En Puerto Rico, la oposición venezolana, debe mirarse como en un espejo

Viernes, 26/07/2019 04:07 PM

Ricardo Rosselló, el renunciante gobernador de Puerto Rico, como todo aquel que quiere llegar a ese cargo, hizo lo necesario, sobre todo no ponerse piedras en el camino, para tener excelentes relaciones con el gobierno de Estados Unidos. Incluso, estando en el cargo, para su mayor seguridad, participó activamente en la campaña injerencista de los asuntos nuestros y hasta se mostró partidario se usase el territorio de su país como puente de una aventura contra Venezuela. No puso énfasis en reclamar como es debido el aporte de la Casa Blanca para resolver problemas graves, sobre todo los que afectan a la isla desde el 2017, cuando un huracán ocasiono severos destrozos. Lo que revela que ha estado en buena sintonía con Donald Trump. Además obtuvo un bachillerato en el Instituto Tecnológico de Massachusetts en ingeniería química y un doctorado en ingeniería biomédica por la universidad de Michigan.

Entonces no hay duda que quien sale ahora de la gobernación y no exclusivamente por sus chats homofóbicos, es un funcionario en excelentes relaciones con el gobierno de Estados Unidos y que el gobierno de este país nunca hubiese querido tener que salir de él y menos en las circunstancias de ahora. Es un nativo de Puerto Rico formado en la escuela estadounidense desde el bachillerato e hijo de quien también desempeño el mismo cargo que él ocupó hasta hoy 25 de julio del 2019. Es de decir, por donde se le busque es un nativo que nunca ha cuestionado el carácter de las relaciones coloniales entre EEUU y Puerto Rico. Un perfecto aliado.

Para darle mayor sustento a todo esto, leamos la nota de este mismo día, inserta en el diario New York Times: "Sin embargo, los manifestantes rechazan a más grandes rasgos las décadas de malos manejos y de corrupción que han dejado a la isla en bancarrota y sin la capacidad para atender la devastación después del huracán María de septiembre de 2017.". Cualquier desconfiado o acucioso puede usar el siguiente link para leer directamente la nota del diario de Nueva York.

https://www.nytimes.com/es/2019/07/23/protestas-en-puerto-rico/?rref=collection%2Fsectioncollection%2Fnyt-es

La nota anterior de un diario nada sospechoso de estar en contra de los valores e intereses norteamericanos indica que había sobrados motivos, desde tiempo a tras, para que el pueblo de la isla antillana estuviese por salir de su gobernador. Y no sólo había mucho descontento, sino que este se venía manifestando por diversas vías; pero había sido acallado por sus buenas relaciones con factores de la Casa Blanca. Los chats homofóbicos y sobre todo dirigidos contra un cantante de bastante prestigio en la isla solo sirvieron de mecha para hacer estallar la bomba allá incubada. Pero esto de estallido y bomba, sólo es una mera forma metafórica para describir los hechos, pues las manifestaciones que se produjeron durante una semana constituyeron una bella enseñanza de civilismo y respeto por los derechos de los demás.

Desde Miami, un latinoamericano allá residenciado, quien dice haber estado pocos días atrás en Puerto Rico, tanto que presenció las manifestaciones, nos dice mediante un correo, de manera muy respetuosa y hasta interesada en encontrar respuestas coherentes a sus interrogantes, que aquellas se produjeron sin ningún síntoma de violencia y resalta como las fuerzas públicas nunca reprimieron y tampoco impidieron en ningún momento los manifestantes se acercaran a los espacios donde funciona la gobernación o la residencia del gobernador. Esa experiencia le lleva a calificar al gobierno de Venezuela de dictadura, porque según él, este sí ha reprimido y puesto límites al desplazamiento de los manifestantes, tanto como no permitirles llegar a las cercanías del Palacio de Miraflores.

La persona que aludo, que me escribió desde Miami, fundamenta su sentencia en lo que dice haber observado en Puerto Rico que, en buena medida, se corresponde con lo reportado por la prensa internacional, la que hemos tenido la oportunidad de revisar. Es decir, según esos medios, latinoamericanos, europeos y hasta de Estados Unidos, en la semana de protestas se mantuvo una actitud firme, exigente, tanto como conseguir que el gobernador renunciase, sin se reportase ningún incidente violento. Como dijo la persona a quien me vengo refiriendo, el Estado no reprimió, lo que según para él fue eso una demostración de respeto de los derechos de la gente y los principios democráticos, solo que obvió, desconozco los motivos, que los protestantes se acogieron al derecho de protesta que le garantiza la ley, sin excederse tanto como no agredir a nadie ni nada, como personas y bienes. En su balance y relación con Venezuela, concluye que aquí el gobierno ha reprimido e impedido que los manifestantes lleguen al palacio de gobierno.

Observe el lector como, quien nos escribió, resaltó que los manifestantes pudieron ejercer sus derechos sin ser reprimidos, pero pasó por alto algo sustancial, como que estos tampoco hicieron uso de la violencia. De la misma manera, cuando juzga los acontecimientos venezolanos, habla de la represión gubernamental pero se abstiene de hacer mención al carácter excesivamente violento, por decir lo menos, de las manifestaciones que se producen en nuestro país desde hace casi 20 años.

Si privase sensatez entre quienes hacen oposición violenta en Venezuela, como sucedió en Puerto Rico, probablemente otras fuesen las circunstancias y hasta posiblemente el proceso histórico hubiese tomado otro rumbo. Y en esto hay que entender que la historia, los acontecimientos humanos, no suelen transcurrir como uno quiere y desea sino como los hacen posibles todas las circunstancias y factores que en ellos intervienen y tienen derecho de intervenir.

En cualquier parte del mundo, sin excepción, toda manifestación violenta, que tenga hasta el más mínimo rasgo de ella, el Estado suele combatirla mediante el proceder habitual, la violencia. Tanto es así que hasta hay una industria destinada a esos fines. Entendiendo que esa violencia suele tener diferentes niveles. No hace mucho la periodista norteamericana Amy Goodman fue objeto de represión y hasta detenida en medio de una protesta en su país. ¿Cómo enfrentan en Chile, Colombia, España y hasta las reciente y sonadas manifestaciones de los Chalecos Amarillos en Francia, cuando en estas se exaltan los ánimos? ¿Cómo en Estados Unidos? ¿Vamos a pasar por alto los altísimos índices de represión en ese país hasta por racismo? No se puede ser analista pasando por alto, de buena fe, cosas elementales y menos cuando se intenta imponer una lectura de los acontecimientos y de la historia.

Más bien, los acontecimientos de Puerto Rico deberían servir para que quienes analizan y hasta el común de la gente en Venezuela, les tome como referencia para nuestros análisis y luchas. Quien siguió los acontecimientos por la prensa pudo constatar cómo cada día crecía más el fervor de la gente y el número de participantes sin que se produjese ningún hecho que lamentar. Si es valedero elogiar la conducta del Estado que pudo mantener la calma, también vale reconocer la madurez y equilibrio de quienes condujeron aquellas protestas. La paz, la tranquilidad, dieron oportunidad a que la protesta creciese y tomase mayor valor y hasta respetabilidad.

Es evidente, las simples relaciones sociales, personales lo demuestran, que quienes hacen uso de la violencia innecesariamente pierden el respaldo de las multitudes por distintas razones. Y hasta como suele decir comúnmente la gente, "quien se violenta primero pierde la contienda, cuando ella reclama resolverse por la vía de la legalidad y el razonamiento".

De manera que lo que acaba de suceder en Puerto Rico, por lo que hemos dicho y las particulares circunstancias de Venezuela, sirven para concluir, sin duda alguna, que una protesta continuada por varios días, una acción legal y pacífica, cuando la mayoría de la población, de verdad-verdad, sin mentiras ni marketing, pero también sin violencia, se une a ella, puede lograr lo que persigue. Por supuesto, como hemos dicho, hablamos de lo que en verdad la mayoría quiere y no lo que un grupo, armado de enormes recursos financieros y propagandísticos y, aunado a ellos la violencia, se propone porque es lo que le conviene e interesa. Tanto que con su violencia procura acorralar a la mayoría aunque esta también ansíe que las cosas cambien.

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