Durante estos días del mes de diciembre de 2024 se ha puesto de manifiesto lo que se podría denominar como la geopolítica de la vulnerabilidad, lo cual no es otra cosa sino la existencia de determinados territorios que están expuestos en mayor grado al embate de eventos naturales, como sismos, huracanes, incendios o sequías.
La ocurrencia de eventos como los mencionados anteriormente se traduce en daños a infraestructuras, sembradíos, recursos naturales y a los habitantes de los territorios, truncando de manera severa los niveles de desarrollo que hayan podido alcanzar, retrotrayéndolos a décadas atrás, y haciéndolos aún más vulnerables.
Es el caso de Vanuatu, un archipiélago ubicado en aguas del océano Pacífico, con una superficie conjunta de unos 12 mil kilómetros cuadrados, poblado por algo más de 300 mil habitantes, donde recientemente ocurrió un sismo de gran magnitud, causando significativos daños materiales y víctimas humanas, tanto heridos como fallecidos. Vanuatu es, por cierto, uno de los territorios más expuestos a los embates del cambio climático, no sólo por lo que tiene que ver con la ocurrencia de ciclones, sino también por el aumento en el nivel de las aguas marítimas que lo rodean.
El otro caso es Mayotte, un archipiélago ubicado en aguas del océano Índico, con una superficie conjunta de 376 kilómetros cuadrados y con una población cercana a los 300 mil habitantes, el cual recientemente fue impactado por un potente ciclón que ha causado estragos incalculables. Este archipiélago, que tiene el estatus de territorio de ultramar de Francia, es bastante similar a Vanuatu en cuanto a su vulnerabilidad, debido a que está expuesto a la ocurrencia de eventos extremos, tanto sísmicos como climáticos.
Lo anterior revela que la geopolítica no solamente se manifiesta en términos de conflictos económicos, jurídicos, militares o religiosos, sino que también el elemento eventos catastróficos se hace presente para poner al descubierto las debilidades de los territorios.