Si Montesquieu hubiera levantado la cabeza ayer, hubiera dicho que son tres los poderes del Estado, sí, pero también que uno solo lo es de la sociedad entera: el periodismo instituido y constituido. Un periodismo que a su vez pudiera considerarse también el primero oficioso del Estado, tal como funciona en estos tiempos sobre todo en España. Según la clase de sociedad, la forma de Estado que adopte ésta, monarquía o república, y su historia, el periodismo estará más o menos a la altura de los otros tres poderes, pero siempre será él lo que los determine y de forma más o menos patente o subrepticia, en sus manos estará el destino de una nación entera. De hecho, la decide. Eso quizá sucede en todas las naciones, pero con mucho mayor motivo en países políticamente muy inestables, casi convulsos, como es el caso de España. Podría decirse que los poderes del Estado: ejecutivo, legislativo y judicial, en una democracia inorgánica burguesa son la columna vertebral, y el periodismo una suerte de alma. Aun mediando dentro de éste distintas corrientes, siempre una de ellas, más o menos a la par que la ideología predominante, destaca con carácter decisivo.
Porque a través de los medios, especialmente los audiovisuales, se transmite mucho más que noticias. Es más, los aluviones de noticias facilitados a los medios por sus Agencias de prensa son para ellos irrelevantes al lado de su interés en poner en marcha pensamiento, y pensamiento aun superficial son las corrientes de opinión. Pero en sociedades poco acostumbradas a pensar, los periodistas, los presentadores, los directores de los programas radiofónicos y televisivos (a la postre los dueños del respectivo medio) son quienes piensen por el individuo. Para qué molestarse. Dejarlo en sus manos y consultar además con el bolsillo y la posición económica y personal propias son las claves para una vida despreocupada y feliz…
En cualquier caso es evidente que en España el fenómeno periodístico reviste caracteres similares a los de los partidos políticos con sus diferentes tendencias. Pero antes serpentea. Aunque de los preponderantes impresos y audiovisuales, llamémosles oficialistas, ninguno apoya claramente la opción de la izquierda "real", la izquierda inequívocamente reformista. Al principio el periodismo en general parece mantener una línea ideológica, pero al final se arrima al sol que más calienta, es decir, a la causa que tiene más posibilidades de triunfar, que es por definición la conservadora y, burla burlando, la apoya en detrimento de la causa débil; débil, porque débiles son las minorías. El periodismo nunca es revolucionario. Si de algún modo lo es, será considerado por sus pares panfletario. Por eso, el que va por otras vías, ahora las digitales, ha de vigilar mucho más no hacerse sospechoso de serlo. Por otro lado, la evolución de una ideología firme, firme por contar con el respaldo de los ingentes intereses económicos, es siempre favorable a ella. Y puesto que mucho depende de dónde se pone el foco de la noticia (periodismo de información) y de los análisis posteriores de la noticia (periodismo de opinión), en medio de una barahúnda y cruce de ideas, unas muy claras y otras muy vacías, la probabilidad mayor de medrar, aunque parezca mentira es la de las simplicidades, la de las ideas vacuas. Por lo que no es necesario que un medio o un grupo mediático se posicione claramente a favor o en contra de un partido. Basta hablar mucho de él y hacer oírse mucho a sus líderes. Por ello, basta media docena de periodistas, e incluso un par de ellos, disertando como un martillo pilón en las televisiones en una dirección, para que el trabajo de uno o dos partidos ultraconservadores quede redondo. Lo que ya sucede hoy y "ya" mismo. En el parecer del politólogo Juan Linz, mientras un régimen autoritario busca sofocar la política y la movilización política, el totalitarismo busca controlar la política y la movilización política. Esto último es lo que se propone el partido reaccionario "de moda", con su aliado el reaccionario "respetable" en España, si ganan ambos las elecciones próximas. Y, aun a dos años vista, todo parece indicar que, tal como se van presentando los acontecimientos, la deriva del periodismo de "vanguardia", las dificultades para entenderse las izquierdas, la participación de YouTube y de Facebook en la propaganda de los dos partidos ultraconservadores, la neutralidad de quienes no debieran ser neutrales y el pasotismo de la población civil frente a la pujanza y el ímpetu de la extrema derecha, para consternación de muchos millones de españoles así será…