Pudieran haber múltiples factores que han incidido en el fracaso estrepitoso que han tenido las marchas convocadas por el dirigente opositor Juan Guaidó, sin embargo hoy en esta nueva presentación trataremos de asomar algunas consideraciones que nos pueden permitir entender mejor el panorama político que vive en los actuales momentos Venezuela.
Del autoproclamado presidente de la nación -pareciera ser-, y es nuestro criterio muy personal, ya la gente está cansada, simplemente porque desde que apareció en la escena política despertó con mucha fuerza y de manera inédita nuevas expectativas, desde luego en el seno de la oposición, pero que a lo largo del tiempo se han ido difuminando, como el humo en el aire.
Guaidó ciertamente arrancó con fuerza cuando el país menos se lo esperaba, pero desestimó, a pesar de contar con el apoyo del imperio norteamericano, la fortaleza y la organización de la revolución de la cual ha venido echando mano el presidente Nicolás Maduro para sustentarse en el poder.
A partir de esta circunstancia y a lo largo del tiempo, desde aquel 23E en que Guaidó se autoproclamó jefe de Estado, las convocatorias del querubín del imperio han ido de mal en peor, una tras otras, en franco fracaso.
El resultado de estos hechos, insistimos, que se han traducido en derrota tras derrota, sin duda han llevado a los seguidores de Guaidó a percibirlo como un dirigente político emergente de poca monta, sin certeza ni tino, por cuanto deja entrever que no cuenta con un plan claro y contundente que pudiera mantener encantadas a las masas.
La oposición, sin duda, percibe en estos momentos a Guaidó como un auténtico bocazas….como un charlatán, al estilo de Cantinflas, que habla, habla y habla, y no concreta nada, muchos menos un proyecto, un plan, una repuesta que entusiasme al país para decidirse por un cambio.
Hemos dicho que la última convocatoria que hizo Guaidó, el pasado sábado, con la clara intención de animar al pueblo y así consolidar un golpe de Estado, tuvo sus propias consecuencias, y la primera de ellas es que la población venezolana, en definitiva, dejó saber que quiere vivir en paz, porque está cansada de esos llamamientos que incitan al odio, a la confrontación y a la rebelión.
Si, así como se escucha,…la gente está fastidiada y obstinada de que se maneje el mismo discurso llamando a tomar las calles para reeditar las guarimbas y promover paros que conlleven a la fuerza a deponer al gobierno legalmente constituido del presidente Nicolás Maduro.
Un factor decisivo que marcó pauta e incidió para que el llamado de Guaidó fracasara, una vez más y de manera estrepitosa, fueron los conflictos que se han venido registrando, con saldos muy lamentables, en Chile, Ecuador y Bolivia.
No hay duda que estos hechos cargados de fascismo y xenofobia, registrados en los hermanos países, a pesar del silencio mayoritario que han mantenido los medios de comunicación para darlos a conocer plenamente, sirvieron de ejemplo para que los venezolanos desecharan esa forma por demás grotesca e inconstitucional y dolorosa de hacer política para salir de un gobierno.
Los venezolanos, sin duda, el pasado sábado 16N, le enviaron un mensaje claro y contundente a Guaidó, ante lo que dijo hace solo unos días atrás: “aquí nadie tendrá navidades felices”. Claro que el pueblo quiere navidades, ambiciona el disfrute, aspira momentos de sosiego y alegría, y sobre todo quiere de nuevo el compartir, aunque las limitaciones y la inflación tenga que enfrentarlas.
Guaidó, a nuestro entender, es sinónimo de fracaso, pero además de anarquía, de violencia, de inestabilidad, incluso, de corrupción, pero sobre todo de sumisión al imperio, que solo desea condicionar, bajo sus intereses, el destino del pueblo venezolano, según lo dejan entrever, con lo poco o mucho que ha ocurrido, la mayoría de los compatriotas de nuestro país.