Cuando en enero de 2021, twitter, anuló la cuenta del entonces presidente en funciones, Donald Trump, se abrió un debate a nivel mundial, por demás interesante ya que involucra directamente a las más de 4 mil 507 millones de personas que se conectan diariamente a la internet (95 por ciento de los pobladores de EEUU y Europa versus menos del 10 por ciento de la población del África Central y solo el 19 por ciento de la población de los 47 países llamados menos desarrollados para un total de apenas el 53 por ciento de toda la población mundial, la que tiene acceso a internet en el planeta Tierra). Internet, una mega estructura de comunicación e información, centralizada y controlada desde Estados Unidos por empresas de ese país a través del ICANN, (Corporación de internet para la asignación de nombres y números), que es quien asigna los dominios de internet en todo el mundo. Esta nueva forma de colonialismo 2.0, como le llaman algunos, está en cuestionamiento desde Europa, China y Rusia y demás movimientos y activistas digitales críticos. Sobre la red de redes, la Internet, se ha levantado todo un conglomerado de empresas digitales que no pagan impuestos y apenas ahora es que algunos Estados-Nación se han planteado regular y supervisar sus actuaciones en las fronteras nacionales, habida cuenta sus influencias en la vida, relaciones y opciones de la población mundial. En su inmensa mayoría, se trata de empresas estadounidenses como: Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft, Twitter, WhatsApp y otras que, como tales, se convierten en subsidiarias de los organismos de inteligencia de EEUU y le colaboran en sus acciones de espionaje y vigilancia mundial. En otras oportunidades, se convierten en ventanas de acceso para promover la desestabilización de países objetos de políticas de «cambio de régimen», impulsadas y promovidas por la CIA y sus Ong´s financiadas con el dinero proveniente de los impuestos del pueblo estadounidense. Pero, también dichas empresas se transforman en franquicias del Santo Oficio cuando de demonizar y satanizar países soberanos e independientes se trata, como ocurre con Rusia, China, Irán en Eurasia, o Cuba, Nicaragua y Venezuela en América. Entonces, la censura y la desinformación, se convierten en su propósito de fe, como ocurriera con las protestas del pueblo colombiano que de la noche a la mañana dejaron de circular y difundirse videos relacionados con esa realidad que evidencia el despertar de un pueblo contra la realidad opresora de una oligarquía que le entregó todo al imperialismo, echando a un lado el legado de independencia del Padre Libertador, Simón Bolívar, en provecho de la esclavitud y recolonización de ese, otrora pueblo y nación independiente que ha dejado en manos del Capitán América, quien es, según el subpresidente Iván Duque, quien libertó Colombia de la monarquía español hace dos siglos atrás. ¡Tal es, la nueva historia que ha rescrito el uribismo!
Pero, devolvámonos al episodio no menos importante que representó la eliminación de la cuenta tuiter del presidente Donald Trump, enero 2021, una vez que los resultados de noviembre 2020, se oficializaban y daban como un hecho cierto el ascenso al gobierno de Joseph Biden. Recuérdese que Trump, su presidencia, es un producto de las redes sociales. En su campaña electoral presidencial contra Hillary Clinton, Trump, lo apostó todo al internet mientras que la Clinton se inclinó por el marketing electoral tradicional, en medios de comunicación tradicionales. Su candidatura empezó a usar Twitter, Facebook e Instagram como si fueran sus departamentos de prensa. Desde esas redes, lanzaban la noticia y los medios de comunicación solo tenían que replicarla hasta el infinito y más allá. Mientras, la Clinton se dirigía a diversidad de colectivos sociales (latinos, mujeres, emigrantes, otros), Trump, concentró su artillería de mensajes en la clase media blanca trabajadora, mayoritaria en el país y les habló de manera simple y precisa, en pocos caracteres. Y su mensaje les llegó y caló tanto, que ganó esas elecciones mediante una mayoría en los Colegios Electorales, más no en votos. Ejerció su presidencia durante cuatro años predominando su discurso del odio contra los emigrantes, negros y latinos, contra Rusia, China, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Irán y Siria, en ningún momento ese discurso perturbó el algoritmo de las redes sociales y nunca fue objeto de suspensión alguna por dichas redes hasta que perdió las elecciones y el Congreso Estadounidense certificó su derrota, solo desde entonces, los «valientes» propietarios de las empresas de internet se atrevieron a desconectarlo digitalmente de internet. Primero fue Twitter, después Facebook, WhatsApp e Instagram hasta desaparecerlo de las redes sociales, incomunicarlo del mundo digital a un costo indudablemente caro, el 7 por ciento de sus acciones en la bolsa perdió Twitter. Importante precisar, que las redes sociales no son neutras sino negocios privados que se financian no solo con la publicidad que difunden sino también mediante la venta de los datos personales de sus usuarios y usuarias, sus Like´s convertidas en mercancías, en venta al mejor postor. Usted, y sus datos personales, son el principal insumo o mercancía a la venta para los sistemas de vigilancia global que sirven tanto a empresas como a gobiernos occidentales. Con muchísima razón, el filósofo esloveno, Slavoj Zizek, en 2017, sentenciaba: «Zuckerberg y Elon Musk son mucho más peligrosos que Donald Trump», como bien pudiera certificarlo tres años después el propio Donald Trump, hoy víctima de las empresas digitales.
Acudimos a una nueva era en la historia de la humanidad en que un –reducidísimo- grupito de hombres, dueños de empresas digitales, dominan al mundo entero sin moverse de su despacho en el cual tienen acceso a la internet, sin tomar en cuenta decisiones de gobiernos y parlamentos electos por los pueblos del mundo. La filósofa mexicana, Sayak Valencia, definió esa nueva forma de dictadura global como «glotaritarismo», valga decir: como «un régimen totalitario orquestado por el on-line y la digitalización, que representa la institucionalización de tiranías locales a través de un gobierno global que estaría fundado en un organismo descentralizado de los países». Son la nueva inquisición 2.0, en la que los declarados como «herejes» por las potencias hegemónicas (EEUU y Europa) son demonizados, satanizados e invisilizados en sus espacios de información y comunicación, sus cuentas y páginas web bloqueadas, suspendidas e incluso, penalizadas con alertas de seguridad para que el usuario o usuaria se prive de visitarlos. Es por ello, que al Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, en particular, la empresa –Facebook- le elimina su cuenta personal por tan solo informar sobre un medicamento contra el Covid-19, hecho en Venezuela, denominado Carvativir, un antiviral con propiedades antimicrobianas, antioxidantes, antiinflamatorias y moduladoras de la respuesta inmunitaria. Pero, igualmente, a quienes se declaran chavistas y antiimperialistas, son objetos de persecución –sus cuentas- por los regentes de Twitter Venezuela, que los castiga con suspensiones por un mes por solo retuitear apoyos y like´s de solidaridad con el patriota colombo-venezolano, Alex Saab, preso político del régimen imperialista de Washington. Miles de cuentas, fueron suspendidas en Venezuela por tan solo mostrar una muestra de solidaridad con Saab. Twitter Venezuela, en sus reglas habla de combatir las campañas de odio pero no se conoce una sola cuenta de los opositores venezolanos -repletas de amenazas de muerte- contra los simpatizantes del proceso revolucionario venezolano que haya sido suspendida. Al contrario, se glorifica y engrandece, la figura del «Coqui», un narcotraficante y criminal que actúa en las barriadas venezolanas, al oeste de su capital. Su alias o sobrenombre, ha sido Tendencia cada vez que twitter intenta desviar la atención de las y los usuarios de esa red social de un evento positivo ocurrido en Venezuela. Dicha red social, actúa más como un partido político de oposición que como una red social verdadera. Ello, explica por qué gran parte del financiamiento destinado por EEUU a sus Ong´s alrededor del mundo, con el fin de desestabilizar gobiernos e inducir su «cambio de régimen», va dirigido al sostenimiento de un enorme tinglado de medios digitales.
Los gobiernos y pueblos del mundo libre y autónomo, están reaccionando contra esa nueva forma de dictadura digital global. Los Parlamentos, están elaborando propuestas de leyes para regular las redes sociales a lo interno de sus países. En México, se debate una propuesta al respecto impulsada y promovida por la mayoría parlamentaria de MORENA, partido del gobierno de AMLO. El proyecto, convertiría al Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) en el árbitro en cuestiones de moderación de contenidos, habilitándolo a anular las decisiones de operadores de redes sociales sobre cómo y cuándo eliminar las publicaciones de un usuario o suspender o cancelar su cuenta. Ejercer soberanía nacional, es lo que busca dicho proyecto de Ley y garantizar la libre expresión de los usuarios y usuarias de las redes sociales, violentada por el llamado algoritmo digital que también violenta un principio básico de nuestras Constituciones libertarias que es el derecho fundamental a la defensa, al debido proceso (Artículo 49, C.R.B.V.), contrario al principio inquisitorio que violenta el debido proceso y te sanciona declarándote culpable -ipso facto- porque así lo dictaminó el algoritmo digital, por la voluntad del dueño de la empresa. La Unión Europea, no se queda atrás en materia de regulación de las empresas de redes sociales mediante la Ley de Servicios Digitales, siendo el objetivo de la misma atacar el contenido ilegal que se sube a las plataformas digitales, regular los algoritmos que moderan los contenidos y hacer más transparentes los contenidos publicitarios. Esa Ley, abarcará «desde las redes sociales, hasta los servicios de la economía colaborativa, pasando por los motores de búsqueda, la publicidad en línea, los servicios en la nube, los puntos de acceso wifi, el alojamiento de páginas web, los servicios de mensajería, las tiendas de aplicaciones, las herramientas de comparación, los servicios basados en la inteligencia artificial, las redes de suministro de contenidos y los servicios de nombres de dominio». Como dato clave, tenemos que las empresas digitales deberán tener su representante legal en Europa, si desean ofertar sus servicios en la Comunidad Europea. Días atrás, el Presidente Vladimir Putin, firmaba una Ley que obliga a las empresas extranjeras de las redes sociales a abrir oficinas en Rusia, dice el texto de la Ley: «Toda entidad extranjera, que realiza actividades en Internet en Rusia, está obligada a crear una sucursal, abrir una oficina o establecer una entidad legal rusa». En Venezuela, Facebook, viola la libertad de expresión del Presidente Nicolás Maduro y a la vez, la libertad del pueblo venezolano a estar informados sobre nuevos fármacos para el tratamiento contra el Covid-19, como es el caso del Carvativir y luego, esos mismos medios mienten y acusan al Presidente Maduro de ser el que viola la libertad de expresión, por no decir la libertad del dueño de la empresa digital de decir lo que le venga en ganas en función de sus intereses empresariales. ¡Nunca antes, se ha mentido tanto y con tanta impunidad como ahora!
El mundo, poco a poco, reacciona contra la dictadura digital global sometiéndola a la Constitucionalidad y cumplimiento de las leyes nacionales. Nadie, eligió a los propietarios de los dueños de las redes sociales para que, en su nombre, decidieran qué debe informarse o mal informarse en las mismas. Encima, hacer ganancias con la venta de los datos personales de sus usuarios y usuarias. La humanidad, ha despertado del letargo impuesto por internet y es un hecho, el principio del fin de la dictadura global digital. Es hora que los pueblos y gobiernos que le son afectos, sometan a las redes sociales a las reglas de la democracia internacional y así poder garantizar derechos fundamentales, derechos humanos consagrados en la carta magna de Naciones Unidas y en las Constituciones Nacionales de los pueblos del mundo, organizados en ciudadanía universal.
Postscriptum: «Hoy por hoy, una dictadura digital tiene el potencial tecnológico para materializarse y no hay suficiente regulación para impedirlo», alerta el historiador y escritor, Yuval Noah Harari. ¿Cómo evitar que esa tecnología se consolide en las manos de un ente autoritario que elimine de facto el libre albedrío? ¿Quién delimita los usos de estos importantes, pero peligrosos, avances? ¿Quién decide sobre la regulación y el avance de las capacidades tecnológicas? «Cuando un ente interesado tiene a su disposición la información necesaria para saber en qué cree un ser humano en concreto y la tecnología para llegar de forma precisa a él, es escalofriantemente fácil manipularlo con un relato concreto. El caso de Cambridge Analytica es uno de los mayores ejemplos de esta capacidad. Hay una batalla por la atención. No les importa el mensaje. Quieren retenerte en su plataforma para poder venderte más anuncios. Los mensajes extremos son mucho mejores en captar la atención que otros más moderados»… «Si no se produce ningún cambio importante que lo impida, la humanidad se dispone a sucumbir totalmente a los tres mayores retos a los que se enfrenta. La crisis climática, por un lado, la crisis laboral a la cual nos dirige una automatización descarnada que margine una potencial 'clase inútil', por otro, y una revolución tecnológica sin regulación que desemboque en una crisis social y que ponga en entredicho la misma democracia»
Caracas, 03-07-2021