El asteroide que puede caer y el que ya cayó

Miércoles, 12/02/2025 12:22 PM

En tiempos de la pandemia, mi adorado tormento, afanada por unos dolarillos en el cuidado de unas perritas cuya dueña fue a explorar posibilidades en destinos latinoamericanos, circuló la información de la posible caída en la tierra de un asteroide. Le cantaba entonces mi corazón de melón a las caninas, un estribillo de su invención que decía más o menos así: "si no te agarra el corona virus, el asteroide te va a caer". Y los animales parecían animarse pues se orinaban. Hace un par de días, me enteré de que nuevamente un pedrusco cósmico amenaza con herirle un océano o un pedazo de tierra a nuestro maltratado planeta, y que, entre los países diana de esa pedrada, digna de los universos terribles de Marvel, figura nuestra distópica Venezuela.

La distopía, como se sabe, es lo opuesto a la utopía. Describe mundos postapocalípticos, terribles, oscuros, posteriores a grandes desastres, bombas nucleares, guerras o gobiernos como el venezolano. Hay que aclarar que nuestro país no es el único distópico. En este mismo continente tenemos dictaduras esperpénticas como la del par sin par Ortega-Murillo que, más allá de las comunes características de cruel autoritarismo, muestra rasgos grotescos que superan cualquier delirio pesimista. Lamentables distopías de hambrunas, abandono y oscuridad como las de Cuba o Haití. La inestabilidad política (más de media docena de estados de emergencia seguidos) y la irrupción del crimen organizado como poderoso factor político en un Ecuador partido entre dos partidos y la población indígena. La inefable Perú con presidentes presos y suicidas, corrupción galopante y la herencia violenta de Sendero Luminoso y el fujimorismo. Los mensajes de Petro y situaciones que superan el realismo mágico del Gabo, con todo y las guerras civiles del coronel Aureliano Buendía. El desamparo mexicano ante su cercanía con los Estados Unidos y su loco presidente. Más allá, en Europa, vuelve la locura hitleriana. Y en el Medio Oriente continúa el genocidio eterno de los palestinos, ahora incentivado por los planes de complejo turístico de Trump. La lista es larga. El mundo, hoy, es distópico. Hasta el hombre más rico del mundo planea instalar una comuna en Marte regida por IA, mientras este pobre astro fallece en medio del desastre climático, el hambre y la desesperación. La ralidad supera a la ficción, aunque esta nos de luces para entender qué ocurre.

Una lista incompleta de grandes novelas distópicas comenzaría con los clásicos 1984 (hoy complementada con la novela "Julia" de Newman) y "Un mundo feliz" de Aldous Huxley, "El hombre en el Castillo" de Philip K. Dick, que se pasea por un mundo donde Hitler ganó la guerra; la saga de "Matrix" y la de "Terminator"; las de Netflix "El cuento de la criada" (inspirada en la novela homónima, adelanto de unos Estados Unidos dominados por los neocons fanáticos religiosos que hoy se hallan al ladito de Trump; "Los juegos del hambre", y un largo etcétera. Fred Jameson, destacado crítico cultural, señalaba en su libro sobre la ciencia ficción, que el subgénero de las distopías ha tenido un gran auge, y lo atribuía al hecho de que se nos hace más fácil imaginar un mundo opresivo, postapocalíptico, que un futuro luminoso, porque ha fracasado la anticipativa. Según los profesores Vladimir Abreu y Armando Álvarez me facilitaron unos materiales donde se afirma que la ciencia ficción soviética fue optimista hasta la década de los 60. Asistimos, entonces, entonces al eclipse de la utopía (ya anunciada por Marcuse) y el auge de las distopias, ficticias y realizadas.

Después del fiasco de MCM el 9 E, hecho que anuncia el desmoronamiento de un liderazgo opositor que hasta logró ganar las elecciones, lo cual fue respondido por el autoritarismo con el robo de estas y el golpe subsiguiente, hay que avizorar que el régimen de partido hegemón de Maduro durará varios años más, como duró el PRI de México o tal vez el PC en las democracias populares, el partido de Orban en Turquía, o el de Lukashenko en Bielorusia. Esta impresión se refuerza con la línea ambivalente de la administración Trump hacia el régimen, signada por un reconocimiento de facto, un aprovechamiento del petróleo nuestro para las refinerías del sur de EEUU (o sea, Chevron) y el énfasis en el tema de los migrantes y el freno a la expansión china.

Dugin tiene elementos para soñar su propia utopía ultraconservadora que, para nosotros, es la propia distopía: una gran alianza de potencias con nostalgias imperiales, apoyados en lo más rancio de sus tradiciones nacionales y religiosas, enemigos por principio de la democracia, los derechos humanos y demás ganga liberal. Se dan situaciones paradójicas: la deriva antioccidental de los decoloniales, tendencia supuestamente izquierdista, puede llevarlos a respaldar regímenes teocráticos como Irán y como el que varios pensadores "nazbol" celebran en Turquía, Rusia, etc. La globalización capitalista es atacada por los supermillonarios amigos de Trump. Mientras que China, conducida por un PC, se convierte en la última abanderada del libre comercio mundial que le ha permitido colocarse a la vanguardia, ahora en tecnología de punta: Inteligencia Artificial (Deep Seek), energía de fusión y demás.

La declinante lideresa opositora venezolana cayó en la trampa de apoyarse casi exclusivamente en el apoyo externo de amigos que provocan repulsa, como la ultraderecha europea y los genocidas sionistas, y además del alebrestado Marco Rubio que ya el propio Trump ve con desconfianza porque es demasiado principista para el gusto pragmático del presidente patán, quien ya no está con esas pendejadas de defender la democracia, los Derechos Humanos, ni el planeta, y hasta sanciona a la Corte Penal Internacional. Hay que reiterar que de esta distopía solo podemos salir los venezolanos por nosotros mismos, organizándonos e impulsando iniciativas creativas de resistencia y protesta. Lo de la participación electoral lo abordaré en otro artículo.

Con un mundo y un país así, quién necesita leer distopías.

(Bueno: no me tomen tan en serio esa oración final. Si pueden lean, aparte de las obras que he mencionado, la visión femenina de 1984 titulada "Julia" de Sara Newman. Ta,bi+en, no por último menos importante, mi novela "La bruja y Raskolnikof" – Editorual Rubiano editores, 2022- muestra la distopía de una Venezuela fragmentada en territorios controlados por organizaciones criminales a las ´rodenes de grandes corporaciones extranjeras y venezolanos migrantes en China y EEUU sometidos a la IA )

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