Ya resulta lejano los días en que el autonombrado presidente interino y ungido como tal por el gobierno estadounidense, Juan Guaidó, era recibido con manifiesto entusiasmo por la dirigencia opositora en el municipio El Hatillo, del estado Miranda. Recién designado por Trump presidente de los venezolanos, el pupilo de Leopoldo López era homenajeado con aspavientos en el Anfiteatro hatillano, y alcalde y concejales y concejalas se desvivían por rendirle la mayor de las atenciones e incluso, no desaprovechaban la oportunidad hasta de pedirle cargos públicos en el supuesto de que el susodicho, efectivamente, llegara a ocupar la Primera Magistratura Nacional, así fuese impuesto por un gobierno extranjero.
Claro, y esto hay que denotarlo, siempre tuvieron la previsión o, mejor dicho, la astucia de no hacer oficialmente tal reconocimiento, en los actos institucionales tanto de la Alcaldía como del Concejo Municipal, el Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela era y, naturalmente, sigue siendo Nicolás Maduro Moros. En este particular, y ello, hay que aceptarlo, fueron cuidadosos, siguiendo, tal vez, el sinuoso modelo de conducta del parlamentario José Gregorio Correa quien, cuando fue electo a la Asamblea Nacional en su primera oportunidad, era el más conspicuo negador de Maduro como Presidente de la República, auspiciador, como el que más, de guarimbas y de todo tipo de acciones anticonstitucionales, hasta de acompañar al ex-alcalde Smolansky, en Washington, para bregar la intervención extranjera en nuestro país, y ahora, en esta su segunda oportunidad como diputado, sin ninguna autocrítica previa, funge como el más ferviente partidario de la Constitución Nacional y convertido en gran interlocutor opositor en diálogo permanente con el gobierno nacional y reconociendo a Nicolás Maduro como Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela.
Pícara conducta la de esta dirigencia opositora hatillana, jugando siempre a dos bandas, un tirito al gobierno y otro al extremismo, a ver por donde la pegan, así entienden el quehacer político, y así lo degradan, divorciados del más mínimo recato y, más aún, sin ninguna consideración ética. Con todo, a decir verdad, han tenido resultados favorables, mantienen el poder político municipal, que es lo que cuenta para ellos, garantizándole sus intereses a los consabidos sectores privilegiados, pero, hasta cuándo, porque, evidentemente, esta habilidad tramposa tiene su límite. Y todo, indica que esta limitación está por llegar prontamente.
Se explica, claramente, el oportunista distanciamiento que ahora mantienen con el disminuido Guaidó, al que ni por asomo lo invitarían a los alrededores de la calle Bella Vista, donde está situado el Anfiteatro, y quien, según la última medición de la encuestadora Datanalisis, anunciada por su director, el economista Luis Vicente León (furibundo antichavista), tiene una aceptación popular de apenas el 4%. Tan malo ha sido el desempeño del autonombrado presidente interino y tan nefasto para los intereses del país, la política emprendida que hasta los mismos seguidores de la oposición la repudian. De manera que los astutos dirigentes de la oposición hatillana con su denominada fuerza vecinal miran hacia otro lado, decididos a concurrir a las elecciones del 21 de noviembre independientemente de la resolución de Guaidó de asumir o no la contienda electoral.
Por supuesto, esta dirigencia opositora hatillana, haciendo uso de su característica ambigüedad, opta por no darse por aludida ante la derrota estratégica sufrida por el bando político de Guaidó, López, Guevara, Borges, Ramos Allup y Rosales, por la suma de errores cometidos, sintetizados, por una parte, por la cantaleta guaidocista de "cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres" que, naturalmente, no lograron materializar, y, por otra parte, en las violentas protestas callejeras, en los intentos de magnicidio en grado de frustración, los llamados a golpe militar, las incursiones paramilitares como en el caso de la operación Gedeón y los ataques de bandas criminales en barrios populares de Caracas, que terminaron en rotundos fracasos. No, ante estas acciones grotescas, absurdas y criminales, la dirigencia opositora hatillana se hace la vista gorda, pero nunca las condena.
Así como tampoco cuestiona la política de agobio, cerco y asfixia que el imperialismo estadounidense ha desatado contra el gobierno bolivariano, saboteando la economía nacional, a fin de estrangular su capacidad para dar respuestas a las necesidades del pueblo, pero, apuntando, sobre todo, a afectar la estabilidad emocional de los venezolanos, a dañar la psique de la sociedad tal cual como lo contemplan los manuales de guerra no convencional o multidimensional diseñados por el Instituto de Estudios Estratégicos del Ejército de los Estados Unidos y por la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Como ha sido expuesto y sustentado, por el gobierno venezolano, ante la Corte Penal Internacional, se ha cometido un DELITO DE LESA HUMANIDAD contra el pueblo venezolano, pero, esta dirigencia opositora hatillana se hace la ciega y la sorda, haciendo abstracción de esta realidad incontrovertible, pero si sale, al igual que el resto del coro opositor a exigirle respuesta al gobierno nacional como que si el país no estuviese sometido a una grosera y criminal agresión imperial que ha producido una severa disminución de los ingresos de la República Bolivariana de Venezuela así como la congelación de ingentes recursos en el sistema financiero internacional "ocasionando un grave impacto sobre derechos fundamentales como la vida, la salud o la alimentación de toda la población venezolana".
Pero, con todo, no han podido ni podrán doblegar la indeclinable decisión del bravo pueblo venezolano de ser libre y soberano ni someterse a los designios de ninguna potencia extranjera. Lo que si queda claro es que la oposición venezolana que hace dos años cerraba filas en torno al designado Guaidó, hoy luce desgajada, con un sector que se declara democrático y dispuesto a participar activamente en el juego electoral, otro, en cambio, se debate en una comprometida indecisión esperando la seña del manager imperial. Y otra, un subsector, de la que forma parte la dirigencia hatillana que también se apresta a concurrir al acto electoral de noviembre y aunque sigue manteniendo el cordón umbilical que lo vincula al guaidocismo transgresor, antipatriótico y prevaricador, ni por asomo lo muestra en público, todo ello, porque cada vez se percatan que Guaidó apesta y con apestosos no se va al baile.