Guaidó, con los crespos hechos, dejó a Trump. Este, decepcionado, se fue al Súper Bowl

Martes, 04/02/2020 04:39 PM

La señora Pelossi, quien lidera desde el congreso de EEUU eso que llaman el "impeachment" o "juicio político" contra Trump, a éste tiene estrechamente marcado, como se dice en el fútbol. Le sigue paso a paso, por toda la cancha y hasta en el baño se le aparece y el presidente siente la presencia atosigante de la señora. La última vaina que le echó, porque sin duda fue ella, es haber puesto a declarar en su contra a Jhon Bolton, a quien con Elliot Abrams, les puso a asesorar y más que eso a manejar con cabuya corta a Juan Guaidó. Y tanto dolíó esa como traición al presidente de ahora de EEUU que se vio obligado a decir que si le hubiese hecho caso a Bolton y seguido por él, ya habría estallado la tercera guerra mundial. A lo mejor por eso mismo, porque no le dejó llegar hasta allí, Bolton se sintió decepcionado, traicionado y quiere vengarse. Bolton es guerrerista y siéndolo, eso quiere, una guerra, pues es la manera como a quienes de verdad sirve, al capital que invierte en armas.

En este sentido, Susan Sarandon, excelente actriz de cine y activista y cineastas como Michael Moore, piensan que Trump, pese lo fanfarrón, es menos peligroso que la Clinton y argumentan que ésta metió, como jefa de la diplomacia estadounidense del gobierno de Obama, a su país en cuantas guerras pudo, como en Irak, Afganistán, Siria, Libia, condujo el golpe de Estado en Honduras y hasta supervisó el asesinato de Bin Ladem. Y sentaron las bases para que Trump aplique sanciones indiscrimanadas y criminales contra Venezuela, cuando declararon de manera increible a Venezuela "amenaza inusual y extraordinaria para EEUU". En cambio, Trump, salvo haber alentado el golpe de Bolivia, haber mantenido las tropas de su país donde ya estaban y el asesinato reciente del general iraní, ha sido más discreto que sus antecesores y sobre todo que la ya nombrada Clinton. Pero Boltón quería más, quizás como emular a la Clinton. Nadie como a trump, pareciera aplicable aquello de "perro que ladra no muerde".

Sobre ese asunto, el cineasta Olive Stone dice, ""Trump es un loco: él dice una cosa y el día siguiente otra. Sí, él es peligroso. Pero, ¿por qué piensan que Hillary Clinton es menos peligrosa?"
Con Corea del Norte y hasta el mismo Irán, Trump ha estado dándole vueltas a la cosa y no se decide, tanto que llegó casi al final de su período presidencial amenazado de salir antes de tiempo o perder las proximas elecciones y no desató ninguna guerra nueva; se limitó a mantener la cosa tal como la recibió de los republicanos. En veces pareciera que se va con los faroles por delante pero de repente se detiene y echa para atrás y le busca la vuelta al asunto; la misma estrategia que aplica en la "guerra" económica con China, sobre todo porque sabe que este país no es como Venezuela que parece un saco de golpes, y lejos de ser una especie de gladiador como Muhammad Alí, que por golpe que le viene devolvía tres y cuatro certeros y sin quejarse.

Trump pues, por ese juicio procura no reunirse con todo el mundo y si lo hace ahora poco habla, no vaya a ser que como suele hablar en exceso, se le vaya la lengua y sobre todo quien escuche y corra a decirle a la señora líder de los congresistas demócratas lo que dijo para que lo agregue al expediente que le tienen abierto. Sólo busca a aquellos que está seguro no le venderían y además le sirvan de soporte para evitar su caída.
Por esa soledad que agobia a Trump, ha hecho señales de todo tipo, hasta la vieja y ancestral cultura indígena la ha utilizado enviando señales de humo, en virtud que la tecnología digital de nada le ha servido para comunicarse con Guaidó y conseguir que éste, en su muy apretada agenda de Miami, le reserve un pequeño espacio para hablarle de sus cuitas y procurar que le ayude a salir del enredo en el que está metido y algo haga para quitarle de encima la férrea marca de la señora Pelossi.

Trump esta necesitado de Guaidó, pero éste lo elude para que si la Pelossi gana el juicio, él no quede salpicado y dañados su prestigio y fortaleza. Fue a Miami, pese sabía que Trump allí estaría, corriendo el riesgo éste se le atravesase o apareciese de repente buscándole como loco para le sacase las patas del barro, porque allí lo esperaba gente de verdad muy importante.

Demasiado ocupado ha estado en Miami el presidente interino venezolano atendiendo a personajes de connotada importancia que le buscan y rodean. Ayer mismo, llegando a esa ciudad, la prensa hizo mención a una larga lista de figuras de primera importancia del mundo de las finanzas, el arte, la literatura y el pensamiento que acudieron a recibirle y darle su apoyo incondicional, es más, como en su mayoría son venezolanos, se anotaron para venir en las primeras filas invasoras en el momento mismo que el presidente lo decida. Justo es lo que necesita, aliados como esos guerreros que se vengan con él en su carro de guerra y no vacilantes como Trump que hoy dicen sí y mañana no, por miedo a la señora Pelossi, que quiere que esa guerra la hagan los republicanos. Era tanta la luz que irradiaban quienes alli estaban por Guaidó, en las instalaciones mismas del aeropuerto, que las autoridades de éste se vieron obligados a bajar el suiche y suspender la energía propia de aquella instalación.

¿Cómo iba Guaidó a atender a Trump, bajo la mirada y amenaza de sanción del congreso de Estados Unidos, y desaprovechar la compañía y respaldo de Carla Angola, Iván Simonovis, David Smolansky, Luis Chataing, George Harris, JJ Rendón? Más bien hasta se dio el tupé de prohibir que dejasen entrar a dónde él se hallaba reunido con aquella ilustre e influyente gente en el pensamiento nacional venezolano, a Robert Alonso, el hermano de María Conchita, dueño de la casa aquella, creo llamada Daktari, donde detuvieron a los cientos y tantos paramilitares colombianos que allí estaban concentrados para atacar a Miraflores.

En esa reunión Guaidó garantizó a quienes le aclamaban que ahora si, en este mes de enero, sacaría a Maduro de Miraflores y le alquilaría una casa por allá por San Agustín del Sur, para se fuese con todo su parafernalia porque ya se cansó de verle allí en Miraflores.

Mientras Guaidó estaba reunido y glorioso con los suyos que le llamaban presidente y le pedían no chambas, porque en los planes de ellos no está eso, sino cosas donde tuviesen menos responsabilidades y nada de salario mínimo aunque fuese en petro, pues para algo se han jodido tanto intentanto liberar a la patria, Trump le llamaba por whatsapp, mandaba un emisario tras de otro e incontables volutas de humo.

Ya cansado Trump de tanto hacer esfuerzos para que Guaidó le recibiese, sabiendo que está en las manos del presidente de Venezuela, dueño de Citgo, con el apoyo incondicional de la UE y hasta del grupo de Lima por su propio esfuerzo y peso político, que pueda salvarse del "impeachment" que la señora Pelossi quiere pegarle por el pecho, optó por ir a refugiarse en su discreto y humilde complejo habitacional, de 10 mil metros cuadrados y no sé cuántas habitaciones. Y es tanta su frustración por el gesto de rechazo de Guaidó, que escogió una de estas al azar y a nadie dijo dónde estaba para que no le encontrasen. Al día siguiente, viendo en las notas periodísticas, televisivas y las que corren por la pista digital, de como Guaidó iba de aquí para allá, rodeado de gente de tanto poder, talento e influencia como los ya nombrados y a él no se dignaba a responderle sus llamados, optó por esconderse y esconder su tristeza entre la multitud que presenciaba un juego extraño, donde no sé si anotan goles o carreras, pero que lo que anotan es abundante, que llaman "Súper Bowl". Y allí, entre tanta gente, pasó desapercibido.

Si la señora Pelossi se sale con la suya y logra que los republicanos se le unan para defenestrar a Trump, el mayor mérito en eso lo tendría Guiadó, pues pese haber ido a EEUU a saludar y asegurarse el apoyo de gente tan influyente, como esa que por sí misma, sin que nadie se lo pidiese, fue a recibirle al aereopuerto de Miami, se mostró indiferente y hasta firme frente a los angustiados llamados de Trump. ¡¡Qué triunfo caballeros!! ¡Ah, se me olvidaba! En ese aeropuerto, por él, había más gente que en el estadio donde Trump lloraba su frustración y orfandad.

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