Hacia una militancia ecológica

Jueves, 05/03/2020 02:55 PM

El 12 de junio de 1992, se realizaría en Río de Janeiro, Brasil, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, conocida como la Cumbre Mundial de la Tierra. En junio del año 2020 se cumplirán 28 años de su realización. Una intervención sería ovacionada, aclamada y muy aplaudida. Un discurso escandalosamente breve, si se considera al orador de orden, el cual se le conoció, históricamente, como una disertante de larga y prolongada palabra: Fidel Alejandro Castro Ruz. El Compañero Fidel viene al mundo en Birán, Provincia de Holguín, Cuba, un 13 de agosto de 1926.

Se dice que el Comandante llegó a tener intervenciones hasta de 4 horas y media como aquella intervención, en 1960, en la sede de Naciones Unidades. No obstante, la alocución más extensa sería ante la Asamblea Nacional de Cuba, en el año 1998, la cual duro 7 horas y cuarto. Alguien dijo que la última vez que vino a Caracas su intervención, en la Universidad Central de Venezuela, tuvo una duración de cuatro horas. El lector ladino, por lo menos, avizorará que los anteriores datos constituyente verdaderos récords, absolutamente envidiables, y se dice en el buen y más respetuoso sentido. La periodista estadounidense Andrea Mitchell ha recordado una respuesta de Fidel Castro en una entrevista, de 45 minutos de duración… (Agencia NBC News, 2016). No pocos de sus biógrafos cifran sus discursos en más de 2.500 hasta el año 2006, fecha en que la enfermedad lo obliga a retirarse. Muchos de esas alocuciones alcanzaron las cinco horas de duración o más y a gran mayoría de pie.

Fidel Castro, llegó a decir, a propósito del tema ecológico: Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre. Ahora, tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo. Es necesario señalar que las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente, (Castro, 1992).

A casi dos décadas de la realización de la citada conferencia, la preocupación por el deterioro, progresivo e incesante, de las condiciones naturales de la vida de los seres humanos sigue en franco detrimento, y la situación se ha tornado, definitivamente, alarmante. La toma de conciencia ha sido tardía, flemática. Y la respuesta de potencias industriales e imperialistas a Tratados como el Protocolo y Acuerdo Internacional de Kioto sobre el cambio climático, que tiene por objetivo reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero, no gozo de la ratificación por parte del Imperialismo Yanqui: Estados Unidos. Es cierto que se ha globalizado la preocupación por el ambiente planetaria y la mayoría de las naciones han dado alguna respuesta. En noviembre de 2009 eran 187 los estados que lo habían ratificado el compromiso de Kioto. Estados Unidos, que era cuando se firmó el protocolo el mayor emisor de gases de invernadero (desde 2005 lo es China), nunca lo ratificó. Quizás, los intereses económicos dejaron su impronta sobre esta situación. Afirmar una atroz destrucción resulta sencillamente alarmante y temible. Es necesaria una conciencia militante planetaria ecológica desde la vida cotidiana: desde las comunidades étnicas, el Sistema Académico, incluso el inicial. Se requiere una militancia ecológica desde las parroquias y municipios; las regiones y los estados; los gremios y organizaciones socio-culturales. Desde las instituciones públicas y privadas. Adquirir una conciencia militante ambientalista desde los medios de comunicación social, oficiales, privados y comunitarios, populares y alternativos. La revolución social debe ir concomitante con la revolución ecológica. Una verdadera, auténtica y contundente y determinante revolución ambientalista toca la existencia del ser social. Es vital una conciencia social ecologista. Una conducta ecosocialista. Es vital una Nación Ecológica, una República Ambientalista.

En las formaciones económico-social en las que predomina el modo de producción capitalista, sociedad caracterizada por el consumo compulsivo y que apenas tienen el 20 por ciento de la población mundial consumen las 2/3 partes de los metales y las 3/4 partes de la energía que se produce en el planeta. La situación se torna dantesca: Han envenenado los mares y los ríos, han contaminado el aire, han debilitado y perforado la capa de ozono, han saturado la atmosfera de gases que afectan las condiciones climáticas. Lo real es que todo lo que contribuya al subdesarrollo y la pobreza constituye una violación flagrante de la ecología, (Castro,1992).

Esa realidad, por demás, terrible ha comprometido la existencia humana. Decir tal afirmación parece no sentirse en la vida cotidiana, en la vida común y silvestre de los pueblos y naciones. Pareciera que se estuviera esperando una hecatombe ambiental para tomar sentida conciencia y resuelto partido por la problemática. Es necesaria una conciencia ecológica militante. El progresivo deterioro ambiental del planeta, los desmedidos hábitos de consumo y estilos de vida de los países ricos. El detrimento de la calidad de vida y el medio ambiente, las amenazas al planeta, la pobreza y la inseguridad alimentaria expresan definitivamente ecosistemas degradados, ecosistemas descendidos.

Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la tierra… aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos. Cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo, (Castro,1992).

Se requiere perentoria, definitiva e irreversiblemente de contundentes y efectivas respuestas y soluciones de los poderes fácticos públicos. El sector privado no parece estar sensibilizado ante la progresiva mengua ambiental del planeta. La avaricia de las ganancias ha atrofiado hasta el sentido común. Una inopia atmosférica y territorial está en marcha. Se continúa impulsando exagerados y excesivos hábitos de consumo. El consumismo atrofiado y compulsivo está a la orden del día. Unos modos de vida contra la naturaleza desde sociedad, incluso como China. Resulta impostergable, obligatorio y urgente internalizar la dimensión ecológica de la destrucción del ambiente y la calidad de vida, a costa de una minoría oligarca que poco o nada la importa la vida humana y el planeta tierra. Resulta vital e ineludible tomar militante conciencia de los ecosistemas depreciados, abatidos.

Otro orden mundial diferente, más justo y solidario, capaz de sostener el medio natural, salguardar la vida en el planeta, es la única alternativa posible. Por ello, más que nunca el instinto de conservación de la especie tendrá que hacer sentir con toda su fuerza, (Castro, 1992). Una interrogante nada inocente salta a la palestra: ¿Será preciso, perentorio e inevitable incorporar a la Ecología en el proyecto del Socialismo del Siglo XXI? Resulta trascendente la practicar lo propuesto por el célebre Martin Luther King: "Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol".

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