Para graduarse hay que plantar árboles

Jueves, 30/01/2020 01:43 PM

Juancho Marcano. llegó a su conuco y muy cerca oía el concierto que las guacharacas le ofrecían a la lluvia con sus notas alborotadas y desafinadas, mientras que los malojos mostraban sus sonrisas a través de las barbas de sus tiernas mazorcas. Todo era alegría porque la llegada del chubasco se convierte en una especie de piñata de placer que las plantas tumban cada vez que llega el aguacero.

- Y pensar, Juancho, que ciertos humanos no tienen la más mínima conciencia de lo que significa la importancia que tienen los árboles, por eso no los cuidan, ni mucho menos lo siembran, dijo la mata de mango, contenta por la lluvia, pero preocupada por las actitudes nefastas de determinados hombres.

El periodista, quien andaba acompañado de su perro Pipo, guardó silencio ante la reflexión de su planta amiga y por eso el can se adelantó y comentó:

- Pero esa actitud, amiga, no es sólo con los árboles, pues los hombres maltratan a los animales, en nuestro caso a los perros, los aniquilan y de paso no los protegen y no buscan la manera de cómo evitar que el planeta se quede sin animales, los cuales son importantes para el ecosistema y para la vida en general.

Juancho Marcano, quien ama a las plantas y a los animales, le tocaba, como hombre, pagar los platos rotos de sus semejantes y hasta responderles a sus amigos y darle la razón porque la tenían. Una vez que escuchó los comentarios, contestó:

- Ustedes tienen razón, amigos míos, pues lo que dice Pipo es cierto, aunque generaliza, pues no todos los hombres tienen ese comportamiento, mientras que la mata de mango, es más específica y a ella quiero decirle que hay ciertas acciones humanas que van a favor de los árboles, por ejemplo, en Filipinas se aprobó una ley que cada estudiante de secundaria y universitario, para graduarse debe sembrar 10 árboles, y es me parece maravilloso. ¿Ustedes qué opinan?

El perro y la mata de mango, no emitieron palabras, sino que aplaudieron el ejemplo citado por el periodista y a éste no le quedó más remedio que unirse a los aplausos. Por eso los tres celebraron. Y después Juancho y Pipo se marcharon.

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