Cuento o razón

La plaza también nos pinta recuerdos

Lunes, 06/07/2020 02:22 PM

El periodista Juancho Marcano salió de visitar a su suegra y luego caminó por la plaza de la Tacarigua de Margarita. Estaba como si formara parte del Sahara. Ni un alma. "Qué diferencia en aquellos tiempos de otrora", se dijo.

Después se dirigió al carro y tomó rumbo a su casa, y ya en su vivienda, se acostó en la hamaca para leer un libro, pero antes se dedicó a disfrutar de las distintas tonalidades de verde que la lluvia había trazado en el lienzo mustio del paisaje. "No hay duda que la lluvia es milagrosa y de paso la que cae aquí en este pueblo es más bendita y más bonita de las lluvias que he visto en otras partes del país", pensó el periodista, quien, como su perro se acercó, lo acarició con dulzura, y ahí el can le comentó:

- Por tu cara Juancho se te nota que estás contento por las lluvias que han visitado al pueblo.

- Así es Pipo, pero al mismo tiempo te digo que hoy me dio nostalgia, cuando visité la plaza del pueblo.

- ¿Y eso por qué Juancho?

- Porque en ese sitio había una soledad más grande que un edificio, y eso me hizo pensar en nuestra adolescencia y juventud, pues esa plaza, para nuestra generación y otras, forma parte de esas figuritas que vamos pegando en el álbum de la vida a medida que pasa el tiempo.

Pipo sin entender mucho, le manifestó que fuera más explícito, pues no comprendía tal nostalgia.

- Mira Pipo, esa plaza de la Tacarigua de Margarita para nuestra generación, era sitio de reunión, de fiesta, de confesión, de encuentro y de ver y hablar con las muchachas cuando salían de la misa o cuando iban a las fiestas del santo patrón. En esa plaza, cada quien, y de varias generaciones, tiene una historia que contar, pues hasta cancha deportiva era y lugar para jugar chapitas.

Pipo escuchando aquella breve y emocionada explicación de Juancho, entendió al periodista y se marchó porque tenía que ir para el conuco.

Mientras tanto Juancho Marcano antes de releer el libro: Amor y Humor de Aquiles Nazoa, lanzó otra mirada a las montañas para deleitarse con sus sonrisas verdes que le habían producidos las caricias de los chubascos que han caído.

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