Después de años en que ejercí la docencia universitaria e intenté que futuros periodistas aprendieran a «crear» discurso acorde con las buenas prácticas del Periodismo (con mayúscula), me jubilé. Algunas veces tropezaba con productos de antiguos alumnos transitando por los caminos que, en clases, identificamos como repudiables. Otros se me acercaban a hablarme de las «trampas» ya instaladas en los medios (debido a nuestra extrema polarización política). Con pocos sigo en un bonito diálogo de interaprendizaje y respeto. Lo último: una declaración del presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, en San Francisco (Zulia). De entrada quiero dejar clarito que no voy a defender el discurso de Diosdado Cabello. Ni lo necesita ni me interesa. A mí solo me toca el recorrido periodístico (si esa vaina de verdad existe en nuestro país) realizado como una práctica asqueante. Y eso solo por insistir en que (en algún momento) nuestro periodismo será útil y hará lo necesario.
El cuento se concentra en un pedacito de un mitín que dio Diosdado Cabello el 30 de noviembre, en el cierre de la campaña hacia las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre. Y solo en una parte en que dice esto: «...y las mujeres van a estar al frente de esta batalla...yo sé que es así...yo sé que es la mujer la que se va a levantar tempranito, ve, y va a decir en su casa «epa, a levantarse, con la diana Carabobo porque hay que ir a votar… ( pausa de 4 segundos), claro y el que no vota no come...pal que no vote no hay comida...» Yo no sé...(risas)...el que no vote no come, se le aplica una cuarentena ahí, sin comer...» Es todo: exactamente 40 segundos suculentos para el periodismo mamarracho, capaz de lo que sea para estafar destinatarios. A raíz de esto, comenzó la «fiesta» mediática y el«caldo» para los ingenuos:
No hay que tener herramientas intelectuales ultrarrefinadas para llegar a la comprensión (del texto, del contexto y de la intención) de este discurso. En serio. Cabello, dentro de su discurso, inventa otro (el de «la mujer revolucionaria»), a la cual le adjudica el papel de mando en el hogar. En ese rol (por demás, estereotipadamente patriarcal) le confiere poder y autoridad para activar a los miembros de su familia a ir a votar. Gran parte de ese «poder» atribuido a la mujer en el hogar está sustentando (en el imaginario patriarcal de Diosdado) en que ella controla la comida (debido a que es quien la prepara, quien la reparte y finalmente), por ello decidirá quién come y quién no. Es decir, Diosdado Cabello pone en boca de otro persona las palabras que los medios le adjudican a él. Es un simple proceso de «discurso referido» inventado que los medios han aprovechado para desconfigurarlo y asegurar que el responsable de tal afirmación es el propio Cabello. Hay varias intenciones de sentido en el proceso pragmático de este tipo de discurso político (mitín): uno es congraciarse con las mujeres que asistían al evento partidista (al «elevarlas» en relevancia e importancia que, para él, tienen como militantes en las próximas elecciones); dos, reconocerles el rol protagónico y dominante en el hogar; y tres, crear un momento de distensión comunicativa a través del uso del llamado «humor negro». Sin embargo, entre el «… con la diana Carabobo porque hay que ir a votar…» y el «... el que no vota no come» transcurre una pausa de 4 segundos y es la que aprovechan los medios para separar el discurso referido de la mujer (inventada dentro del discurso ) del propio discurso de Cabello. Con esta estrategia logran atribuir (maliciosamente) a este lo que en realidad es una continuidad del otro.
Desde hace mucho he trabajo para demostrar que este tipo de desempeño periodístico está más dirigido hacia destinatarios extranjeros que nacionales. Solidifica la percepción de «gobierno opresor» ya firmemente consolidada a nivel internacional para cierto público. En este caso, también es llamativo el impacto puertas adentro. Los venezolanos ya deberíamos estar prevenidos de estos manejos periodísticos (a base de padecer miles en estos veinte años de confrontación demencial); sin embargo, no es así. Debatí con muchos y me reconfirmó el poder que tiene la «congruencia» cognitiva en este asunto interpretativo. La congruencia cognitiva se produce al aceptar solo la información que está en armonía con mis creencias. Por tanto, dado que muchos aceptan, creen, sospechan o por lo menos dan margen a la duda sobre el comportamiento honesto de este gobierno, no admiten las pruebas interpretativas que demuestran la conducta maliciosa de los medios en cuanto al manejo de estas declaraciones. No las aceptan porque no es «congruente» con la percepción sobre Cabello y sobre el gobierno. Y al cerebro no le gusta que lo convenzan cuando está firmemente asentado en una creencia. La «congruencia» cognitiva es un comportamiento de nuestra «mente política» aprovechado por los medios de comunicación para estabilizar la polarización y bloquear la apertura a la pluralidad.
No me cansaré de implorar que en Venezuela hace falta periodismo. Bueno. Un periodismo que interprete, investigue, dé datos, profundice, esté descolonizado, que sea odiosamente crítico, que no apadrine a nadie, que sea valiente y esté al lado de la gente. Y en Maracaibo, ese clamor es más lacerante. No obstante, y por ahora, seguiremos (sin dudas) acorralados en la aceptación de que sea la mediocridad el único discurso informativo que nos hacen merecer.
Después de años en que ejercí la docencia universitaria e intenté que futuros periodistas aprendieran a «crear» discurso acorde con las buenas prácticas del Periodismo (con mayúscula), me jubilé. Algunas veces tropezaba con productos de antiguos alumnos transitando por los caminos que, en clases, identificamos como repudiables. Otros se me acercaban a hablarme de las «trampas» ya instaladas en los medios (debido a nuestra extrema polarización política). Con pocos sigo en un bonito diálogo de interaprendizaje y respeto. Lo último: una declaración del presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, en San Francisco (Zulia). De entrada quiero dejar clarito que no voy a defender el discurso de Diosdado Cabello. Ni lo necesita ni me interesa. A mí solo me toca el recorrido periodístico (si esa vaina de verdad existe en nuestro país) realizado como una práctica asqueante. Y eso solo por insistir en que (en algún momento) nuestro periodismo será útil y hará lo necesario.
El cuento se concentra en un pedacito de un mitín que dio Diosdado Cabello el 30 de noviembre, en el cierre de la campaña hacia las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre. Y solo en una parte en que dice esto: «...y las mujeres van a estar al frente de esta batalla...yo sé que es así...yo sé que es la mujer la que se va a levantar tempranito, ve, y va a decir en su casa «epa, a levantarse, con la diana Carabobo porque hay que ir a votar… ( pausa de 4 segundos), claro y el que no vota no come...pal que no vote no hay comida...» Yo no sé...(risas)...el que no vote no come, se le aplica una cuarentena ahí, sin comer...» Es todo: exactamente 40 segundos suculentos para el periodismo mamarracho, capaz de lo que sea para estafar destinatarios. A raíz de esto, comenzó la «fiesta» mediática y el«caldo» para los ingenuos:
No hay que tener herramientas intelectuales ultrarrefinadas para llegar a la comprensión (del texto, del contexto y de la intención) de este discurso. En serio. Cabello, dentro de su discurso, inventa otro (el de «la mujer revolucionaria»), a la cual le adjudica el papel de mando en el hogar. En ese rol (por demás, estereotipadamente patriarcal) le confiere poder y autoridad para activar a los miembros de su familia a ir a votar. Gran parte de ese «poder» atribuido a la mujer en el hogar está sustentando (en el imaginario patriarcal de Diosdado) en que ella controla la comida (debido a que es quien la prepara, quien la reparte y finalmente), por ello decidirá quién come y quién no. Es decir, Diosdado Cabello pone en boca de otro persona las palabras que los medios le adjudican a él. Es un simple proceso de «discurso referido» inventado que los medios han aprovechado para desconfigurarlo y asegurar que el responsable de tal afirmación es el propio Cabello. Hay varias intenciones de sentido en el proceso pragmático de este tipo de discurso político (mitín): uno es congraciarse con las mujeres que asistían al evento partidista (al «elevarlas» en relevancia e importancia que, para él, tienen como militantes en las próximas elecciones); dos, reconocerles el rol protagónico y dominante en el hogar; y tres, crear un momento de distensión comunicativa a través del uso del llamado «humor negro». Sin embargo, entre el «… con la diana Carabobo porque hay que ir a votar…» y el «... el que no vota no come» transcurre una pausa de 4 segundos y es la que aprovechan los medios para separar el discurso referido de la mujer (inventada dentro del discurso ) del propio discurso de Cabello. Con esta estrategia logran atribuir (maliciosamente) a este lo que en realidad es una continuidad del otro.
Desde hace mucho he trabajo para demostrar que este tipo de desempeño periodístico está más dirigido hacia destinatarios extranjeros que nacionales. Solidifica la percepción de «gobierno opresor» ya firmemente consolidada a nivel internacional para cierto público. En este caso, también es llamativo el impacto puertas adentro. Los venezolanos ya deberíamos estar prevenidos de estos manejos periodísticos (a base de padecer miles en estos veinte años de confrontación demencial); sin embargo, no es así. Debatí con muchos y me reconfirmó el poder que tiene la «congruencia» cognitiva en este asunto interpretativo. La congruencia cognitiva se produce al aceptar solo la información que está en armonía con mis creencias. Por tanto, dado que muchos aceptan, creen, sospechan o por lo menos dan margen a la duda sobre el comportamiento honesto de este gobierno, no admiten las pruebas interpretativas que demuestran la conducta maliciosa de los medios en cuanto al manejo de estas declaraciones. No las aceptan porque no es «congruente» con la percepción sobre Cabello y sobre el gobierno. Y al cerebro no le gusta que lo convenzan cuando está firmemente asentado en una creencia. La «congruencia» cognitiva es un comportamiento de nuestra «mente política» aprovechado por los medios de comunicación para estabilizar la polarización y bloquear la apertura a la pluralidad.
No me cansaré de implorar que en Venezuela hace falta periodismo. Bueno. Un periodismo que interprete, investigue, dé datos, profundice, esté descolonizado, que sea odiosamente crítico, que no apadrine a nadie, que sea valiente y esté al lado de la gente. Y en Maracaibo, ese clamor es más lacerante. No obstante, y por ahora, seguiremos (sin dudas) acorralados en la aceptación de que sea la mediocridad el único discurso informativo que nos hacen merecer.
*Profesor de la Facultad de Humanidades y Educación Escuela de Comunicación Social Departamento de Periodismo Impreso Universidad del Zulia (Maracaibo-Venezuela)
sbermudez37@gmail.com