Ilustración: Obra de Eduardo Azócar (2020), dibujo a lápiz sobre papel, "El Político".
En estos días de revueltas, dimes y diretes políticos, y para colmo, de pandemia, días de cambio, se está fraguando otra revolución. Pero una revolución de conciencia, de entender que exigir que se cumplan nuestros derechos no implica que descalifiquemos e injuriemos; que con tintes antisonantes identifiquemos tendencias y criterios de pensamiento, con el argó de un vocabulario gris, sedicioso, infértil.
El Análisis de contenido social, político o económico, es una técnica politológica de investigación empírica elaborada en el ámbito de la comunicación de masas; su origen está ligado a la difusión de la prensa en la década de los veinte, en el siglo XX, y a la apoteosis de las técnicas de propaganda durante las dos guerras mundiales. Para aquellos días, la investigación social se dio cuenta de la necesidad de contar con un método de información que garantizara la absoluta objetividad de las ideas acerca de los asuntos que ocurrían en el mundo. La finalidad de darle vida al análisis es, según Bernard Berelson, "proporcionar una descripción objetiva, cuantitativa y sistemática de hechos y personajes que son de interés para el colectivo".
En un plano específico el Análisis de contenido social, político o económico, parte de un procedimiento de descomposición de la unidad informativa, hasta llegar a formar elementos cada vez más simples, individualizados por medio de criterios sistemáticos y empíricamente verificables. Esos elementos han de presentar las diversas posiciones de los actores sociales que emiten la información, guiando el tema hacia la conjugación de variables de contenido que presenten léxicos en donde predominen los valores explícitos a destacar y no nuestras apreciaciones.
No es válido, ni justo en el ámbito del discurso analítico, dejar entrever nuestro descontentos o nuestras coherencias ideológicas con el tema en estudio, tenemos que ser exigentes con nosotros mismos, modelar un comentario crítico que no afecte lo humano, sino que se dirija al espectro problemático que estemos dilusidando. Por supuesto el analista tiene el deber de interpretar las acciones que motivan la información, pero no ha de ser una interpretación pre-concebida, delicadamente sugerida por su razón de ver la realidad política-institucional del país. Es una tarea dura la del analista, por ello es menester asumir la responsabilidad en el esfuerzo ético y moral que corresponde: ser sinceros no es ser profundos ni críticos, es equivocar procedimientos; debemos ser comparativos, sin mayores conclusiones que las que pueda formarse el lector.
Un ejemplo de esta objetividad necesaria es cuando decimos, por decir algo: "la marcha demostró tener pocos simpatizantes"; esta frase está invadida de nuestra apreciación personal, es menester darle un sentido de objetividad: "en la marcha participaron cinco gremios profesionales con un número aproximado de trescientas personas a lo largo de la avenida tal…". El lector que conozca la avenida se dará cuenta de inmediato de que fue una marcha muy pobre en participación, pero la idea es que sea el lector que asuma esa conclusión, no nosotros como analistas o periodístas.
Otro elemento que se debe descartar es el rumor, chisme, o información de mala intención; no debemos dar crédito a las "bolas" que se dejan correr por los pasillos de las instituciones, toda información ha de ser contrastada con hechos y personajes, es preferible dejar morir un "tubazo" que tener que desmentirnos luego de ello. El análisis requiere nuestra objetividad por sobre todas las cosas.
Las críticas que recibe esta visión técnica de investigación se centran, sobre todo, en su modo de individualizar las categorías descriptivas e interpretativas; para el analista la búsqueda de la verdad se establece a priori en un primer momento, luego, en la medida que se derivan las relaciones internas se producen elementos constitutivos de la información que van motorizando un cambio en la conducta subjetiva del investigador, aflorando una comunicación que resalta aspectos verbales, en un contexto en el que se produce el intercambio comunicativo, el trabajo de descodificación del receptor, entre otros aspectos. En los últimos años, las técnicas de investigación han alcanzado un gran desarrollo y se han perfeccionado gracias a los avances del software, programas que permiten utilizar categorías descriptivas mucho más complejas, capaces de considerar y valorar los aspectos lingüísticos y las relaciones de la información tratada con el pensamiento contemporáneo universal que verse acerca del tema.
¿Qué es un analista político? Un investigador que valiéndose de su capacidad escritural contrasta información de carácter político para que un potencial lector asuma elementos objetivos de donde emitir criterios personales e individuales acerca de situaciones puntuales y determinadas. Como se nota a simple vista, es un profesional interesado y dedicado al análisis. Es importante recordar que la politología, o ciencia política, se interesa por producir un saber, un conocimiento que pueda comprender, explicar abordando elementos de la temática política; el análisis que surja de la interpretación de esa temática política, se construye a través de los recursos teóricos y prácticos, saberes y experiencias, conjugados de manera singular, personal, que lleve a una dimensión creativa el fenómeno político para que pueda ser digerido por todos.
El analista político sospecha y se interroga, se ajusta a la realidad, y ve en hechos como la inseguridad o la corrupción, temas para ir contestándose esas preguntas que todos tienen y que no terminan de ser aclaradas por la institucionalidad y por los veceros de la política. Ese abordaje del analista es complejo en su diagnóstico y marcar la arista para reconocer los problemas y la densidad política de esos problemas, necesitado ser capaces de intervenir en lo que está pasando, con una mirada más global, atendiendo a los discursos que circulan y que buscan presentar una realidad, variada y heterogénea, que se busca a homogenizar a través de la postura de quien es el actor principal de esos hechos políticos. Cuando la información política es variada y hay posiciones e intereses encontrados, el analista se vale de su capacidad para proponer una lectura que organice y de claridad esa información construyendo posturas a través de la creación de escenarios potenciales en el presente, lo que lleva a sugerir criterios ideales, a veces válidos, y a veces obtusos y vacíos, como suele darse en toda experiencia social, donde la heterogeneidad de criterios es lo que suele mover la opinión pública. La tradición en el análisis político, nos sugiere que la opinión analítica sobre política debe retratar los hechos con otros hechos que en el pasado se comportaron igual o tan igual como el que se esculca en el presente.
A juicio de Emilio Lezana (escritos y analista político mexicano), el mundo de la prensa y el análisis están tan distraídos con la figura presidencial que en muchos casos se han vuelto omisos en lo sustancial. Hoy los términos y las terminologías del debate son impuestas por los líderes presidenciales de corte populista; "…en el fondo, lo que esto revela es que el nivel de la discusión pública ha cedido a un impulso superfluo e ideológico, guiada más por las fobías, las filias y los intereses que por el pensamiento y el análisis. El resultado es un debate público degradado cuyo epicentro intelectual consiste en la definición de bandos y no en el desarrollo de argumentos e ideas sustentadas..."
Reitera Lezana, que algunos analistas han caído presa de esta polarización y simplificación del espacio público, exigiendo al mundo del análisis los mismos términos maniqueístas de su discurso, como si el rol del análisis fuera ser buena onda, popular y sectario; en lugar de debatirse en lo correspondiente al trasfondo de las acciones gubernamentales de un país, se cae hoy día, en la trampa de discutir lo que el líder de turno quiere; el internet y las redes sociales, han generado una competencia importante entre los analistas por rating y clicks, recalca Lezana, generando una presión intrínseca para hacer del análisis una herramienta de aprobación popular muy aislada de la verdad y más propensa a defender la integridad de sujetos que no la tienen. "…No se trata de engañar a nadie, la objetividad no existe (explica Lezana) porque somos sujetos, pero nuestro rol es analizar, pensar e intentar construir. El mayor reto del analista… es no caer en la trampa de los distractores mediáticos y lograr construir análisis serio y profundo que encuentre el trasfondo de los temas nacionales e internacionales que nos aquejan".
En concreto, según Juan A. Beranger (del Instituto de Filosofía Política e Historia de las Ideas Políticas de Argentina), en "…el mundo que interpela a la política, sea desde las ciencias o bien desde la opinión –doxa– sobresale la necesidad de avanzar en técnicas de investigación, metodologías aplicadas al campo de los fenómenos políticos. Bourdieu conceptualiza la labor metódica de analistas/interrogadores como quienes desean obtener respuestas a ciertas cuestiones que se plantean en el marco de una instancia observable, dice: el interrogador y el interrogado no confieren necesariamente la misma significación y la misma función a la pregunta; la interpretación de la respuesta no tiene ninguna posibilidad de ser adecuada mientras no estén explicitadas la demanda inherente a la pregunta y la representación que el interrogado se hace de la pregunta y de la respuesta que ella merece …y agrega: …la interrogación (politológica) mide no por la opinión política sino por la aptitud para producir lo que se entiende por opinión pública…"
Es decir, las relaciones que se crean entre las partes se entienden desde diferentes posiciones y ópticas, pero que es necesario relacionarlas de manera coordinada, donde el sistema de relaciones es capaz de producir quiebres que den con resultados diferentes a los que ocurren en la realidad del hecho político; del mismo modo que advierte acerca de concebir realidades que pueden ser tomadas a partir de simples percepciones. El analista político le toca la construcción crítica, y los procesos conclusivos que se vincularán a esa construcción crítica; entiéndase un conjunto de procedimientos intelectuales y técnicos que hacen posible alcanzar determinado objetivo o conocimiento lo más cercano a la verdad.