Sobre el espíritu revolucionario, las debilidades de la ley el poder popular

Miércoles, 23/11/2022 01:37 PM

¡Qué fácil es torcer la ley cuando no hay pueblo que la practique!..

Sin conciencia de clase y sin conciencia del  deber social no hay poder popular. La organización popular no es posible en una sociedad fragmentada por el egoísmo exacerbado.  El egoísmo nos cuida de ser solo animales gregarios,  el amor propio es sano, pero el egoísmo como doctrina nos destruye, nos hace como humanos, verdaderamente gregarios,  porque los humanos  somos seres sociales y nos debemos a esa condición, a la vida en sociedad, de ella nace el valor individual de cada quien.

El  socialismo (marxista) es la idea de una sociedad justa en igualdad, donde se da “a cada quien, según sus necesidades, y se exige de cada quien según sus capacidades”, hacia esta lógica se inclina la ley en un Estado socialista. La revolución socialista pretende cambiar un modelo  de sociedad desigual (de privilegios) por otro modelo social que iguale las condiciones materiales de vida de todos. La  sociedad que hasta ahora ha sido posible es el capitalismo la cual alienta a la población a competir de forma  individual y egoísta convirtiéndola en una masa gregaria que solo busca escalar en la pirámide social. Sobre todo estimula esa lucha personal en la base social que trabaja para sostener éstos privilegios, con la finalidad de que nunca puedan reconocerse como desiguales frente a los  ricos, o iguales en la desgracia entre ellos, para que sus individuos no se puedan identificar como excluidos, no puedan organizarse como clase social y enfrentar la injusticia y la desigualdad a la que han sido condenados por mucho tiempo, para que no puedan hacer una revolución.

Ese reconocerse como clase social se llama “conciencia social”, saberse ubicar dentro de la sociedad, y a un paso está la conciencia del deber social. La práctica del socialismo solamente se puede ejercer con una conciencia superior de deberse a la armonía social, de tributar  al  bienestar social en cada acción humana. Sin ese estado de control de nuestras acciones es difícil que nazca un verdadero poder popular dentro de la población.

Vivimos en  una sociedad que ha retrocedido “años” en 9 años, hasta el punto de que la indiferencia se ha empoderado de nuestra sociedad; ahora  es vista como algo natural. Cuando desaparece el interés por lo común todo es visto con indiferencia, nada pertenece a nadie. Cuando el economisismo ataca la propiedad social como causa de los problemas que nacen en el capitalismo, brota el interés y la propiedad privada,  se pierde o nos alejamos del sentido  de pertenecer a algo común. El sentido de nación se lo apropian unos cuantos, igual que el de patria, se diluye y escurre hacia el interés privado; se pierde la “comunicación”, el tejido que relaciona o vincula a los seres humanos en una causa común. La gente literalmente migra buscando la salvación individual, no le importa lo social, pierde interés por lo que para ella ha perdido sentido, lo común.

¡Patria socialista… o muerte!, el clamor de Chávez al final de sus discursos, no solo fue una simple arenga, en esa sentencia el calificativo “socialista” le da significado a Patria, porque sin el socialismo el concepto de patria dentro de una sociedad fragmentada, desigual y excluyente no vale nada, es huero, si nuestra sociedad no comparte una causa común, si existen intereses encontrados, contradicciones sociales y económicas profundas, si no cuenta con una razón superior para existir: para trabajar, producir y crear, procrear, educar, ¡para luchar!, ¡para vivir!, habrá tantas “patrias” como intereses particulares o de clase; nadie lucha por una “patria” que le es indiferente, no  tiene sentido... Pero la patria sólo es posible en una sociedad que trata a sus individuos con respeto, en igualdad de condiciones, que ha construido un sistema de valores en sus prácticas sociales que  la inspira y la une, más allá de las creencias religiosas. Igual pasa con los conceptos de Pueblo y de Nación, que cobran significación sólo cuando hay un espíritu compartido, un sistema de valores común, no solo leyes, las cuales siempre serán precarias, no son un fin en sí mismas, sino  un medio para alcanzar fines elevados.

Las Leyes no hacen a una Nación. A la inversa, una Nación hace las leyes. Una Nación injusta hace leyes injustas y una Nación justa la harán hombres y mujeres justos con  leyes justas, no seres mezquinos, manipuladores, mentirosos. Cuando estas leyes no  son producto de un consenso social verdadero y cuando no benefician a las mayorías serán leyes  arbitrarias, molestas e injustas, igual que las imposiciones  arbitrarias del poder. Si las leyes no pueden reproducir en la sociedad los grandes ideales humanos de justicia e igualdad que las inspiran, las mejores leyes no sirven, se convierten en letra muerta o en alimento para la tiranía de los sacerdotes de la política, de gente como Herman Escarrá y toda clase de intérpretes de la ley, que la tuercen hacia el lado de sus conveniencias personales y mezquinas.

Sin embargo, leyes avanzadas como las nuestras,  aun siendo sólo “deber ser”, sería posible con ellas poder educar y formar en cada individuo el sentido de cooperación y de solidaridad humana que requiere una revolución socialista, a través de la acción política revolucionaria, con esfuerzo y voluntad política de líderes honestos, formar una verdadera “conciencia del deber social”,

Pero, cuando ni siquiera se ha educado para una “conciencia de clase” en los trabajadores y demás marginados de la sociedad – conciencia de pertenecer a un estrato social que en el capitalismo es inamovible, sabiendo que de él es casi imposible salir o ascender en la pirámide social, librarse del yugo de los prejuicios burgueses y del orden capitalista –; ¡cuando no se denuncia la injusticia de la sociedad burguesa capitalista!,  nuestra constitución y nuestras leyes, hechas para defender a los excluidos, a los más vulnerables, pierden sentido, pierden legitimidad frente a la realidad impuesta a la sociedad por el mercantilismo con su lógica. Una sociedad rota necesita leyes rotas, es por eso que Maduro las tuerce desde una ley hecha para fines más nobles, a fin  de  darle legalidad a su despelote mercantilista.

Adquirir  “conciencia de clase”, es un paso fundamental en la formación de una verdadera “comunidad” dentro de las mayorías sociales, porque ello significa que entendemos que compartimos un destino común y semejantes condiciones de vida; nos reconocemos como iguales o igualados en la desdicha. A partir de ella es como se puede generar una nueva ideología, luchas, verdaderos cambios en la sociedad de los privilegios.

Pero si el modelo de vida que tiene cada uno de nosotros en la mente es el de la ostentación, aquello que copiamos de los medios de información, la televisión,  el cine, las redes sociales, si lo que nos educa son prácticas sociales banales y mezquinas de los líderes políticos que se dicen socialistas, si el ideal social es salvarse de manera individual a costa del fracaso del resto de la sociedad no hay ley revolucionaria ni  constitución revolucionaria que valga, porque evidentemente contradicen el espíritu y las prácticas  mercantilistas que ha impuesto el capitalismo a una sociedad domesticada para provecho de sus propios intereses… intereses mercantiles.

La constitución de Chávez y sus leyes fue un esfuerzo político importante, hechas para que sus colaboradores políticos les dieran significado dentro de la sociedad, “divulgaran su palabra”, para que lo acompañaran en su revolución como “evangelistas”, para que  salieran a la calle a cambiar el mundo con el ejemplo, convenciendo a las comunidades, estudiando,  trabajando  con ellos. Pero lamentablemente dejaron solo a Chávez (con honrosas excepciones) en ese esfuerzo tan importante, el de pensar, promover y  redactar una constitución como la que hoy tenemos, y algunas leyes muy avanzadas.

A pesar de esta realidad, después de la muerte de Chávez todo ha sido torcer y torcer la idea de socialismo, adecuarla a sus incapacidades personales y a una sociedad mercantilizada, rota, y a las prácticas de un capitalismo de “tercer mundo” impuesto por los “pragmáticos” (o flojos) que gobiernan a este país. Todo ha sido hacer lo contrario de una revolución, y torcer el sentido de las leyes y la Constitución para justificar la traición al ideal socialista imponiendo una sociedad mercantilista, y un capitalismo de último mundo, chimbo, parásito…  Hacer  del “Estado de Derecho” un instrumento, una excusa para terminar de corromperlo todo, torcerlo a  conveniencia de un trasnocho que llaman “nuevo modelo”…  Hacer lo que les ha resultado fácil, cuando no hay  un pueblo “consciente” de su explotación y manipulación capaz de defenderse, sino una masa de pobres sin “conciencia de clase”, de trabajadores sin “conciencia de clase”: es decir,  vender el capitalismo trasnochado como socialismo… ¡Ya ni siquiera hablan de Estado socialista!, ahora es “Estado democrático” o “Estado participativo”, donde todos proponen pero solo pocos eligen y deciden.

Sabiendo esto, ahora Maduro, “más culto” que Chávez,  ha caído en el lenguaje leguleyo seudo democrático de Alan Brewer Carías, y dice cosas como estas en público…”Subrayó (Maduro) que estas leyes del Poder Popular han ido construyendo la nueva arquitectura del nuevo Estado, es decir "el Estado de justicia, el Estado democrático, el Estado participativo, el Estado de derecho", que algunos "llaman el Estado comunal (dicho con sarcasmo ¿Quiénes serán esos?)”.

Con Maduro, hace rato que se perdió la revolución, ¡o el sentido de revolución!, el cual es “cambiar – como  dice Fidel – todo lo que deba ser cambiado”, incluyendo los malos hábitos políticos y personales.

Una cosa es lo que (efectivamente) pasa con el poder en manos de gente mezquina, y otra la intención de empoderar a las comunas organizadas. Maduro no lo ha hecho hasta ahora – él ordena y el “poder popular” obedece – ni lo va hacer. Vuelve a torcer las leyes para adaptarlas a sus necesidades de controlarlo todo, menos su propio carácter e inclinaciones…  a las necesidades de un gobierno  aburguesado y autoritario, complaciente con los intereses capitalistas, su democracia burguesa, sus principios y leyes, con su lógica.

¡HAGAMOS POSIBLE LO IMPOSIBLE, LO POSIBLE YA LO TENEMOS Y NO SIRVE!,

¡VOLVAMOS A CHÁVEZ!

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