que no creo haya un ápice de razón para hacer celebración alguna, salvo la de una noticia que nos pueda indicar que la propuesta de Al Assad y de algunos gobiernos del área, en cuanto a una transición ordenada, pacífica y sin la barbarie de por medio sea la realidad, y no el latrocinio a que pudieran exponerla. Que se frenen y se condenen las desbocadas incursiones del régimen de Telaviv quien no perdió ocasión para lanzar ataques desenfrenados en Siria contra objetivos militares, contra un ejército desmoralizado y prácticamente rendido, asumiendo además el control en la zona desmilitarizada en los Altos del Golán. Que las Fuerzas Democráticas Sirias, principalmente formadas por kurdos y apoyadas por Estados Unidos y la Unión Europea entiendan que su enclave es decisivo para evitar la fragmentación del territorio sirio, conjugando tanto el reencuentro con otras fuerzas que apuestan a la construcción de un gobierno soberano, como su contribución en mantener a raya las facciones del Daesh y en pro de la revitalización de la maltrecha infraestructura petrolera, manteniendo siempre en alto que esos recursos pertenecen a todo el pueblo sirio. Que la fragmentación de Siria sea en el mañana el sueño frustrado de quienes lo estimulan desde hace décadas.

Todas estas reflexiones son, sin duda, apreciaciones ligeras, de otra manera se necesitarían muchas cuartillas para profundizar en estos eventos.

En tal caso, la apuesta es a que la sonrisa de esperanza y progreso se propague en los rostros del pueblo sirio, que los cantos y los bailes de la dabkeh como unidad cultural, supremacía familiar y encuentro de estima entre los pueblos llenen de entusiasmo cada palmo de su territorio. Que el Éufrates en su caudal traiga el agua transparente y se lleve consigo el dolor de un pueblo.

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