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Venezuela era un país muy frágil económicamente, tal cual como estaba constituida nuestra economía dependiente únicamente de la renta petrolera. Eso lo sabían muy bien nuestros partidos políticos, nuestros "grandes analistas" (ojalá no aparezca alguien por allí diciendo que él es también uno de los imbéciles que defiende el Puntofijismo). El mismísimo día que don Rómulo Betancourt tomó el poder en 1959, comenzamos a avanzar, a pasos agigantados, hacia la debacle financiera total. Nos fuimos haciendo cada vez más dependientes, de los préstamos a la banca internacional, hasta que toda esa dirigencia político-partidista, se convenció de que bastaba con un escupitajo del poder gringo para echar abajo cualquier gobierno que no se acoplase a las demandas y condiciones del imperio gringo.
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Por eso, Carlos Andrés Pérez, totalmente derrotado y deprimido en 1998, advierte que el vencedor en las elecciones de ese año será Hugo Chávez. Él dice, y no se cansa de repetirlo, que el pueblo estaba buscando no a un buen presidente sino a un VENGADOR. ¿Pero un VENGADOR DE QUÉ? Por supuesto, respondemos, de todo lo malo que ellos lo habían hecho. Porque a CAP, nadie le preguntó cuando decía esto, cuál era la razón por la cual Venezuela había llegado al inmenso desastre aquel, a finales de cuarenta años de Puntofijismo. Si se trataba de una VENGANZA, alguna razón profunda tenía que haber en ello.
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Entonces, se llegó al punto de que en la última década del siglo XX, nada podía cambiarse en la estructura de aquel estado podrido en sus bases. El estado, en ruinas, era a la vez como una res muerta rodeada de buitres. Y nadie podía espantar a tanta carroña, porque eso hubiera representado una amenaza a la seguridad del imperio norteamericano. Esto es algo que los grandes imbéciles que viven embadurnando de boñigas tantos artículos, deberían entender. ¿Quién en AD o Copei podía tener el carácter y la autoridad para cambiar aquel estado? Es esa la razón por la que irrumpe en el escenario político nacional la gran figura del Comandante Chávez.
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Desde que se funda la república de Venezuela, los ministros de Hacienda del país eran los hombres más ricos (es decir, los más ladrones), siempre apoyados, además, por la banca internacional. El multimillonario, general Manuel Antonio Matos será el ministro de Hacienda del presidente Ignacio Andrade, e intentará serlo también de Cipriano Castro. Cuando Castro se oponga a sus fórmulas salvadoras, Estados Unidos le dará todo su apoyo financiero y militar para que invada a Venezuela. El banquero Manuel Antonio Matos encabeza su denomina invasión con el nombre de "Revolución Libertadora". Cuando el magnate Manuel Antonio Matos sea derrotado huirá a las islas del Caribe, luego a Estado Unidos. Volverá a Venezuela, este redomado traidor convertido en héroe nacional, y en premio, el tirano Juan Vicente Gómez lo nombrará procónsul gringo en nuestras tierras.
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El siglo XX será para Venezuela un siglo con multitud de procónsules gringos, claro, con sus consabidos ministros (latifundistas) de Hacienda. Resaltan los apellidos Tovar, Zuloaga y Machado, y éstos escogen a Alberto Adriani para que se convierta en ministro de Hacienda del Presidente Eleazar López Contreras, y Adriani colocará a Rómulo Betancourt como jefe de su Despacho.
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Después, con Rómulo Betancourt y Carlos Andrés Pérez, surgirá don Pedro Tinoco, Arturo Sosa Rodríguez y Carmelo Lauría, quienes se adueñarán del Banco Central de Venezuela, junto a una horda de potentados delincuentes. Estos eran los verdaderos presidentes de Venezuela en la sombra. Aquí nunca, durante la IV República, el pueblo ganó elecciones, y por eso entre nosotros, eso que se llamó "democracia representativa" fue toda una tremenda farsa.
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Esa moda de privatizar todo, porque el estado quebraba cuanta empresa se le dejara en sus manos, la impusieron entre nosotros adecos y copeyanos. Por esta razón Rómulo Betancourt prácticamente le regaló, lo que sería el canal Venevisión a los Cisneros. Betancourt se llenaba la boca hablando del absurdo de un país en franca decadencia productiva por estar sufragando una burocracia hipertrofiada. Cuando todavía no se había declarado anticomunista criticaba acerbamente esa migración de hacendados para enchufarse en la administración pública y para vivir como unos parásitos del erario. Pero así terminará él con sus adecos una vez que tome el poder y acabemos viviendo todos únicamente de la renta petrolera.
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Es bueno decir, que cuando los adecos toman el poder en 1948, nosotros ocupábamos el tercer lugar en producción de café en Latinoamérica; en cuanto al maíz estábamos situados en el séptimo lugar, y que en el caso del cacao sólo nos superaba Brasil. Todo eso lo acabaron los adecos y copeyanos, quienes se dedicaron a robar y se empeñaron en que únicamente dependiéramos de la renta petrolera…