El matador de mi Madre Tierra

Domingo, 13/03/2022 09:54 AM

Para no quedarnos llorando con las manos vacías, somos capaces de hacer cualquier cosa para llenar nuestros bolsillos, y aunque nuestras manos queden tan manchadas como llenas de sangre, siempre hay jabón para limpiar las heridas del cuerpo, pero nunca hay amor para limpiar las heridas del alma, que arden y duelen por culpa del Hombre en el planeta Tierra.

Hoy no vendo religión, hoy simplemente digo la verdad, y no necesito ver a un descongelado oso polar sobre una estufa prendida en fuego, para que mis ojos hoy comprendan: el significado de la vida ecológicamente asesinada.

Me pregunto quién no conoce a las famosas palomitas tortolitas de Ciudad Ojeda. Esas divertidas y románticas aves que siempre andan volando, corriendo y picoteando la árida tierra del estado Zulia en Venezuela, buscando una semilla de esperanza en un Mundo lleno de corazones rotos.

Yo todavía recuerdo que en el año 2010, las palomitas tortolitas visitaban la terraza de mi casa, porque mi mamá les daba de comer alpiste mezclado con pan salado rallado, siendo una irresistible comida que seducía a las palomitas, por lo que muchas tortolitas y muchos tortolitos se acostumbraron a visitar la terraza de mi casa, esperando conseguir el nutritivo alimento, que por desgracia nunca jamás encontraban en las calles.

Las palomitas tortolitas que visitaban mi casa, vivían en un árbol de mango ubicado como a cien metros de distancia, y en dicho árbol estaba el nido de la familia de tortolitas, siendo el más natural y más seguro refugio de vida.

Cuando en las madrugadas de Ciudad Ojeda, caían las lluvias torrenciales, junto a los vientos huracanados y a las descargas eléctricas, que anualmente perjudicaban a las viviendas de los ciudadanos zulianos, yo siempre me preocupaba por el incierto destino de las palomitas que sufrían esas desgracias naturales, y aunque tal vez mis palabras sonaban muy pesimistas, no voy a negar que en muchas ocasiones, yo le exclamaba a mi mamá:

¡No van a soportar el aguacero! ¡Pobrecitas se quedaron sin nidos! ¡Seguro ya se murieron las tortolitas!

Pero para mi total asombro y sorpresa, cuando acababan las tormentosas lluvias torrenciales durante la madrugada de Ciudad Ojeda, y nuevamente resplandecía el sol de un milagroso nuevo día, pues me sorprendía ver a toda la familia de palomitas tortolitas muy despiertas y saludables en la terraza de mi casa, como si la tempestad de la noche fue mentira y ficción.

Mientras las observaba corriendo y jugando en la terraza de mi casa, con asombro yo exclamaba: ¡Wow, no puedo creer que las palomitas sigan vivas!

Siendo tan frágiles, tan chiquitas y tan inofensivas, nadie pensaría que las palomitas tortolitas tienen corazones tan valientes, como para aferrarse a la vida en la Tierra, soportando los drásticos cambios climáticos de Venezuela.

Tras ver a las palomitas una y otra vez salir ilesas de los desastres naturales, yo comprendí que la Naturaleza nunca destruye a su propia Naturaleza.

Porque naturalmente, las palomitas saben que usarán el árbol como refugio de vida, y porque naturalmente, el árbol sabe que será usado como refugio de vida por las palomitas, lo cual naturalmente establece una perfecta interacción ecológica, donde las diversidades biológicas simbolizadas por las floras y las faunas, pueden sobrevivir a la tempestad de la Madre Tierra, porque la misma madre que con amor cría, también con amor protege.

Las palomitas se sienten seguras dentro del árbol, y el árbol también se siente seguro albergando a las palomitas, y cuando llega la temporada de lluvia que es parte de la creación de Dios, la biodiversidad siente el amparo porque sabe que el Dios que naturalmente creó la vida, es el mismo Dios que naturalmente provee los recursos naturales, para vivir en santísima paz.

Confiando en Dios, las palomitas viven sin ansiedad, sin dudas del futuro, sin pensar en lo que no tienen, solo dando gracias a Dios por lo que tienen.

La obediencia a Dios siempre es premiada con una vida santificada.

¿Acaso una jirafa en el bosque abierto africano, ha muerto por culpa de la descarga eléctrica de un furioso relámpago?

No, porque la Naturaleza nunca jamás destruye a su propia Naturaleza.

La jirafa naturalmente vive donde sabe que debe vivir, el relámpago naturalmente descarga su electricidad donde sabe que debe descargarla, y después de la tormenta, el equilibrio ecológico sigue intacto en la Tierra.

Sabemos que antes de ocurrir catástrofes naturales como terremotos, tsunamis, avalanchas e inundaciones, muchísimas especies de la fauna silvestre saben a dónde deben ir, para proteger sus vidas de los embates de la Naturaleza, porque la fauna silvestre es obediente a la creación de Dios, y por eso el Señor premia con inteligencia divina a sus obedientes angelitos.

El problema deviene cuando el Ser Humano decide invadir materialmente el hogar natural de la jirafa, y el problema se acrecienta cuando el Ser Humano decide elegir dónde caerá la descarga eléctrica del natural relámpago, por eso cuando el Ser Humano se apodera de los recursos naturales de Dios, entonces ciertamente la jirafa morirá en la calle por no usar un pararrayo.

El capitalismo de la Humanidad compra los tesoros naturales de Dios, invierte bastante plata y construye zoológicos, parques temáticos, reservas privadas y refugios de animales exóticos, siempre codiciando ganar más dinero encerrando y violando la libertad del confundido animal, que será fotografiado por los clientes que compraron los boletos del divertido safari, y que será asesinado cuando su piel, ya no se vea bonita en las redes sociales.

Aquellas palomitas tortolitas que llenaban mi terraza de dulce inocencia, en un misterioso abrir y cerrar de ojos, desaparecieron de la terraza de mi casa.

Se acabaron los simpáticos gorjeos y arrullos que sutilmente, se apoderaban de las calurosas mañanas y armonizaban a las tardes zulianas, porque entre tanto autobús lleno de vallenato y entre tanto camión lleno de contaminación ambiental, las palomitas tortolitas no dejaban de enamorarnos con tan solo saber, que estaban visitando la terraza de mi casa.

Pero muy confundido por la terrible ausencia de las palomitas, y sin encontrar una lógica respuesta dentro de mi cabeza, pues yo seguía muy anonadado y seguía desesperadamente preguntándome:

¿Será que encontraron mejor comida en otra casa? ¿Será que se están apareando en los árboles? ¿Será que las palomitas son muy malagradecidas? ¿Por qué se marcharon sin decir adiós? ¿Será que se asustaron por algo?

Las palomitas siempre gozaron de libertad en la terraza de mi casa. Aunque pudimos enjaularlas, nunca jamás las enjaulamos, siempre respetamos sus derechos como libres animalitos, y las tortolitas nunca se sintieron temerosas ni amenazadas en mi casa, siempre fueron las aves libres de Dios.

Pero en la terraza de mi casa, no quedó ni el recuerdo de una sola grisácea plumita de las tortolitas, y yo realmente estaba preocupado por la repentina ausencia de las palomitas, ya que el irresistible banquete de alpiste con pan salado, no iba a ser voluntariamente rechazado por los picos de las tortolitas, lo cual me hizo pensar que una desgracia ecológica había sucedido, porque la desaparición de las tortolitas era simplemente ilógica.

Por eso yo decidí salir a las calles de Ciudad Ojeda, que se encontraban a poca distancia de mi casa, intentando ubicar el rastro de las palomitas tortolitas, a medida que observaba el panorama ambiental en aras de hallar el cuerpo, tan siquiera de una sola palomita bajo el soleado cielo zuliano.

En pocos minutos, yo divisé a tres sudados obreros en la calle que estaban batiendo cemento, y también observé tres troncos de árboles tumbados frente a una camioneta Pick-Up, que estaba siendo llenada de escombros.

Casualmente, yo pude divisar a una señora que estaba barriendo el patio de su casa, frente al terreno donde estaban batiendo el cemento, por lo que aproveché la oportunidad para preguntarle a esa mujer, si ella conocía a las palomitas tortolitas que frecuentemente volaban cerca de la Plaza Bolívar.

Efectivamente, la señora Carmen me dijo que sí conocía a las palomitas tortolitas, pero que debido a la ampliación del estacionamiento de un popular supermercado de Ciudad Ojeda, los obreros contratados para ejecutar el trabajo, usaron una motosierra para talar los tres árboles, donde las palomitas se refugiaban y tenían sus nidos desde hacía cinco años.

Para proteger a los pichones que estaban en sus nidos y que todavía no volaban, la señora Carmen afirmó que las palomitas adultas se quedaron custodiando a los pichones en la tierra donde cayeron los árboles, pero por orden del dueño del supermercado, los obreros pisaron los huevos, botaron los nidos, y mataron con los machetes a todas las palomitas tortolitas.

Aunque infructuosamente la señora Carmen intentó detener la obra de construcción, no pudo evitar que los obreros mataran a todas las tortolitas, y luego de ver las tristes fotografías compartidas por Carmen, donde se apreciaban a todas las palomitas desangradas y mutiladas junto a tierra y escombros, pues yo pude comprobar la miseria espiritual de la Humanidad.

En su mente, el rico piensa en hacer el mal, pero no se ensucia las manos. En su corazón, el pobre piensa en hacer el bien, pero termina ensuciándose las manos haciendo el mal, porque en las sociedades capitalistas hispanas, el Dios Dinero es dueño de las mentes y de los corazones de todos sus sucios esclavos, porque la ambición por tener más dinero unifica a ricos y pobres.

Un terrible crimen ecológico ocurrió a plena luz del sol zuliano, y aunque ahora hay mayor espacio vehicular en el estacionamiento del supermercado, hay una historia de asesinato escrita por el matador de la Madre Tierra, que lleva un siglo y tres días matando en santo secreto y en perpetuo silencio.

Las palomitas tortolitas pueden salir ilesas de las torrenciales lluvias, de los vientos huracanados, de las inundaciones, de la sequía extrema y hasta del juicio final, pero las palomitas tortolitas no pueden sobrevivir ante los machetes, las motosierras, la codicia y la maldita ignorancia del Hombre.

Y ahora los nuevos clientes del supermercado van a comprar más leche, más mortadela, más huevos, más harina PAN, más arroz y más sardinas, porque ahora los nuevos clientes se sienten más seguros, debido a la gran comodidad del nuevo estacionamiento privado, aunque para construir la mundana gracia capitalista, se destruyó la celestial gracia del amor de Dios.

Y es que ninguna águila del estado Zulia, ha muerto por culpa de la descarga eléctrica de un relámpago del Catatumbo, no obstante, existen ciudadanos zulianos que sí han muerto por la descarga eléctrica de un rayo, demostrándose que Dios siempre bendice a sus bienaventurados angelitos, y Dios siempre maldice a sus malaventurados demonios del planeta Tierra.

Todos los días mueren millones de bienaventurados angelitos de Dios, y todos los días nacen millones de malaventurados demonios en la Tierra.

El futuro ecológico del planeta Tierra es tétricamente trágico, lleno de impunidad de norte a sur y de este a oeste, y no hay palomita tortolita que pueda salvar su vida, ante la letal presencia del matador de la Madre Tierra.

Nosotros vivimos, ustedes asesinan.

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