Guaidó, el ángel caído

Jueves, 10/06/2021 09:13 AM

Aún patalea el cadáver político en que se ha convertido el indeseable bufón llamado Juan Guaidó. Desgarbado energúmeno consumido por su propio odio al dilapidar impunemente todos los recursos financieros y logísticos puestos a su disposición para ejecutar su siniestra tarea de interrumpir por la fuerza el hilo constitucional. Pues su fracaso es de apoteósica magnitud. Quedó como un inmenso esperpento para alimentar el anecdotario de todos los libros de historia moderna.

Su expediente criminal está lleno de engaños monumentales y transgresiones a las leyes. Más allá de eso, sus recurrentes discursos están colmados de palabras estériles, sin sentido y totalmente ininteligibles. Alucinaciones de una mente atormentada. Sin capacidad alguna de cumplir sus obsesivas promesas de “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”. Puras falacias delirantes que demandaban, para su concreción, la ejecución sistemática de intentos de golpes de Estado y magnicidios, el bloqueo económico y financiero, así como el descarado robo de activos pertenecientes a todos los venezolanos por parte de estos miserables piratas del siglo XXI.

La realidad es que casi nadie le hace caso a Guaidó (hasta María Corina vive fustigándolo). Se ha convertido en un lastre, un peso muerto para la facción opositora que intenta volver al cause democrático y electoral. Guaidó es ahora un aliado sacrificable al que le ríen las gracias pero que todos prefieren mantener a prudente distancia. En los laboratorios de marketing político lo vistieron con túnicas blancas llenas de escarcha y brillantina, casi salido del santo sepulcro, vendido a mitad de precio (toda una ganga) como el omnipotente salvador de la patria. Pero nada, el ángel ha caído aparatosamente. Su aureola mesiánica se ha apagado (se quedó sin pilas). Ahora sus incrédulos seguidores ven las mortajas del ídolo roto que muestran su verdadero rostro lleno de miserias, sectarismo y codicia. Frente a este fracaso solo hay soledad. La notoria ausencia del apoyo popular fue producto de su falta de carisma. Ni siquiera tuvo pegada entre las huestes opositoras. Muy triste.
Sin embargo, Guaidó aún se atreve a hablar ante la palestra pública. Debe justificar los emolumentos cobrados. Por eso su cháchara frente al espejo, donde nadie lo escucha, donde no hay masas ni muchedumbre enardecida. Se encuentra cada noche aferrado a una cámara que solo refleja su anodina imagen suspendida en el tiempo. Esta caricatura infeliz que recuerda a un muñequito de torta mal maquillado se atreve a mascullar sobre su inocuo “Acuerdo de Salvación Nacional”, tratando de parapetarse detrás del indecoroso apoyo de las reminiscencias imperiales de “Estados Unidos, la Unión Europea y el Grupo de Lima”.

Luego de dos años fracasando en su objetivo de “máxima presión” y dirigiendo personalísimamente el bloqueo criminal, ahora reconoce que “hace falta una negociación”, pero únicamente bajo la lógica de la “presión de calle”. En esta nueva propuesta, Guaidó llama a protestar para imponer su “Plan Salvemos a Venezuela”. Nadie apoyará estas falacias luego de las sangrientas experiencias con las guarimbas violentas de los años 2014 y 2017 donde las hordas neofascistas de Voluntad Popular y Primero Justicia incendiaron medio país y hasta quemaron gente viva. Nadie le creerá al aventajado Pinocho cuyo único y verdadero interés es lograr “la convocatoria y publicación de un cronograma de elecciones presidenciales”, donde él y su partido sean los únicos actores políticos participantes. Son unos avispados.

Sin ninguna vergüenza, afirma Guaidó que solo cuando concrete su propósito de asaltar el poder político por la fuerza es que sus patrones del Pentágono y la Casa Blanca autorizarán el “levantamiento progresivo de sanciones”. Una práctica de extorsión política con todas las de la ley. Padecemos los antojos de la malcriada burguesía criolla que pretende imponerse a perpetuidad sin contar con el respaldo del voto popular.

Tarde o temprano se impondrán la verdad y la justicia. Ya pasó el tiempo de arrogancia del usurpador Guaidó. En su ineludible futuro tendrá que saldar las cuentas pendientes con la justicia. En la comodidad de su celda tendrá tiempo para reflexionar sobre los amargos dolores de la derrota. Colmado de la más absoluta soledad, su alma desdichada comprenderá que a los vendepatria no los quiere ni su madre.

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