QUERIDO COMPADRE Y HERMANO EN CRISTO OBRERO:
Te escribo esta carta porque, en los dos últimos dos años de nuestras vidas, nos ha sido muy difícil comunicarnos, principalmente por las enfermedades por las cuales hemos pasado y por la situación que ha vivido el país, donde las distancias y dificultades para transportarnos y estar uno al lado del otro para apoyarnos mutuamente en el afecto y la amistad ha sido imposible, tal como lo hemos hecho durante 60 años que ya llevamos como amigos y hermanos de clase, practicando una misma ideología y unos principios éticos que han cimentado nuestra conducta y regido la amistad que conservaremos hasta después de nuestras muertes.
Compadre, tú eres el único amigo vivo que conservo desde hace más de 60 años, cuando en 1958-59-60 entablamos esta amistad que se ha prolongado hasta nuestros dias. Tú me has acompañado en todas mis aventuras y has sido testigo presencial de mis momentos felices y dolorosos por las cuales he pasado con mis compañeras y con mis hijos. Tu has sido el único que nunca utilizó las frases: " Yo te lo dije!", " ¿Y quién te mandó? ", cuando te contaba algo que me estaba o me había pasado. Nos contábamos nuestras cosas y nos oíamos con respeto. Además, yo siempre sentí por ti una inmensa admiración y sentía que tú también la sentías por mí, eso generaba una admiración mutua que era el cimiento donde se fundamentaba nuestra amistad.
Compadre, yo sé que nuestro fin está cerca, yo he pasado estos dos últimos años por dos UCI- Unidades de Cuidados Intensivos en hospitales públicos, donde el 90% de los que entran salen directamente a las morgues, he tenido suerte o Dios me tiene reservado el placer de volver a compartir algunos momentos más contigo para platicar y echarnos unos tragos del Ron Veroes que te prometí. Sea lo que sea, si no nos vemos aquí lo haremos donde dijiste que iríamos después de muertos, (Te acuerda que de eso hemos hablado bastante).
Compadre, mi último hijo Eduardo, ahijado suyo, que lo considera a usted como su padre y María Oscarina, su hija a la cual considero como mi hija, me han estado informando de su enfermedad y de lo que han hecho para enfrentar a ese monstruo del ConVit-19; yo todavía estoy enfrentando las secuelas del cáncer que me extirparon de la garganta y que me dejó sin voz. Ambos estamos enfrentando la muerte y si alguno de los dos cae o caemos vencidos estoy seguro que no es por cobardía, sino porque ya nuestro ciclo de vida se venció y es hora ya de descansar y darle paso a las nuevas generaciones que habrán de sucedernos.
Recibe un abrazo profundo de amor humano en Cristo Obrero,
Juan Veroes, en Mérida, a los 25 dias del mes de agosto del año 2020
Carta para la familia de mi compadre Ortega:
Quiero decirles que son considerados por mí, como mi familia de sangre, por los lazos que me unió a ustedes a través de mi compadre del alma, al cual yo consideré más que un hermano.
Yo sé lo que están sintiendo con la partida de mi compadre a otra dimensión, en la que más tarde que nunca, nos encontraremos todos y nos volveremos a reunir, esa es la esperanza de los que profesamos la fe de la cristiandad. Eso nos quita la tristeza y cantamos aleluya, pues uno de los nuestros ya va en camino a la gloria.
Les pido no lloren a mi compadre, como espero no lo hagan conmigo cuando me vaya a reunir con él, más bien denle gracias a Dios que fue seleccionado y está a la diestra del Padre, disfrutando del paraíso prometido a quienes a el siguieron en este mundo. Mi compadre y yo coincidíamos totalmente en cuanto a creencias y habitabilidad del mundo después de nuestro paso por este planeta llamado tierra. Así que no lo lloren por tristeza, alaben a Dios por su decisión de llevarlo a mejores lugares donde la luz irradia más.
Un abrazo para todos y considérenme en medio de ustedes.
Desde Mérida, a los 30 dias del mes de Agosto de; año 2020.