Finalizando el mes de octubre de 2024 ocurrió un fenómeno meteorológico extremo, con impacto principalmente en la Provincia de Valencia (España), conocido como DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), caracterizado por perturbaciones atmosféricas e intensas precipitaciones, que se tradujo en descomunales daños materiales y un elevado número de pérdidas en vidas humanas.
La sociedad española y el mundo todo no salen de su asombro y conmoción, ante la magnitud del evento DANA. Como bien lo dijo una periodista española destacada en el sitio de los acontecimientos, no se podía creer lo que estaba ocurriendo en un país como España, un país desarrollado, un país europeo, un país occidental.
Transcurridos ya varios días desde la fecha fatídica, una conclusión general se puede extraer de lo ocurrido: DANA se ha constituido en un sacudón político para quienes dirigen el Estado español, y un desafío a futuro para el sector científico y académico de ese país llamado España.
La dirigencia política española, incluidos los Reyes, ha sido sacudida por las aguas de DANA, y ha quedado en evidencia la inacción de un aparato estatal complejo, pesado, conflictivo e ineficiente, donde se ha pensado primero en términos del cálculo político y de las rivalidades que se subsumen en el tejido de la sociedad española, antes que reaccionar de manera inmediata.
Para el sector científico y académico de España, el fenómeno DANA, tal como se ha presentado en este 2024, plantea un inmenso desafío, porque tienen que dar respuesta a la posibilidad cierta de que, al cabo de uno o dos años, ocurra un evento similar. Porque desde ya tienen que redimensionar las estrategias de evaluación y predicción de fenómenos atmosféricos regionales en el contexto del cambio climático global, así como lo relacionado con la ordenación del territorio, los planes urbanos en diferentes escalas, el adiestramiento de la población para reaccionar ante eventos extremos, y tantas tareas más que exigen soluciones. DANA ocurrió, y DANA puede ocurrir de nuevo.