La mata de mango y el perro Pipo conversaban amenamente aquella mañana en el conuco del periodista Juancho Marcano, quien revisaba en la siembra de maíz, el nacimiento de las borlas con sus tiernas barbas.
Más allá las guacharacas se escuchaban a lo lejos y un cardenal pretendía dar un concierto solo con su silbido. El sol era un puñal que se clavaba en las verdes hojas de las plantas que recientemente habían pintado los refrescantes y creativos chubascos.
Mientras tanto Evaristo, vecino de conuco del periodista, colocó una braga como una especie de espantapájaros para alejar una bandada de periquitos que cada vez que se acerca la cosecha de maíz, aparecen en los conucos y roen los jojotos y los dañan.
Juan Marcano observó que a pesar de la buena intención del conuquero, las mencionadas aves, al parecer, descubrieron el truco y andan por grupos entre los malojos, como atacando por parte al enemigo y por eso se ríen de la especie de muñeco que Evaristo ha colocado en su siembra para ahuyentarlos.
El perro Pipo que había terminado su diálogo con la mata de mango, la cual lucía imponente su follaje, se acercó al reportero, quien observaba hasta con una sonrisa el ataque de los pájaros al producto del maizal. El perro ya cerca de Juancho, le dice:
- Juancho te voy a decir una cosa, así como los hombres aprenden con el tiempo, los animales también. Por eso antes cuando los conuqueros ponían camisas y pantalones llenos de paja para simular seres humanos, las aves no se acercaban. Pero en esta época ya los pájaros han aprendido que esos espantapájaros, no hacen absolutamente nada, y de ahí que se acercan si miedo para alimentarse de los cultivos.
El periodista observó al perro, lo acarició y le dijo: Es verdad, Pipo, por eso me estoy riendo de las acciones de los periquitos y de cómo Evaristo cree que con esas bragas guindando lo va a espantar. Eso era en otros tiempos.
Entonces el periodista y el perro, se rieron ambos y empezaron los dos a recorrer el conuco.