El periodista Juancho Marcano observaba la sábana roja que cubría las plantas de ixoras de su jardín, mientras que un colibrí se embriagaba con el néctar de las flores. Más allá una orquídea le daba la bienvenida al sol mañanero, que hacía su entrada esplendente entre los cerros aledaños a la vivienda.
El perro Pipo, caminaba tranquillo cerca de los helechos y se acercó al reportero, y le preguntó:
- ¿Hoy no piensas ir al conuco?
El reportero antes de responder, miró fijamente a su perro y con un aire de tristeza, le respondió:
- Amigo Pipo, para serte sincero hoy no me provoca acercarme al pequeño conuco que tengo, pues sucede que la sequía con su látigo achicharrante, me quita la voluntad.
- Te entiendo amigo, pero cómo hacemos, sea la voluntad de Dios que nos señale el camino y seguir contra viento y marea, dijo el perro.
Juancho más reflexivo, comentó: “Sucede Pipo, que esta mañana, observando el sol disparando sus balas chispeantes, me recordé de mis antepasados, quienes, según me contaba mi abuela Leticia, debido a la falta de aguaceros, se tenían que ir para tierra firme para encontrar en otros lares el pan para alimentar a su familia”.
- Entonces Juancho ¿la lluvia producía diáspora?
- Así es Pipo, con decirte que muchos de nuestros paisanos llegaron al Delta Amacuro (a los caños decían ellos) huyendo de las grandes sequías de la época y al ver tanta agua junta, tanto del rio como de lluvia, se quedaron para siempre por allá y hasta ahí se llevaron sus familias y otros la formaron.
- Eran tiempos tristes y difíciles, amigo Juancho.
Si Pipo, pero se entendía el por qué se iban, pues cómo iban a producir sin lluvia y sin otra fuente de agua que les garantizara la cosecha, la cual se perdió muchas veces. E incluso, muchos no quisieron saber más del azadón y el machete y se pusieron a trabajar en otros ramos.
Pipo, entendió la congoja del periodista y se alejó y dejó a Juancho en sus reflexiones y observando las flores de las trinitarias.