Me sospecho que con este mismo titular han de estar escribiéndose muchos artículos ahora y también haciéndose muchas reflexiones a cuenta de él. Pero no desde luego en España, pues no en llamas pero sí relacionadas con ella, a despecho de la falta de lluvias a lo largo de tres años de sequía así reconocido por la meteorología oficial y visto el uso del agua pública, reciclada o no, en zonas verdes del centro de la Península y periferia, los dirigentes del gobierno central y las autoridades locales españoles no parecen preocuparse ni inmutarse. Como si tuviesen escondidos filones del líquido elemento para hacer frente a un futuro inmediato que es para echarse a temblar. Llamando además mucho la atención esta pasividad manifiesta que ni siquiera anuncia restricciones de agua generalizadas, en contraste con las improvisadas, deslavazadas e histéricas medidas gubernativas adoptadas por un gobierno presionado por el sospechoso poder médico, ante una asimismo sospechosa epidemia severa de gripe en 2019 que hicieron de ella entre ambas superestructuras sociales un trance asimismo sospechoso, provocando consecuencias más nefastas en la pública salud y en la economía pública y privada que las que se supone, con buena voluntad, quisieran evitar… Un suero improvisado que llamaron vacuna terminó la desastrosa manera de afrontar un hito histórico de la sociedad occidental que ha marcado un antes y un después.
Y digo esto porque la pasividad mencionada, a diferencia de la prontitud con que éste y todos los gobiernos reaccionaron ante aquel sobresalto neurasténico griposo, parece responder, bien a la astucia del ilusionista deseoso de evitar la alarma social si propaga la noticia de una notoria escasez de agua, bien a la irresponsabilidad de la que a menudo hacen los gobernantes del signo que sea en asuntos graves y muy graves, como este de la famosa pandemia citado. En todo caso, el mundo no está en llamas… todavía. Pero en el globo, en unos lugares más que en otros, empieza a palparse lo que hasta ahora se ha visto como una caótica distopía.
Porque este discurso viene a cuento de cuatro focos de los que potencialmente puede brotar el horror en el planeta asumido ya como la casa de la Humanidad con el concepto de globalización. El primer foco es éste del progresivo aumento de la temperatura del globo terráqueo que viene alterando lo que fue habitual régimen de las estaciones del año según latitudes, causa de la progresiva ausencia de lluvias "normales", al tiempo de la irrupción de lluvias torrenciales que devastan y nada solucionan. Lo que a su vez es causa de una dramática disminución de manantiales, del caudal de los ríos, de lagunas y de humedales, y en conjunto una notable disminución del agua potable en el globo, al tiempo de un aumento de las necesidades hídricas muchas de ellas artificialmente provocadas por la dinámica perversa de la economía que sigue ofreciendo la venta de chalets con piscina, abasteciendo de agua a campos de golf y construyéndose. El segundo foco está en la guerra que dura ya año y medio, entre la nueva superpotencia rusa, y otra nación asimismo europea a la que apoya la superpotencia americana que viene dominando al mundo desde que terminó la segunda gran guerra; sirviéndose en este caso como punta de lanza, a guisa de escuderos a los que ordena y manda, de hasta 30 naciones europeas pertenecientes a esa odiosa organización militar de fines ambiguos desde su fundación, naciones que parecen estar preparando el cerco a la superpotencia europea que libra una batalla sostenida por mandato del imperio, lejos de su metrópoli siempre a salvo del resto del mundo por su poderío pero también por su especial situación geoestratégica. Situación ésta de altísima tensión que en cualquier momento puede desembocar en una guerra nuclear apocalíptica, si la presión sobre Rusia es tal que la obligue por supervivencia en este caso extraña pues sucumbiríamos todos, a apretar el botón rojo nuclear al que seguirían respuestas del mismo tenor. Un tercer foco se localiza en el Pacífico, a cuenta de las provocaciones de la superpotencia americana que se viene declarando hace mucho tiempo mentor y aliado de las pretensiones de independencia de una isla perteneciente al régimen político de la tercera superpotencia, la China, que se insinúa ya como primera. Y últimamente emerge un cuarto foco. Me refiero a lo que parece una asimismo progresiva sublevación, de momento sólo diplomática, de varios países africanos y latinoamericanos que, alentados por la superpotencia europea, ven la ocasión de sacudirse el yugo colonialista a que les someten todavía varios países del continente europeo y a su cabeza el anglosajón, empeñados en seguir explotando sus materias primas, empobreciendo de paso a la mayoría de su población.
En definitiva, todo parece empezar a estar diseñando un planeta inhabitable a corto plazo, comparado al menos con los 4.800 millones de años que los "expertos" le atribuyen.
Por ahora parece frenar la conjunción del instinto de supervivencia individual y colectiva de las naciones justo la protección que les proporciona el arsenal nuclear cuyos efectos de sobra conocidos datan de la deflagración de dos bombas atómicas en Japón en 1945 lanzadas por la nación hegemónica. Pero el peligro ya no latente sino manifiesto de que una vuelta de rosca a las maniobras de esos 30 países europeos para acorralar, acosar y debilitar a la superpotencia rusa, puede dar lugar a que el freudiano instinto de muerte vaya al encuentro del efecto de lo que Montesquieu escribe en su obra Cartas persas: "parece que la reunión de las inteligencias de los grandes hombres empequeñeciera su inteligencia individual, y que la reunión de sabios impidiera la sabiduría". En cuyo caso, ese empequeñecimiento de los "hombres" dirigentes, pese a la precaución de todos los protocolos previstos en cada nación para activar un artefacto nuclear, puede reblandecer e incluso licuar cerebros, debilitando de paso su inteligencia y el instinto de conservación del que coyunturalmente son depositarios. Entre unas cosas y otras el planeta se ha convertido en un campo de minas, unas en el cielo y otras en la tierra; un planeta que lleva camino de convertirse a su vez en otro lugar del cosmos sin vida. Desde luego hace muchos años leí a varios sociobiólogos que ya venían pronosticando el suicidio de la Humanidad como su último avatar...