Miércoles, 18 de septiembre de 2019.- Ayer salí, con la señora Fru, a recorrer la ciudad.
Salí de aventura.
Salí a comprar dos o tres cosillas que nos hacían falta para cumplir con esa particular costumbre que tenemos todos los humanos y los seres biológicos que nos acompañan en esta aventura del vivir, esa costumbre de comer, de ingerir alimentos que luego el cuerpo transforma en energía y que nos permite vivir.
Apenas el viernes, hace dos o tres días, estábamos en lo mismo, en lo que estamos la mayoría de los que vivimos en este país, a lo que le dedicamos demasiado tiempo, comprando, comparando precios, haciendo mercado, estirando el presupuesto familiar, haciendo magia.
País de magos.
Para los que tenemos el vicio de la observación constante, no pasa desapercibido, la cara de la gente en la calle, el sabor amargo que se respira cuando ves que esa misma gente no puede comprar lo que necesita para vivir por la salvaje locura de los precios, aumentando constantemente, disparados al infinito, sin ningún control, sin respuesta oficial, precios enloquecidos y enloqueciendo.
En tres días todo aumentó y todo el que compra lo sabe, el que puede comprar se molesta, el que no puede se frustra y la gente aguanta y la liga se estira y se estira, quien sabe hasta cuando.
A pesar de lo que algunos proponen, como el amigo Luigino, quien dice que la cosa no está tan mala, que alcanza con el mísero salario que ganamos, eso si, mas la caja, mas las remesas (para quien las recibe Luigino, para quien las recibe) mas lo que la gente vende o puede vender, (los que pueden) la cosa tampoco está tan mala, hasta que aterrizas y te bajas de esa nube.
Solía repetir mi amigo y compañero Ángel, algo que su viejo, El Capitán, solía decirle: yo no soy mas vivo que nadie , pero mas pendejo tampoco.
Interesante razonamiento que creo que está incrustado en la psiquis del venezolano.
Ni mas, ni menos, eso si.
Me acordé de ese dicho cuando por casualidad, vi el programa de Castro Soteldo en televisión, bueno no todo el programa, un pequeño segmento, que luego le comenté a un amigo, quien me indicó que es parte del formato que utiliza nuestro ministro de Agricultura en su programa.
En el mencionado segmento, el que yo vi, se ve una mesa profusamente servida con muchos platos llenos de comida, un señor con un gorro de chef, que supongo cocinó o ayudó en la elaboración de los manjares que se muestran y al conductor del programa saboreando algo que toma de la mesa.
Pienso.
¿Será un acto de provocación consciente mostrarle a un pueblo que no puede comprar lo suficiente para comer diariamente, una mesa servida de esa forma, será un acto voluntario o un acto irresponsable por parte del señor ministro que no mide las consecuencias de sus actos?
Es algo que me pregunto y que muchos, supongo, también se preguntan.
Y mucho cuidado con decir que eso no importa, que no es para tanto, que no hay que exagerar.
No se debe, se puede, pero no se debe eludir la responsabilidad que se tiene como comunicador y mostrar ante un país que está pasando tanta roncha una mesa servida opíparamente.
Así, sin mas.
Inocentemente.
Parece una burla.
¿Qué pensará el ministro de información sobre esta situación algo bizarra? ¿Qué pensarán los demás miembros del gobierno, es que no se dan cuenta de lo delicado y sensible del tema?
No se debe jugar con la paciencia de un pueblo que como mínimo está irritado por la apretada situación que está pasando.
Y acuérdense lo que solía decir El Capitán y que seguramente piensa la gente de nuestro pueblo: yo no soy mas vivo que nadie, pero mas pendejo tampoco.
Yo no soy mas vivo que nadie, pero mas pendejo tampoco.
Aventurando por las calles de Caracas
Por: Luis Enrique Sánchez P
Miércoles, 18/09/2019 07:20 AM