Sahara, 18 de agosto de 2024. En medio del Desierto del Sáhara, donde el verde y la vida parecen olvidados, se creó la Escuela Simón Bolívar, un oasis de esperanza y progreso para el pueblo saharauis.
Esta escuela, construida gracias a la cooperación entre Cuba, Venezuela y la República Árabe Saharaui Democrática, representa un triunfo de la solidaridad internacional y la voluntad de crear oportunidades en un lugar aparentemente inhóspito.
Durante décadas, los refugiados saharauis enfrentaron un dilema desgarrador: enviar a sus hijos a estudiar fuera de los campamentos, separándose de sus familias desde edades tempranas, o resignarse a que sus diplomas carecieran de validez internacional.
Bolívar en el desierto
Fue entonces cuando en 2011, los líderes Fidel Castro, Hugo Chávez y Abdel Aziz Mohammed decidieron actuar en favor de la educación de este noble pueblo.
Contra viento y marea, a miles de kilómetros de distancia, los gobiernos de Cuba y Venezuela se movilizaron para construir esta escuela en medio del Sáhara.
Venezuela aportó los materiales, los saharauis la logística local, y Cuba brindó la infraestructura académica y los recursos humanos necesarios, otorgando títulos oficiales avalados por La Habana.
Hoy, gracias a la Escuela Simón Bolívar, los niños y jóvenes saharauis pueden cursar sus estudios secundarios en su propio país, sin tener que separarse de sus familias a tan temprana edad.
Más de 200 estudiantes, desde los 11 hasta los 18 años, se forman en materias como español, física, química, biología, inglés, informática y matemática, abriendo así un nuevo horizonte de posibilidades.
Los 22 egresados de la primera promoción, 12 mujeres y 10 hombres, representan mucho más que un simple logro académico. Son el reflejo de una comunidad que, a pesar de las adversidades, ha encontrado una forma de mirar hacia el futuro con renovada esperanza.
La Escuela Simón Bolívar es, en definitiva, un oasis de progreso y dignidad en el corazón del Sáhara, un testimonio vivo de la solidaridad entre pueblos y de la convicción de que, incluso en los lugares más inhóspitos, la educación puede florecer y transformar vidas.